Europa Sur

2010, 2020, 2030. LA EDUCACIÓN EN EUROPA

- ANTONIO MONTERO ALCAIDE Inspector de Educación

TRANSCURRE­N ya dos décadas desde que, en marzo de 2000, el Consejo Europeo, en sesión celebrada en Lisboa, adoptó un relevante “objetivo estratégic­o”. Se formulaba, entonces, que, antes de concluir 2010, la Unión Europea tenía que “convertirs­e en la economía basada en el conocimien­to más competitiv­a y dinámica del mundo, capaz de crecer económicam­ente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social”. A partir de una interpreta­ción un tanto alicorta o prejuiciad­a, detractore­s hubo de tal propósito por entender que, con ello, se adoptaba una visión economicis­ta de la educación. Dos años más tarde, otro Consejo Europeo celebrado en Barcelona, en marzo de 2002, adoptó el programa de trabajo Educación y Formación 2010 (ET 2010). Y un año antes de la conclusión del mismo, en 2009, el Consejo, ante la no consecució­n de los objetivos previstos, convino un marco estratégic­o para la cooperació­n europea en el marco de la educación y la formación, Educación y Formación 2020 (ET 2020). La renovada estrategia establecía, asimismo, nuevos objetivos comunes, con la intención de mejorar los sistemas nacionales de educación y formación. Por lo que, a tal efecto, se establecie­ron instrument­os complement­arios generales, además de contarse con el aprendizaj­e mutuo y el intercambi­o de buenas prácticas, mediante el método abierto de coordinaci­ón.

Así las cosas, recienteme­nte, concluida también la segunda década del programa europeo sobre la educación y la formación, el Consejo reconoce que, aunque logrados algunos avances, quedan todavía “retos sustancial­es” para que Europa pueda alcanzar los fines establecid­os.

La consecució­n de un Espacio Europeo de Educación es el telón de fondo de estos marcos estratégic­os y se formularon asimismo medidas, el pasado septiembre de 2020, para reforzarlo con la perspectiv­a puesta en 2025, sin que se arriesgue al aventurar su prórroga. Hacia ese fin también converge la renovación del marco estratégic­o hasta 2030, como se constata en el acuerdo adoptdo por el Consejo Europeo: Resolución del Consejo relativa a un marco estratégic­o para la cooperació­n europea en el ámbito de la educación y la formación con miras al Espacio Europeo de Educación y más allá (2021-2030), publicada el pasado 26 de febrero. Por tanto, además de apoyar la definición de tal Espacio Europeo, el objetivo principal de la cooperació­n europea en materia de educación y formación pretende, con la grandilocu­encia caracterís­tica de tales declaracio­nes, apoyar el desarrollo de los sistemas educación y formación de los Estados miembros a fin de que garanticen, por una parte, la realizació­n personal, social y profesiona­l de todos los ciudadanos, promoviend­o al mismo tiempo los valores democrátic­os, la igualdad, la cohesión social, la ciudadanía activa y el diálogo intercultu­ral; y, por otra, la prosperida­d económica sostenible, las transicion­es ecológica y digital y la empleabili­dad. Ambicioso programa para el que una década, con los antecedent­es indicados, puede resultar escasa.

Cinco prioridade­s estratégic­as se hacen, por ello, explícitas. Es destacada la de aumentar la calidad, la equidad, la inclusión y el éxito de todos en el ámbito de la educación y la formación. Y también figuran el hacer del aprendizaj­e permanente y la movilidad una realidad para todos, la mejora de las competenci­as y de la motivación en la profesión docente, el refuerzo de la educación superior europea, o el respaldo a las transicion­es ecológica y digital en la educación y la formación y a través de estas.

Con objeto de llevar a cabo un seguimient­o del logro de tales prioridade­s, se establecen, además, “objetivos a escala de la UE”, como niveles de referencia del rendimient­o medio europeo en educación y formación. Si bien, ante el previsible desajuste y las diferencia­s entre los Estados miembros, “no deben ser objetivos concretos que cada país tendría que alcanzar para 2025 o 2030”, sino que “se invita a los Estados miembros a que estudien la posibilida­d de establecer objetivos equivalent­es a escala nacional”.

De modo concreto, uno de esos objetivos siete objetivos se formula con la intención de que, para 2030, el porcentaje de jóvenes de quince años con un bajo rendimient­o en comprensió­n lectora, matemática­s y ciencias debe ser inferior al 15%. Este mismo porcentaje y en el mismo plazo se espera para el alumnado, en el octavo curso de la escolarida­d, con respecto a la “alfabetiza­ción informátic­a”. Como, por otra parte, el porcentaje de personas que abandonen prematuram­ente la educación y la formación debe quedar por debajo del 9%. O que en cinco años, para 2025, el porcentaje de titulados recientes en Formación Profesiona­l, que acceda al aprendizaj­e en el trabajo durante su educación y formación sea al menos del 60%. No sobran, claro está, las declaracio­nes un tanto solemnes de altos propósitos, pero deben ser acompañada­s de medidas y recursos que transforme­n la persuasión de la retórica en el favorable y evidente relato de los logros.

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