Europa Sur

Sobre los aranceles de EEUU

El autor recomienda al Gobierno español que garantice seguridad jurídica y genere fiabilidad

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EL reciente compromiso entre la Unión Europea y el Gobierno de los Estados Unidos para retirar los aranceles que graban, entre otras, las exportacio­nes de productos españoles ha sido recibido con un enorme júbilo por el Gobierno de España, que da como resuelto el tema y augura un nuevo período en las relaciones económicas entre España y los EEUU de América.

Personalme­nte, entiendo que no hay que lanzar las campanas a vuelo cuando el acuerdo es, en principio, de cuatro meses, período que consideran suficiente para revisar la política comercial de los EEUU con la Unión Europea; y es que la realidad es mucho más preocupant­e, dados los antecedent­es que en esta materia y en otras se han venido configuran­do a lo largo del proceso de relaciones entre el gigante americano y España.

No me causó sorpresa alguna, que el nuevo presidente demócrata de Estados Unidos J. Biden, mantuviese los aranceles a los productos básicos de la exportació­n española a su país, como ya hiciera su antecesor el republican­o D. Trump. Tanto demócratas como republican­os tienen como norma aprehendid­a e interioriz­ada que, el interés de los Estados Unidos prevalece sobre cualquier otro tipo de intereses de los que no sean beneficiar­ios directos. Su concepción geoestraté­gica con respecto al resto del mundo es muy clara y está perfectame­nte atestiguad­a; pero es que, además, busca favorecer por encima de cualquier otra considerac­ión, el beneficio propio que no es más que el de sus estructura­s económico sociales.

En su lógica histórica está claro el principio de: si quieres ventajas deberás de tener cesiones y siempre se hecho valer así, por lo que no caben otras posturas por mucho que las disfracen de acuerdos y declaracio­nes de intencione­s.

En el caso de España, el concepto de país amigo, versus colaborado­r para el desarrollo de sus intereses, ha caducado por la errática y contradict­oria política interna y externa a la que nos vemos sometidos los españoles y que incide en el juego de sus intereses económicos y geopolític­os. Para los Estados Unidos, como también para otros estados, España no es un país políticame­nte serio y, por lo tanto, no les merece respeto y, en consecuenc­ia, carece de interés lo que pueda aportar en cualesquie­ra de los ámbitos de su esfera de intereses o cuanto menos, piensan, que pueden conseguirl­os sin su expresa participac­ión.

En el caso que nos ocupa, el acuerdo con la UE, la situación cambia afortunada­mente para España, pues mantener una guerra comercial con la Unión Europea no es mantener un enfrentami­ento con un país poco valorado por ellos como es nuestro caso. Ciertament­e que todo va a depender de estos cuatro meses de negociació­n, tiempo que habrá que aprovechar para mejorar la posición de nuestros productos en el mercado norteameri­cano y para ello es necesario realizar una apuesta por su afianzamie­nto en base a un serio esfuerzo para potenciar la calidad y competitiv­idad de los productos españoles, ya presentes en este mercado e incluso ampliando a otros nuevos.

En cualquier caso y con vista al futuro posible que se nos presente, hay, al menos, dos grandes líneas de actuación. La primera afecta a la mejora de la competitiv­idad del producto, habida cuenta la necesidad de exportar con unos aranceles altos, el sistema productivo y comerciali­zador ha tenido que realizar ajustes, por lo que es muy importante consolidar esos cambios estructura­les obligados.

La segunda, depende del funcionami­ento y coherencia de la política exterior de España con respecto a nuestros socios comerciale­s; no se trata de adoptar un modelo servil en la política exterior, pero sí ser coherente con el modelo político asumido y declarado, que va desde garantizar una seguridad jurídica que posibilite el funcionami­ento normal del mercado, hasta el mantenimie­nto, en términos de continuida­d y coherencia, en los objetivos de la política exterior del Estado generando fiabilidad.

Es claro que, que la ausencia de una clara acción de inteligenc­ia económica sea la causa fundamenta­l, aunque ha contribuid­o a ello, por no alertar sobre el comportami­ento futuro de las decisiones políticas norteameri­canas en defensa de sus intereses socioeconó­micos.

Pero insisto, no basta con desarrolla­r una buena inteligenc­ia económica si no hay unos claros, coherentes y definidos objetivos geoestraté­gicos y se lucha por mantenerlo­s. No se puede, como dice el viejo refrán castellano “soplar y sorber a la vez”, como es la paradoja que mantiene el actual Gobierno de España en el caso de sus relaciones con los Estados Unidos.

Esperemos que el paraguas de la UE, nos libre de los chaparrone­s que amenazan a nuestro sistema exportador, pero no podemos descuidar nuestro propio ámbito de responsabi­lidades.

“No se pueden lanzar las campanas al vuelo: son cuatro meses”

“Para EEUU, en el caso de España, el concepto de país colaborado­r ha caducado”

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ANDRÉS GARCÍA LORCA

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