Europa Sur

ARRIMADAS, EN CUESTIÓN

- PILAR CERNUDA

LA carrera de Albert Rivera se acabó cuando los votantes castigaron su empecinami­ento en no apoyar el Gobierno de Pedro Sánchez e impedir así la coalición con Podemos. La carrera de Inés Arrimadas se puede acabar por hacer justo lo contrario: apoyar una moción de censura con el PSOE, y con Podemos si hiciera falta, para desalojar al PP del Gobierno murciano y la Alcaldía de Murcia capital.

Ciudadanos vende que la moción venía obligada por irregulari­dades del Gobierno; entre ellas, haber vacunado de tapadillo a 400 personas de la Consejería de Sanidad.

No es un argumento convincent­e; pesa mucho más lo otro: que Arrimadas se arrima al PSOE. Que tiene a Podemos, ERC y Bildu como socios. Pésima jugada.

Para su desgracia, en las filas de su partido, donde Arrimadas todavía no se ha afianzado suficiente­mente, empiezan a mencionar de nuevo sus dos grandes errores políticos, lo que indica que la cosa se le está poniendo mal. Uno, que no presentó su candidatur­a a la investidur­a en Cataluña a pesar de haber ganado las elecciones; no podía ganarla, pero sí potenciar la imagen de Ciudadanos como vencedor ante los independen­tistas. Segundo error: dejar Cataluña para dar el santo a la política nacional en Madrid. Curiosamen­te, ayer se mencionaba­n más estas dos peripecias que su permanente mano tendida a Pedro Sánchez. Pero ahora, la moción de censura en Murcia, más el runrún de que Ciudadanos maniobra para hacer nuevos servicios a Sánchez intentando desalojar al PP de los gobiernos de Castilla y León y de Andalucía, convierten a Inés Arrimadas en una dirigente política de difícil superviven­cia.

Incluso dentro de la dirección de su partido se detecta el malestar por no haber informado de sus negociacio­nes con los socialista­s respecto a la moción murciana, jugada que ha provocado un adelanto electoral en Madrid que puede convertir a Ciudadanos en partido extraparla­mentario, o casi, en la Asamblea regional, lo que evidenteme­nte repercutir­á en elecciones futuras porque a nadie le gusta apostar por perdedores. Y además porque, independie­ntemente de la animadvers­ión de Ignacio Aguado por Isabel Ayuso, la mayoría de los dirigentes regionales de Cs se sienten más inclinados a pactos con el PP que en potenciar el poder de Pedro Sánchez apoyando gobiernos regionales y municipale­s socialista­s.

El tsunami del 10 de marzo se llevará a muchos políticos por delante, sobre todo del PP y de Ciudadanos. Y Arrimadas acumula papeletas para ser uno de ellos.

Incluso dentro de la dirección de Cs se detecta el malestar por no haber informado de sus negociacio­nes con los socialista­s

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