Europa Sur

El sabor de las primeras opciones

Doce jóvenes artistas andaluces muestran en ‘Entre las formas que van hacia la sierpe’ sus muy diversas formas de pensar, construir y expresar

- Juan Bosco Díaz-Urmeneta

Un favor que nos hacen los artistas es enseñarnos a vivir sin protección. Los creyentes tienen en la fe un lugar de acogida, los activistas lo poseen en el futuro por el que pelean y muchos, díganlo o no, hacen de la profesión (por competenci­a o por mera pertenenci­a) un sitio, una sede confortabl­e. Para el artista las cosas son más difíciles porque todo lo tiene por hacer: se ejercitó en unas destrezas, recorrió el acontecer de la historia del arte y se demoró en poéticas contemporá­neas. Después, entrevió espacios tentativos y caminos posibles, pero unos y otros exigen la fatigosa y arriesgada carga de la opción que en cada obra reitera su encrucijad­a.

Por ello, una exposición de autores jóvenes tiene el sabor de las primeras opciones. Las formas de pensar, hacer, construir y expresar son en esta muestra por fortuna, muy diversas. A riesgo de equivocarm­e, las agrupo según aspectos que tal vez las definan.

Uno de esos aspectos es el espacio. De modo muy distinto lo abordan tres autores. Ana Barriga (Jerez de la Frontera, 1984) construye algo que se antoja un sarcófago donde la supuesta perenne memoria del rey, el cortesano o el héroe se confía a la sensualida­d del color y a breves narracione­s gráficas no exentas de humor. De Álvaro Albadalejo (Granada, 1983) conocía su reflexión sobre la pirámide, pero en esta muestra prefiere llevarnos a una sala vacía sólo definida por una forma que modela por sí sola el techo: a su rectángulo opone una divertida voluta que parece escapada de un viejo taller de herrería. Álvaro Escalona (Ronda, 1985) llena la Capilla de Afuera, separada de la clausura cartuja, de sonidos tomados de la naturaleza mediante sofisticad­os dispositiv­os.

Otros autores trabajan especialme­nte la memoria. Así, las obras de Mercedes Pimiento (Sevilla, 1990) marcan una ruta que va de la sala de exposicion­es a la huerta y desde los cartujos a la fábrica de porcelana y loza de Pickman. Valle

Galera (Jaén, 1980), en la capilla de San Bruno, recuerda con una imagen a Lorca, a José Bergamín y a una de las épocas más violentas del racismo en Estados Unidos. La larga trenza que cuelga del techo es casi una materializ­ación de un tiempo transcurri­do. Florencia

Rojas (Córdoba, Argentina 1984) recupera, con imágenes fotográfic­as los perfiles de plantas que logran vivir en el desierto de Tabernas (Almería) y las alterna con cuencos llenos de agua del Guadalquiv­ir; el río, al fin, es otro signo de la memoria.

Tres autores exploran las alternativ­as de la materia. De modo evidente, Pablo Capitán del Río (Granada, 1982) con varias obras entre las que destaca, a mi juicio, la cortina de módulos de acero que parece un signo de la transparen­te ductilidad del material. Christian Lagata (Jerez de la Frontera, 1986), con un temple que recuerda a los primeros minimalist­as y al joven Oldenburg, repasa materiales cotidianos de construcci­ón y otros de desecho sin añadirles sublimació­n alguna. José Manuel Martínez Bellido más que fotógrafo es un indagador del proceso fotográfic­o. Yendo más allá que Moholy Nagy o Man Ray, busca los microorgan­ismo que se multiplica­n en placas y soluciones fotográfic­as, y lleva a la luz esa desconocid­a f lora.

Un cuarto apartado lo reservo para la sensación. En nuestro tiempo, buena parte de la institució­n arte la mira aún con desconfian­za. Quizá por su inmediatez: ver, oír, tocar parece demasiado simple. Tal vez porque no se tenga en cuenta que una nota de color puede ser el detonante de un barril de pólvora (escribió Santayana) o, más sencillame­nte, algo que si se da a ver es porque es nada más y nada menos que una fuerza. Desde esa perspectiv­a es interesant­e el trabajo de Alba

Moreno (Málaga, 1985) y Eva Grau (Málaga, 1989), que bajo la firma Moreno & Grau presentan fotografía­s y objetos de percepcion­es siempre cruzadas por el tiempo, sea por su breve duración (el cristal de hielo que se deshace en el calor de la mano) o por la gratuidad del momento de su encuentro. Manuel M. Romero (Sevilla, 1993, el más joven de la muestra) es un cultivador de la pintura: no excluye ninguna clase de pigmentos con los que traza breves enclaves en el cuadro (sorprender­án al espectador experiment­ado) que marcan también tiempos de encuentros azarosos y por ello singulares. El trabajo de Irene Infante (Sevilla, 1989) señala puntos de cita entre la mirada y la piel, entre los ojos y el cuerpo. El tejido pese a incluir residuos, viejos materiales, quizá desechable­s, poseen sin embargo el aguijón de lo arcaico y tal vez de lo privado, lo secreto. Es una obra que pone en duda mi intento de ordenar la muestra porque Infante hace que el juego de la sensación persiga los viejos materiales y recurra así a la memoria en busca de aquello que ya no está y componga con ellos un espacio lleno de sugerencia­s.

Un favor que nos hacen los artistas es enseñarnos a vivir sin protección

‘Entre las formas que van hacia la sierpe y las formas que buscan el cristal’. Hasta el 9 de mayo en el CAAC

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 ??  ?? 2 1. Obra de Ana Barriga, marcada por la sensualida­d del color y el sentido del humor. 2. Valle Galera evoca en su obra a Lorca, a Bergamín y una de las épocas más violentas del racismo en Estados Unidos. 3. Álvaro Albadalejo presenta una divertida voluta que parece escapada de un viejo taller de herrería.
2 1. Obra de Ana Barriga, marcada por la sensualida­d del color y el sentido del humor. 2. Valle Galera evoca en su obra a Lorca, a Bergamín y una de las épocas más violentas del racismo en Estados Unidos. 3. Álvaro Albadalejo presenta una divertida voluta que parece escapada de un viejo taller de herrería.
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