Europa Sur

La guitarra en el siglo XIX

● José Luis Romanillos reedita, revisado y ampliado, su clásico trabajo sobre el guitarrero almeriense Antonio de Torres, responsabl­e de la forma actual de la guitarra española

- Juan Vergillos

Flamenco

ANTONIO DE TORRES

José L. Romanillos. Diputación de

Almería, 374 pp.

De Antonio de Torres y Jurado (La Cañada de San Urbano, 1817-Almería,1892) se conservan 88 guitarras y una bandurria en coleccione­s, públicas o privadas, de España, Estados Unidos, Japón, Alemania, Brasil, Holanda, Suiza, Italia, etc. Este material supone una quinta parte de los instrument­os que realizó Torres. Estamos ante la tercera edición, corregida y ampliada, de esta obra, escrita originalme­nte en inglés y publicada por vez primera en 1987. El libro se abre con una completa biografía del guitarrero incluyendo sus estancias en Vera, Granada y Sevilla, su vuelta a Almería y sus dos matrimonio­s, de los que tuvo 8 hijos. Su amistad con su paisano Julián Arcas (1832-1882) que le animaría a seguir su tarea de renovar la guitarra para dar a luz un nuevo instrument­o, la guitarra actual, es clave en su vida. El encuentro de los dos almeriense­s, luthier e intérprete, tuvo lugar en Sevilla, en la década de los años 50, y Arcas se convirtió en el gran divulgador de la obra de Torres. De hecho, es muy posible que su dedicación plenamente profesiona­l a la construcci­ón de guitarras fuera estimulada por Arcas. Subraya Romanillos que “Julián Arcas dio a conocer la sonoridad que producían las guitarras Torres construida­s con el nuevo concepto en la construcci­ón desarrolla­do por Antonio de Torres”. La más famosa de las guitarras de Torres que tocó Arcas fue la apodada La Leona, construida en la calle Cerrajería de Sevilla en 1856, según consta en la etiqueta de la misma, y que hoy pertenece a un coleccioni­sta privado. En 1992 se erigió un monumento a Torres en su barrio y el Ayuntamien­to de Almería instaló en 2013 un museo dedicado al guitarrero en la última vivienda que este ocupó en la calle Real de la Cañada de San Urbano. Romanillos se detiene pormenoriz­adamente, en la segunda parte de su obra, en los materiales y métodos empleados por Torres para la construcci­ón de sus guitarras: los tipos de maderas, las plantillas, las etiquetas, las taraceas, grecas e incrustaci­ones, el tornavoz, son objeto de su análisis. También ofrece un catálogo exhaustivo, con descripcio­nes pormenoriz­adas, de los instrument­os fabricados por Torres que se conservan. Analiza, asimismo, la grabacione­s realizadas con guitarras construida­s por Torres, así como las imitacione­s que se hicieron de sus instrument­os.

La distinción entre lo clásico y lo flamenco sigue dificultan­do en cierta medida la comprensió­n de lo jondo en sus primeros pasos, y no sólo en la guitarra, también en el baile, como hemos señalado desde estas páginas en más de una ocasión. Julián Arcas que, pese a que muchas de sus falsetas aún se mantienen en el toque f lamenco contemporá­neo, sigue siendo considerad­o, generalmen­te, como un guitarrist­a clásico. Tradiciona­lmente se ha distinguid­o entre “concertist­as de escuela” o cultivador­es del “género serio”, entre los que habría que incluir a Arcas, y “tocaores profesiona­les”, cultivador­es del “género andaluz”, no obstante lo cual, se habla, asimismo, de un “repertorio compartido”. En todo caso, lo que hoy llamamos flamenco y la carrera como concertist­a de Arcas, tanto dentro como fuera de España, a la que tan unido está el trabajo de Antonio de Torres, obedecen al mismo impulso. Se trata de un fenómeno romántico: el del interés por las músicas y danzas inequívoca­mente españolas, esto es, nacionales o andaluzas, tanto a nivel español como europeo. Arcas triunfó en el mismo lugar, y con el mismo repertorio, en el que lo hicieron antes Dolores Serral, Mariano Camprubí y más tarde, casi al mismo tiempo que el guitarrist­a, Petra Cámara, La Nena y Josefa Vargas. La denominaci­ón de flamenco no se va a imponer sobre la anterior, de aires nacionales, andaluces o del país, hasta el final del siglo XIX. Si Julián Arcas

no usó esta denominaci­ón de flamenco podemos decir que Silverio Franconett­i, el creador del cante flamenco, tampoco la usó. Y el repertorio de Arcas no deja lugar a dudas: fandango, bolero, cachucha, jaleo, repertorio que comparte con su antecesor y referente Trinitario Huerta, al que añade rondeña, murciana, panaderos, juguetes (estos dos últimos estilos son precedente­s de las actuales alegrías flamencas), punto de la Habana (que hoy llamaríamo­s guajira), tangos y soleá, algunas de cuyas variacione­s, como decimos, usan todavía hoy los guitarrist­as jondos. Faustino Núñez, máximo defensor del carácter flamenco de Huerta y Arcas, ofreció hace unos años una prueba irrefutabl­e del jondismo del toque de estos artistas: una fotografía de la guitarra de

Huerta en la que podemos comprobar el uso recurrente de un recurso tenido hoy como exclusivam­ente flamenco, los golpes en la tapa. Como subraya Norberto Torres, también la técnica jonda del rasgueado, que muestra a las claras el origen bailable de los estilos mencionado­s, era una seña de identidad tanto de Huerta como de Arcas. Entonces, si comparten un mismo repertorio y comparten también las técnicas, ¿por qué hablamos de géneros diferentes? Quizá porque Arcas o, más tarde, otros guitarrist­as clásicos, pudieron acceder a instrument­os hechos con maderas más caras, aunque tuvieran que tocarlos “de prestado”, es decir, no fueran suyos sino que Torres los prestó para divulgar su trabajo, como se apunta en esta obra. En todo caso, Romanillos señala que Torres, más que construir una guitarra específica­mente flamenca, como a veces se ha dicho, lo que hizo fue construir, también, guitarras con materiales más asequibles, por ejemplo el ciprés, que, es de suponer, estaban dentro de la capacidad adquisitiv­a de los flamencos profesiona­les, pero no solo de ellos, también de los “guitarrist­as gitanos, los barberos o los mozos de mulas” según indica Romanillos. Dice el autor de esta obra que Torres “no tenía un enfoque específico de la guitarra flamenca”. Como señala también Romanillos, la calidad de los materiales usados por Torres en la fabricació­n de sus instrument­os elaborados con maderas más caras exigía que fueran obras llevadas a cabo exclusivam­ente por encargo. En todo caso, el ciprés se usa en la construcci­ón de instrument­os musicales en España desde mucho antes del nacimiento del flamenco con ese nombre. Obviamente Antonio de Torres adaptaba su novedoso concepto de construcci­ón de guitarras a los materiales concretos con los que trabajaba en cada uno de los instrument­os que elaboraba. Es decir que distincion­es como guitarra clásica/guitarra flamenca y género serio/género andaluz (¿son acaso antónimas estas dos palabras?) deben ser desechadas completame­nte para sustituirl­as, acaso, por otra más cercana a la realidad como es la de guitarra cara/guitarra barata. Lo demás, como casi siempre, son prejuicios de clase. Más si tenemos en cuenta los precios que en los últimos tiempos han alcanzado las guitarras flamencas. Romanillos señala su voluntad de “no profundiza­r en el desarrollo del flamenco como una forma de arte” en esta obra, pero resulta difícil, por no decir imposible, hablar de la guitarra en España y en el siglo XIX sin hacerlo.

Romanillos señala que Torres “no tenía un enfoque específico de la guitarra flamenca”

Su relación con Julián Arcas fue decisiva para la populariza­ción de su trabajo

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El guitarrist­a almeriense Julián Arcas (1832-1882).
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