TONTOS DE CAPIROTE
SOMOS muchos los que preservamos cierta incertidumbre y sospecha sobre el estado de salud en el que despertará, después de este letargo, la Semana Santa de Algeciras. Las dudas no son, precisamente, infundadas. Mi inseguridad, especialmente (y no sólo la del que escribe), camina de la mano de los cortejos y desfiles profesionales. Nos hemos acostumbrado escuchar coletillas del tipo: “aquella cuadrilla va justita de gente” o “llevan pocos costaleros”. Centrando el tiro y poniendo el foco, únicamente, en engordar los cuadrantes de costaleros como si fuera lo único importante de una cofradía en la calle. ¿Y los cortejos y tramos de nazarenos? Cierto es que hay varias corporaciones que fomentan la figura del hermano nazareno [como Mortaja] y el ingreso de jóvenes en su nómina [otras tantas]. Muy bien, el futuro será de ellos pero ¿y el presente?
Año tras año vemos como los cortejos procesionales menguan de manera incesante en la gran mayoría de las corporaciones de la ciudad. Nos estamos acostumbrando, peligrosamente, a que los tramos de nazarenos se reduzcan a la media docena o una decena de parejas, como si fuera algo normal. Por ahí se testa la salud y buen hacer de las cofradías. Campañas de formación y cuidado del cuerpo de nazarenos, impulso de estos tramos en la calle, facilidades para alquilar o ‘heredar’ hábitos evitando un importante desembolso económico, cuotas o bonos familiares, etc. La lista de iniciativas para incrementar la parte más importante del patrimonio de una hermandad, su nómina de nazarenos, es enorme. Algo proporcional al respeto que se merece. ¿Guardan todas las entidades locales el orden de antigüedad para la formación de los tramos? Se mercadea con mucho en el mundo cofrade pero no se debe perder la perspectiva de lo esencial. El clásico ‘tonto de capirote’ es la figura que da el máximo sentido a la hermandad, el que más encarna la Estación de Penitencia y el que más legitima y encarna la verdadera pertenencia a una cofradía en plenitud. Cuidemos al nazareno, no permitamos que se convierta en una especie en extinción y veamos reducidos los cortejos a pasos, enseres y tambores.