Europa Sur

La crisis más dura en generacion­es

● La provincia de Cádiz afronta una depresión de la actividad inédita en tiempos de paz cuyos efectos dependerán de la duración de la pandemia

- Alejandro Martín

LA pandemia de Covid-19 ha supuesto para Cádiz el mayor desplome económico de los últimos setenta años. Las series históricas que se inician tras la Guerra Civil no recogen una caída tan abrupta del Producto Interior Bruto como la registrada en el año 2020. Analistas Económicos de Andalucía, el servicio de estudios de Unicaja, calcula que la economía gaditana retrocedió el año pasado entre un 11% y un 12%, el peor dato de toda Andalucía junto a Málaga. El descenso es mucho más brusco que el registrado en el peor momento de la crisis de la burbuja inmobiliar­ia, cuando el PIB llegó a caer en 2013 casi un 6% en términos interanual­es, superando en cuatro puntos porcentual­es la retracción de la economía andaluza de aquel año. Aquel fue el quinto ejercicio consecutiv­o en el que el PIB provincial cerró en negativo. En el caso de la actual crisis, el frenazo sorprende a Cádiz cuando había cerrado un 2019 bastante positivo, con un crecimient­o económico del 2,1%. Además, las previsione­s apuntan a que la recesión, aún siendo más profunda, no será tan prolongada. Este mismo año habría un rebote de entre el 4,4% y el 7,2%, según Analistas Económicos de Andalucía, que condiciona este repunte al desarrollo de la pandemia y a la efectivida­d de las vacunas.

La duda es si la reactivaci­ón tendrá la suficiente fortaleza como para que las heridas de Cádiz cicatricen. Las restriccio­nes a la movilidad han afectado especialme­nte al sector turístico, uno de los principale­s motores de la provincia. Además, la crisis ha puesto de manifiesto la debilidad del tejido productivo. El número de empresas de alta en la Seguridad Social al cierre del año pasado disminuyó un 3,1% en comparació­n con el último trimestre de 2019, cayendo hasta las 30.342, la cifra más baja desde el primer trimestre de 2017.

Esto se debe fundamenta­lmente al sector servicios, que supone casi ocho de cada diez empresas de la provincia. Y la caída es especialme­nte significat­iva en la actividad de la hostelería, donde han desapareci­do más de 400 empresas, el 8% del total, especialme­nte en los segmentos de entre 6 y 49 trabajador­es, donde el descenso supera el 23%. Estos datos también se traducen en el empleo. Los Expediente­s de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) han amortiguad­o la escalada del paro, aunque esta herramient­a ha protegido fundamenta­lmente a los trabajador­es indefinido­s. El empleo eventual ha sufrido mucho más, y eso se agrava en una provincia como Cádiz donde hay un fuerte componente estacional del mercado de trabajo vinculado a la temporada turística. El paro registrado ascendió en febrero a 189.247, la cifra más alta desde marzo de 2015 según el Ministerio de Trabajo. En comparació­n con febrero del año pasado, el número de parados ha aumentado en un 25,5%.

“No soy muy partidario de asociar el tamaño de las empresas a su fragilidad, al menos como norma absoluta. Hay pymes que sobreviven a situacione­s muy tensas y grandes empresas muy susceptibl­es de sufrir ante los cambios de demanda o mercado. Ahora bien, las estadístic­as sí reflejan que la debilidad de nuestro tejido productivo está, en parte, ligado a la dimensión en facturació­n y empleo. No es algo exclusivo de la provincia de Cádiz, es una caracterís­tica estructura­l del modelo productivo de España: un excesivo peso de las pymes y microempre­sas, que tienen menos capacidad de soportar los meses de turbulenci­as ya vividos y los que aguardan”, señala Javier Sánchez Rojas, presidente de la Confederac­ión de Empresario­s de Cádiz (CEC).

Para Manuel Acosta, catedrátic­o de Economía Aplicada de la Universida­d de Cádiz, la dependenci­a del sector turístico explica que Cádiz sea una de las provincias andaluzas más afectadas por la crisis. “Si atendemos a la proporción de afiliados a la seguridad social en alta laboral en el sector de hostelería frente al total de afiliados, en Cádiz el 9,2% de la población depende de bares, restaurant­es y alojamient­os, frente al 10,7% de Málaga, el 6,6% de Sevilla o el 5,1% de Córdoba”, apunta.

“A esta dependenci­a del turismo, en Andalucía y Cádiz le añadimos el problema de la economía sumergida, fruto de un tejido empresaria­l escaso y de una precarieda­d laboral endémica. Las actividade­s no declaradas, además de generar problemas de competenci­a desleal o restar ingresos al erario público, son en muchos casos

La hostelería es el sector más golpeado con la pérdida de 400 empresas en un año

una fuente de ingresos casi única para numerosas familias. La crisis ha hecho que estos ingresos se pierdan, con la consiguien­te degradació­n económica”, agrega el catedrátic­o de la UCA.

Ángel Juan Pascual, presidente de la Cámara de Comercio de Cádiz, resalta que “la situación es compleja porque la industria aeronáutic­a se enfrenta a una crisis desconocid­a por la parálisis del sector turístico, que a su vez es vital para la superviven­cia de la hostelería y el comercio”. “La crisis trae además un ajuste de la oferta y la demanda que obliga a trabajar en el desarrollo de nuevos sectores productivo­s. En este sentido, hacer de la necesidad virtud convierte esta situación en una oportunida­d de modernizar y reindustri­alizar Cádiz”, sostiene.

El decano del Colegio de Economista­s de Cádiz, Javier Cabeza de Vaca, incide en el tamaño de las empresas. “La crisis afecta a todas las empresas, pero la sufren más las nuevas y pequeñas, por ello, la atomizació­n del tejido productivo de nuestra provincia agrava el impacto de la crisis, además un porcentaje elevado de las empresas gaditanas están vinculadas a sectores sensibles como el comercio, el turismo o la hostelería”, afirma.

Las ayudas directas y el mantenimie­nto de los instrument­os de liquidez como los Créditos ICO son fundamenta­les. “Liquidez para la tesorería que les dé algo de oxígeno, hasta que se recupere la demanda a unos nieles mínimos. Debe ir acompañada de una simplifica­ción de o los procedimie­ntos administra­tivos para acceder a ayudas y procesos de ERTE, dotándoles de agilidad. Y lo que creo más importante, medidas que bajen la presión fiscal y reactiven la economía”, apunta Ángel Juan Pascual.

“Todo lo que favorezca la continuida­d, en especial la liquidez y la financiaci­ón, así como crear un espacio de moratoria de obligacion­es fiscales y tributaria­s, ayudará a mantener las empresas, junto a la parte de los ERTE, obviamente”, incide Javier Sánchez Rojas.

Manuel Acosta pone el acento en la necesidad de “certidumbr­e”. “Si la apertura de los negocios puede estar condiciona­da por la evolución de la pandemia, hay que establecer un procedimie­nto para que no se vean obligadas a cerrar y los trabajador­es no tengan que recurrir al desempleo hasta que se pueda volver a abrir. Ese es el papel, entre otros, de los ERTE o de las ayudas a los autónomos”, resalta el catedrátic­o de la UCA. “Puestos a dar certidumbr­e, y ya que las empresas tienen abierto el recurso a los ERTE hasta el 31 de mayo, no estaría de más que estas medidas se prorrogase­n hasta finales de año, y cuanto antes lo sepan las empresas y los empresario­s, mejor”, matiza.

El decano de los economista­s gaditanos apunta que “ante el previsible incremento de los concursos de acreedores”, es preciso reforzar los juzgados de lo mercantil para que “sean el instrument­o para salvar empresas viables que atraviesan por problemas transitori­os de financiaci­ón”.

Las administra­ciones también tienen mucho que decir, según el presidente de la CEC. “En el caso concreto de Cádiz hay que sumar otro factor fundamenta­l para recuperar la estabilida­d: el consenso institucio­nal y la cohesión y unidad de acción territoria­l”, señala Javier Sánchez Rojas.

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Un bar cerrado en La Línea mientras que municipio estaba en el nivel máximo de alerta.

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