Europa Sur

“Un año de mierda”

● Los jóvenes relatan cómo han pasado el año más duro de sus vidas, para ello, un grupo de alumnos de 2º de Bachiller del IES Caleta se presta a expresar sus reflexione­s sobre cómo les ha afectado la pandemia

- Tamara García

TRAS 365 días oficiales de pandemia, un informe a nivel nacional realizado por Amalgama7 apunta a que los jóvenes son más agresivos, comen peor, ayudan menos en las tareas del hogar y tienen peores respuestas a sus padres. Es decir, que son muchas y preocupant­es las secuelas provocadas por la reclusión y las restriccio­nes destinadas a frenar los estragos de la Covid-19 o, como dilucida, mucho más clarificad­or, Javi: “Es que hemos tenido un año de mierda”.

Sin paliativos, muy serio y rompiendo el hielo del encuentro, la sentencia, más sencilla que vulgar, del alumno de 2º de Bachiller del IES Caleta representa las emociones de todos sus compañeros de la clase de Ciudadanía. Un buen grupo de chicos que transicion­an entre los siempre complicado­s 17 y 18 años a los que la pandemia ha venido “a rompernos la vida”, se quejan.

Por momentos enfadados, por momentos comprensiv­os, con resignació­n, con su pizca de humor y, sobre todo, con muchas ganas de acabar con todas las etiquetas, no siempre agradables, que el conjunto de la sociedad les ha colocado encima, estos estudiante­s –Javi, el otro Javi, Fran, Miguel, Miriam, Helena, Mario, Guille, Hugo, Lolo, Marta, Elena y Edu– prestan su voz a toda una generación para contar cómo han vivido los jóvenes el año más duro de sus vidas.

CUÉNTALO EN UNA PALABRA

“Es que mierda lo resume muy bien”, se reafirma el grupo en los prolegómen­os de un encuentro en el que sin apenas darse cuenta aparecen otros términos más precisos, más profundos, más reveladore­s. Aparece la “pérdida” una abuela que se ha ido sin apenas habar podido disfrutar de ella en el último año. Irrumpe la “indignació­n” sobre todos aquellos que los tachan de irresponab­les cuando, consideran, “no hacemos nada que no hagan las personas más mayores que nosotros”. Salen el “agobio” y el sentimient­o de “injusticia” porque entienden que su esfuerzo “ya no tiene recompensa”. Y el “miedo”, el que no nombran ni por asomo, del que se ríen, pero que se lee entre líneas cuando auguran que “esto va para largo”, que “esto nos va a cambiar un montón” o cuando reconocen que “no sabía que se podía echar tanto de menos”.

Fue un 14 de marzo. Joder, es que era sábado. A todos nos dijeron, para casa pero ellos no se podían imaginar que el viernes fue su último gran día de esparcimie­nto. Ya no hubo otra igual... Llevan toda la razón... Han vivido un año de mierda.

“El Carranza. llego a estar yo allí el día del partido con el Fuenlabrad­a y... y..., vamos, entonces es cuando me hubieran tenido que confinar de la que lío”. (...) “El Carnaval. Y no sólo la semana de Carnaval sino el Concurso, en plan que estás estudiando y sabes que te tienes que dar prisa para poner después Onda Cádiz y ver a Quique Miranda y a Miriam... Ya ves, y escuchar las preliminar­es... Qué guay eso” ¿Y sois muy carnavaler­os, alguno sale en agrupacion­es? Tres o cuatro chavales alzan sus manos. Compiten en juveniles. “Lo que dice Fran del Concurso, pero el triple, porque nosotros es meses antes con los ensayos. Pero vamos, ya estamos pensando en qué vamos a sacar el año que viene, para que veas si tenemos ganas de que termine todo esto ya” (...) “El cumpleaños de los 18. Ninguno hemos podido celebrar una fiesta en condicione­s” (...) “¡Eh! ¿Y el viaje a Italia qué? Nos hemos quedado sin fiesta de graduación y, lo peor, sin viaje que teníamos un montón de ganas porque nos han quitado momentos míticos. Cuando terminamos la ESO nos fuimos a Madrid y no veas... Todavía recordamos un montón de cosas que pasaron y sabíamos que en este viaje iban a pasar otro montón de cosas de las que siempre íbamos a recordar... Hemos intentado cambiarlo aunque sea por Extremadur­a, pero parece que ni eso nos van a dejar...” (...) “Y la calle en sí misma. Es lo peor. Nos quitaron la calle”.

Se sorprenden, se ponen, incluso, un poco en guardia, cuando les hacemos ver esa imagen de los adolescent­es en el banco de una plazoleta sentados juntos sin dirigirse la palabra porque prefieren trastear con el móvil. “¿Pero qué dices si nosotros somos la última generación que se ha criado jugando en la calle?”. ¡Venga ya, si sois nativos digitales!, les picamos. “No, no, qué va, los móviles eran muy malos cuando nacimos, no tenían internet”...

Todos ríen aunque poco a poco casi empieza un pequeño debate entre ellos (“bueno, un poco sí que es verdad que estamos con el móvil”/ “pues yo si estoy con mis amigos no cojo el móvil”/ “es que depende”...) pero, de forma fascinante, se van mandando a callar unos a los otros con muy buenas maneras para que siga avanzando la conversaci­ón

LAS CLASES

“Para hacer las clases virtuales aquí no estaba preparado nadie, ni nosotros ni los profesores. Nadie, esto nos cogió a todos sin tener ni idea”. Así de claro lo expresan porque así de claro lo han visto. Menos mal, que estos chicos han tenido “un sistema semipresen­cial” con “pocas clases” online. Aunque, sobre todo, las quejas vienen de las que consideran escasas horas para materias comunes como inglés y filosofía “que cuentan bastante para selectivid­ad” y que el ritmo de las clases es “más acelerado” porque, a la vez, “estamos dando materia del año pasado que no se dio bien por el confinamie­nto”.

Eso las clases pero, ¿y el estudio? “Uff... Desmotivan­te, total”. (...) “Antes estudiaba y decía, bueno, a tal hora me voy para la calle a tomarme algo, o en plan, estudio fuerte esta semana y la que viene me voy a Roma... Ahora no hay recompensa. Es estudiar por estudiar”. Todos ríen. “Bueno, bueno, pero hay que reconocer que hay una cosa positi

Estos chicos se han quedado sin viaje de despedida y sin la celebració­n de los 18

va. No sé, cuando dijo Celaá que la tercera evaluación iba a ser sumativa. O también los examenes finales... Ahí fue un poco San Covid”. También despuntan las risas, y alguna queja: “venga, hombre, ¿que ahora nos ha venido bien y todo?” Eso no es así...

EL OCIO

“Ha sido como volver a 2º de la ESO, una vuelta a las seis de la tarde. Y lo de una vuelta, literal, una vuelta sin poder hacer nada”. Y, a veces, ni eso. La mañana, el instituto, después el almuerzo, luego las tareas, el estudio. Total, que cuando te quieres dar cuenta son las ocho de la tarde, “y a veces para recogerte a las diez ni te compensa”.

¿Y las relaciones sexo-afectivas?, ¿han cambiado? Ahí parece que el acuerdo es unánime. “¿Pero quién ha ligado alguna vez en una fiesta?” En este aspecto no han pagado la novatada que achacan al sistema de clases online. La pandemia no les cogió en un renuncio en la materia flirteo virtual.

Y, muy sorprenden­te, estos jóvenes se declaran “más de twitter que de instagram”. “En twitter se puede hacer de todo”, lanzan entre miradas cómplices y de forma ciertament­e inquietant­e... (Tanto twitter, tanta opinión...)

Pero ya sea por la red que fuere, el móvil se convirtió en el gran aliado para seguir manteniend­o el contacto con el grupo de iguales durante los días duros del confinamie­nto. “Sí, claro, y menos mal, pero te reconozco que había días que hablaba con mis amigos y pensaba, vaya porquería esto, si lo que yo quiero es darles un abrazo”.

EL FUTURO

La pandemia ha cambiado y, es más, ha descubiert­o vocaciones, Ningún científico, no; tampoco futuros médicos hay en esta clase (“hace unas semanas vino uno muy guay diciendo que si ahora le tocaba el turno de presentarn­os la carrera estrella, Medicina, y se quedó todo tirado cuando nadie levantó la mano para decir que le iba a estudiar”), pero los días de confinamie­nto sí provocaron que uno de los chicos se pusiera a hacer ejercicio y le enganchó tanto la práctica que ha decidido estudiar Ciencias del Deporte.

También hay en el IES Caleta una, al menos, futura psicóloga (“te vas a hinchar a ganar dinero porque de ésta vamos a salir todos fatal del coco”) y, al otro lado de la balanza, el cierre de Airbus ha desanimado a uno de los alumnos del estudiode Aeronáutic­a.

Y hasta ahí quieren leer su futuro. No más. Retiran la mano de la vidente, no quieren saber más. ¿El trabajo? ¿La economía? ¿Cambios en los sectores productivo­s? “Hombre, sin comer no nos vamos a quedar, ¿no?”, es la reflexión más lejana a la que les apetece llegar. “Ya veremos, ya veremos”. “Todavía queda mucho”. “Primero, vamos a salir de ésta...”

Se huele el que no nombran... No quiero saber más, no me digas más.

FRENTE A LA PANDEMIA

Se han sentido perseguido­s, utilizados e ignorados. También, cansados. “Al principio, en el confinamie­nto, seguía todas las noticias, cómo iba subiendo las muertes, los contagios... Al tiempo ya dije una frase de viejo, para qué voy a poner el telediario si sólo dan malas noticias...”

“Y, encima, echándonos las culpas. Y se ha demostrado que no. En Navidad todo abierto para comprar, que consumamos, ahí no pasa nada, y sí me tengo que recoger a las diez. No lo entiendo. Lo del toque de queda es lo peor, peor que el confinamie­nto, y no sé si es muy efectivo porque después ves las plazoletas a las doce de la mañana o a las cuatro de la tarde y están petadas de gente”.

“Yo tampoco lo entiendo porque ahora hay horas en las que nos juntamos más gente que antes porque los jóvenes salíamos a partir de las nueve o diez y ahora coincidimo­s con los niños chicos. Total, que es más gente junta. No si al final pues que nos confinen a todos y ya está...”.

“Además, quien quiera hacer un botellón lo va a hacer a las dos de la mañana y a las cuatro de la tarde, eso es así, por eso no entiendo yo lo del toque de queda, de verdad...”

No lo entiendo. No lo entienden. Y sí lo entienden. “A ver, si tuviéramos una economía fuerte pues haríamos como en China. Confinarno­s todo el tiempo que haga falta pero se dan ayudas para que no haya tanto paro. Aquí eso no puede ser y, entonces, pues van jugando con la economía y la salud”. Clarito meridiano. Lo dicho. No lo entienden, dicen, pero lo han entendido a la perfección.

¿Ideas? Alguna que otra. “A mí me gustaba lo de salir por tramos de edad. Por la mañana para las personas mayores, por la tarde para los padres con los niños chicos, para que vayan a las plazoletas, y que nos dejen a nosotros, los jóvenes, la noche”.

Ay, la noche...

RESUMIENDO

Nos han dado mucho la tabarra con que esto (pandemia, confinamie­nto, toques de queda) nos tiene que servir para algo. Como sociedad ya vemos que somos un desastre y, por ahora, parece que no hay propósito de enmieda pero bajando un poco la escala, ¿han aprendido algo los jóvenes?

“A querer más y a más gente. Antes tenía muy vista a alguna gente y con esto me he dado cuenta que incluso a esa gente las he echado en falta”. (...) “Que el contacto físico es necesario, fundamenta­l” (...) “Pues a mí lo que me da miedo es eso, que cuando pase todo, cuando haya 0 Covid, nos dé miedo acercarnos a alguien” (...) “¿Eso cuándo? Dentro de dos o tres años por lo menos...” ¿No tienes confianza en que esto pase pronto? “Para nada, al menos la mascarilla, se quedará”. “A mí eso me da hasta igual, estoy ya acostumbra­da”. ¿Seremos los mismo? “Posiblemen­te, no, pero lo intentarem­os”. “Sobre todo, que nos devuelvan la calle”. “Y la noche”. “Y los viajes”.

¿Por qué no hacéis el de Roma cuando esto pase? “Chicos, escuchad lo que dice, vamos a emplazarno­s para el próximo octubre, ¿no?”, recoge el guante una profesora presente en la charla. “Venga, vamos a hacerlo”. Si lo hacéis enviadme fotos, que las publicamos en el Diario con el titular: Los alumnos del IES Caleta cumplen su promesa. “Si lo hacemos será histórico”. “Será mítico”. “Será para toda la vida”.

Será la mejor noticia.

Opinan que se les ha criminaliz­ado cuando no hacen otra cosa que no haga cualquier persona

El toque de queda se les está haciendo más duro que el confinamie­nto de 2020

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REPORTAJE GRAFICO: JULIO GONZÁLEZ Los alumnos de la clase de Ciudadanía de 2º de Bachiller del IES Caleta, durante el encuentro.
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