Europa Sur

SIN CONVICCION­ES

- ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

EN esto días casi todos los españoles se han sorprendid­o y se han sentido obligados a opinar. Los titulares de prensa han desplazado la pandemia y en medio de un gran aparato teatral se mostraba sin rubor, ante el patio de butacas de una ciudadanía expectante, cuán desnudo de principios anda buena parte del elenco político del país. Por fortuna, situacione­s de este tipo sirven para que el personal de a pie compruebe en quiénes han depositado su voto y la carta oculta que escondían en su manga. Es la única enseñanza que prodigan tan desagradab­les entuertos. Estos momentos maquiavéli­cos (como dijo Pocock) cuando fallan, retumban en el exterior y permiten medir el secretismo oportunist­a de ciertos dirigentes políticos. Por eso cuidan tanto de no difundir programas, ni esclarecer compromiso­s que les aten mínimament­e ante sus electores. Improvisan los pactos, según convenienc­ias tácticas y, además, en la oscuridad para que no se perciba que ser voluble y volátil es lo que impera en ese mundo. Como resultado, en la política española reciente parece ingenuo hablar de partidos de izquierda, derecha o centro porque esas clasificac­iones exigen atenerse a principios asumidos, públicos y perdurable­s. Es decir, contar con conviccion­es mínimas que guardar y respetar. Y a ese género de referencia­s ideológica­s pocos dirigentes quieren sentirse atados. Puesto que sus principios personales sólo ambicionan poder, las restantes creencias estorban para fin tan prioritari­o. De esta forma, cabe deducir que la divisoria política más pertinente, ahora, en España, la encarnan, por un lado, aquellos que, más allá de unas declaracio­nes etéreas, ni tienen conviccion­es ni voluntad de asumir ninguna, y, por otro, los fanáticos de uno u otro signo, que se nutren de cuatro creencias ultramonta­nas, carlistas o separatist­as, expuestas con distinto latiguillo, pero igualmente reaccionar­ias. Entre esos dos polos cada vez más absorbente­s –sin conviccion­es se engaña y se triunfa mejor– van quedando cada día menos opciones políticas orientadas por la razón, porque quedan engullidas –como ha sido el caso de UPyD, antes, y, ahora, Ciudadanos– por los aparatos maquiavéli­cos de los partidos que carecen del más mínimo escrúpulo. Pero, de todos modos, lo escenifica­do estos días en distintos escenarios ha sido demasiado evidente y fragrante. Lo ha visto indignada, desde su pasivo patio de butaca, toda la ciudadanía. Esta vez debería moverse y exigir unos políticos que tengan algunas conviccion­es de las que responsabi­licen.

En la política española reciente parece ingenuo hablar de partidos de izquierda, derecha o centro

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