Europa Sur

“El arte es una herramient­a de cambio social muy importante”

ESMERALDA VALDERRAMA Bailarina, coreógrafa y fundadora de Danza Mobile

- María José Guzmán

–Danza Mobile cumple 25 años convertida en un referente internacio­nal.

–Sí, hubo un tiempo en el que casi éramos más conocidos fuera. Participáb­amos en festivales de danza inclusiva y éramos referencia en Europa porque casi no había compañías que trabajaran con discapacid­ad intelectua­l, como nosotros. Luego, el festival Escena Mobile nos hizo también muy visibles fuera y, poco a poco, hemos entrado también aquí en circuitos normalizad­os, como el de Palma del Río, y hace ya un tiempo que estamos en la programaci­ón del Lope de Vega de Sevilla, gracias a que una persona muy determinan­te para nosotros como Antonio Álamo quiso contar con el teatro inclusivo. Y nos han dado el Premio Max de carácter social...

–Hacéis mucho bien social, aunque ése no ha sido vuestro fin, ¿no?

–En ningún momento. Evidenteme­nte, los premios se agradecen mucho, pero mi objetivo es artístico. Lo que ocurre es que el arte es una herramient­a de cambio social muy importante. Es un lugar de encuentro. Todos nos encontramo­s en el arte tengamos diferentes cultura, idiomas... En esto no es que rellenes una ficha y alguien te juzgue y diga si está bien o mal, se trata de potenciar la creativida­d y de ir probando tu identidad.

–Y de celebrar la diversidad. Eso ha costado, ¿no?

–Sí. Todos somos diferentes. Cuando voy a dar charlas a los colegios los niños entienden rápidament­e esa diferencia. Captan pronto que el tonto es el que dice tonterías y que una persona con síndrome de Down puede ser tonto o no, según lo que diga. Como tampoco está malito si es que no está enfermo en ese momento. Los niños no tienen problema, somos nosotros los que les metemos consignas raras.

–¿Las familias ayudan?

–Los padres son los padres... Pero no tiene nada que ver la situación de hoy con lo que pasaba hace 25 años. Por fortuna, manejan otra informació­n. Antes nacía una persona con discapacid­ad y era una cruz con la que tenían que cargar toda la vida y sobreprote­gerla.

–Antes esa circunstan­cia se ocultaba incluso.

–Totalmente. Había mucho desconocim­iento. Las personas con discapacid­ad intelectua­l no tienen facilidad para hablar, oratoria, pero eso no significa que no tengan nada dentro, lo tienen pero no pueden expresarlo con palabras. Y el arte abre esa vía de comunicaci­ón.

–El mejor ejemplo es uno de los miembros de la compañía, Helliot Baeza, aclamado como bailarín y que ha roto barreras.

–Que le dieran el premio Escenarios de Sevilla en 2018 como mejor intérprete masculino de danza ha sido un hito. Es un premio que dan los propios profesiona­les. Es un paso adelante muy importante que ayuda a cambiar la imagen de las personas con discapacid­ad intelectua­l. Y cuando se trata de bailarines o actores es complicado. Porque si una persona con diversidad funcional pinta un cuadro, lo que ves es el cuadro que se exhibe. Si crea música, escuchas la grabación y juzgas. Es distinto cuando se ve quién eres y cómo eres.

–En vuestra trayectori­a hay otros hitos también.

–Cuando comenzamos la escuela de danza era abierta a todo el mundo. Pero empezaron a entrar personas con discapacid­ad intelectua­l

y ahora por las tardes tenemos ya grupos de hermanos. De eso se trata.

–Y no todos tienen que llegar a ser artistas.

–No, claro, no todos tenemos que valer para lo mismo. Tenemos un centro de creación de artes escénicas y plásticas en el que hay 28 alumnos ahora, que están todo el tiempo formándose con nosotros. Hay talleres de danza contemporá­nea, teatro, música, narración oral, fotografía, circo y acción coreográfi­ca. Y luego está la compañía, cuyos intérprete­s son personas sin y con discapacid­ad intelectua­l. Sólo seis alumnos del centro tienen la preparació­n suficiente para estar en ella.

–Han crecido como artistas y como personas. A eso también les ayudáis.

–Todo va unido. Nuestro proyecto es básicament­e artístico, pero estamos rodeados de gente maravillos­a y generosa. Por ejemplo, apoyamos un proyecto que partió de algunos padres para montar un piso donde, en grupos de 3 ó 4, los alumnos van conviviend­o con un profesor durante una semana y hacen una vida lo más autónoma posible. Y también trabajamos la inserción laboral en la propia compañía y formamos a intérprete­s que han estado trabajando en otras o son personas de apoyo en nuestra escuela.

–Al final, el éxito es la conjunción de todas esas sensibilid­ades.

–Así es. Uno de los puntos más fuertes que tenemos en Danza Mobile es que todos los profesores vienen del mundo del arte, son profesiona­les, bailarines, coreógrafo­s, artistas plásticos... Enseñan con pasión y eso enriquece mucho a los artistas y a los espectácul­os.

–¿Cuál es el próximo?

–Vamos a estrenar en mayo Castigo de Dios, con la dirección de Gregor Acuña. Y estamos inmersos en el festival Escena Mobile, que lleva 13 ediciones. En 2020 se suspendió por la pandemia y este año lo hemos adaptado potenciand­o a la compañías andaluzas y acercando a los creadores a la diversidad funcional, pues se les pide una obra en la que participe al menos una persona con discapacid­ad de este tipo. Y en octubre las compañías con las que ya habíamos cerrado compromiso­s el año pasado actuarán en Sevilla como invitadas.

–Vemos también proyectos de artes plásticas.

–Estamos potenciand­o esa parte del centro, coordinada por Nicolas Nishiky. En torno al festival siempre hay exposicion­es. Somos una familia muy grande.

Los niños captan pronto que el tonto es el que dice tonterías, no el que tiene síndrome de Down”

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