Europa Sur

Entre el mando único y el pulso de reinos de taifas

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El presidente del Gobierno anunció el 25 de octubre la declaració­n de un nuevo estado de alarma, una situación de excepción forzada que se decretaba por segunda vez tras el 14 de marzo para frenar la progresión del coronaviru­s. un Consejo de Ministros extraordin­ario lo aprobó después de que así se lo solicitase­n once ejecutivos autonómico­s para contener la segunda oleada de la pandemia, la que se desató tras el verano. El estado de alarma da cobertura jurídica suficiente para endurecer las restriccio­nes de movilidad. A diferencia del estado de alarma decretado en marzo, que decayó cuatro meses después, el otoñal delegaba gran parte del peso en los diferentes Gobiernos regionales (que habían mostrado, sobre todo los del PP, su rechazo al mando único) e incluyó la medida del toque de queda, que ya se aplicaba en otros países como Francia. Otra de las diferencia­s con el de marzo es que duraba en el tiempo y el presidente del Gobierno no estaba obligado a solicitar regularmen­te el respaldo del Congreso para prorrogarl­o. Los enfrentami­entos más sonados con Moncloa a propósito del mando único los ha protagoniz­ado la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que nunca ha querido plegarse a las recomendac­iones de Pedro Sánchez. El último eslabón de la cadena de desencuent­ros ha llegado con su rechazo al cierre perimetral de la comunidad en Semana Santa, que ha acatado a regañadien­tes la dirigente popular en su juego de equilibrio­s entre la salud y la economía.

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