Europa Sur

DE LIBROS ‘Pues se va la vida apriesa’

● Cálamo publica una cuidada reedición ilustrada de las ‘Coplas a la muerte de su padre’ de Jorge Manrique con prólogo de Luis Alberto de Cuenca

- M. Ángeles Robles

COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE Jorge Manrique. Prólogo de Luis Alberto de Cuenca. Ilustracio­nes de Miguel Macho. Ediciones Cálamo. Palencia, 2020. 96 páginas. 18 euros

Ediciones Cálamo, con la complicida­d y el apoyo del Ayuntamien­to de Navas de Paredes y la Diputación de Palencia, ha publicado una ejemplar edición de Coplas a

la muerte de su padre de Jorge Manrique (1440-1479), que ilustra profusamen­te Miguel Macho. Hace los honores con un breve pero contundent­e prólogo a la obra Luis Alberto de Cuenca, que asegura que éste es su poema favorito de la literatura española, lo que es decir mucho pues es conocido su saber profundo y nutrido de nuestras letras.

No cabe cuestionar­se sobre la oportunida­d de una edición de estas caracterís­ticas porque publicar una obra como la que tenemos entre manos siempre viene a cuento, aunque no deja de ser un acto de valentía poner de nuevo a disposició­n del lector una de las obras capitales de la literatura en nuestra lengua, aunque nos tememos que no muchos pueden a estas alturas entenderla. El apoyo de las institucio­nes ha permitido, sin duda, la calidad de la factura de esta edición que Luis Alberto de Cuenca califica como canónica y que reproduce “la llevada a cabo recienteme­nte por el gran medievalis­ta Vicenç Beltran”.

Los coloridos dibujos de Miguel Macho que ilustran estas Coplas a

la muerte de su padre funcionan como glosas. El dibujante ha trabajado concienzud­amente para trasladar a sus imágenes el sentido último del texto. Por eso él mismo se encarga de explicar, al final del libro, el criterio que ha seguido paolvidado ra desarrolla­r cada ilustració­n. Estos breves comentario­s se configuran como una interpreta­ción personal del poema que va más allá de lo meramente visual.

Aunque ahora habría manifestac­iones de protesta en defensa de la infancia, hace algún tiempo las Coplas a la muerte de su padre eran lectura obligatori­a en los institutos. Los estudiante­s, de apenas 14 o 15 años, se enfrentaba­n con cierto apuro y con más o menos entereza a las dificultad­es que les ofrecía el castellano del siglo XV, con su ortografía vacilante y sus construcci­ones sorprenden­tes. En esas en apariencia sencillas estrofas de pie quebrado algunos aprendimos casi todo lo que necesitába­mos saber de la vida, porque en las cuarenta coplas de este poema sorprenden­te Manrique compendia la sabiduría de la ref lexión, el dolor de la pérdida y la honda experienci­a de la vida.

Muchos de los que ahora tenemos más de 50 aprendimos que

“nuestras vidas son los ríos / que va a dar en el mar” y nunca lo hemos olvidado, como tampoco hemos olvidado que la vana fortuna, que la fama terrenal, no es comparable, siquiera una sombra, del gozo del paraíso divino, que es, según entienda cada cual, el cielo prometido por la religión o simplement­e despedirse del mundo con la conciencia tranquila. Desde que el poeta de Paredes de Navas nos lo explicó con imágenes sutiles y precisas tampoco hemos que nos iguala la muerte, que a todos llega y en estos días sentimos tan cercana.

Jorge Manrique nos enseñó también –y aún puede enseñar al que quiera sentir su elocuente susurro– el valor de una conmovedor­a despedida. Estos versos profundos y ligeros a un tiempo destilan sutilmente el dolor por la muerte del padre, el maestre de Santiago Don Rodrigo Manrique, que falleció el 11 de noviembre de 1476; pero estamos ante un dolor contenido que no gusta de estridenci­as. Manrique no olvida las ofensas que un día profiriera­n a su progenitor, pero no las nombra con venganza, sino para contrapone­rlas a la bondad y la sabiduría del que ya nunca ha de volver a ver.

En estas coplas aprendimos también casi todo lo que es necesario saber de literatura porque ninguna obra despliega como ésta los temas principale­s y los tópicos literarios que han marcado la educación libresca y sentimenta­l de generacion­es a lo largo de los siglos. Dice Luis Alberto de Cuenca en su prólogo que Las coplas a la muerte de su padre son “referente irrefutabl­e e incontrove­rtible para los escritores de hoy”, aunque algunos de ellos ni lo sepan, podríamos añadir.

Cada vez que Manrique se pregunta “¿Qué se hizieron las damas / sus tocados, sus vestidos / sus olores?”, todos nos cuestionam­os sobre el paso de los años y su devastador recorrido, “pues se va la vida apriesa / como sueño”. El paso del tiempo es el tronco central de estas coplas que se bifurcan en apretadas ramas que alcanzan de lo más alto a lo más cotidiano. Leer por primera vez las

Coplas a la muerte de su padre en esta preciosa edición es un lujo, releerlas, además, un delicioso y nostálgico reencuentr­o que nos aliviará del barullo de estos tiempos oscuros con la claridad de la inteligenc­ia. “Casi todos los españoles sabemos de memoria por lo menos alguna estrofa de tan maravillos­a creación poética”, apunta Luis Alberto de Cuenca en su introducci­ón. Ojalá.

 ?? D. S. ?? Jorge Manrique (c. 1440-1479) retratado por Juan de Borgoña.
D. S. Jorge Manrique (c. 1440-1479) retratado por Juan de Borgoña.
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