Europa Sur

RAZÓN Y ESCRÚPULOS

- CARMEN CAMACHO

DIOS me libre de fardar, como hacen los pagados de sí, de las lecciones agrias de la vida, pero quiero traer aquí una por si acaso hace pensar: ante personas capaces de atropellar lo sensato y lo ético, cualquiera lleva las de perder. Siempre lleva ventaja quien no tiene escrúpulos, hace válido lo absurdo, no se compadece, esconde una profunda nada bajo la máscara y jamás se le cae la cara al suelo de vergüenza. Al incapaz de sentir vergüenza no lo tengo por amigo, pero tampoco como enemigo: corro de él. Que en el terreno personal podamos encontrarn­os gente así es más o menos inevitable, y es mejor huir rápido de estos demoñejos –y demoñejas–. El problema es cuando esta manera de actuar se convierte en una estrategia política indisimula­da. Pensaba en ello en estos días en los que hemos presenciad­o a Díaz Ayuso hacer el movimiento estrella en el tablero político. Rapidez de ref lejos no le falta a su ventrílocu­o. Kairós se le ha puesto por delante y M.A.R la ha agarrado del mechón. Ni La Católica, a la que tanto dice admirar la presidenta en funciones

Mal le iría a España sin una derecha que sepa guardar las formas, la sensatez, la dignidad y la ética

–más quisiera llegarle al chapín–, se movió más presta. Ante esto, en la realpoliti­k, no hay nada que recriminar. Lo sonrojante es la incoherenc­ia que empuña entre balbuceos. Entre lo que deja entrever porque se le escapa y lo que suelta porque está en el argumentar­io, Ayuso hace pasar por normal lo intolerabl­e, y eso es un peligro. Falsas dicotomías de fácil instalació­n en las mentes más elementale­s, como “socialismo o libertad”, o comparacio­nes inaceptabl­es como la de que los hombres “sufren más agresiones que nosotras” al hablar de violencia machista (por mencionar sólo dos atropellos) representa­n a la perfección cuál es el campo de batalla: el del disparate, la provocació­n y el “todo vale”. En esas lides, como decía, cualquiera con escrúpulos lleva las de perder. Es la estrategia Trump, y funciona. Quien se presta a poner cuerpo a esta estrategia, le falta o moralidad o inteligenc­ia. Además de decoro.

Afirmo que no toda la derecha española es así –frente a este modelo se contrapone el de Feijóo–, y que esto no es cuestión de ideología sino de razón común y de valores, sean éstos cuales sean. Mal le iría a España sin una derecha en condicione­s, que sepa guardar las formas, la sensatez, la dignidad y la ética; con una derecha donde gane la versión dislocada e hiperventi­lada. Eso, Pablo Casado –que aún está pensando qué quiere ser de mayor– debiera tenerlo muy presente.

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