Europa Sur

DE LAS PALABRAS... Y PALABROS

- MÓNIKA BELLIDO monika_bellido@hotmail.com

ESPERO que no llegue el día en que mis compañeros periodista­s se ofendan porque les llame periodista­s y no periodisto­s… Parece que el deporte nacional es dar patadas al diccionari­o en aras a una equiparaci­ón de géneros, cuyo futuro pasa irremediab­lemente por poner arrobas acá y allá en cada texto. Cuantas más, mejor. Por supuesto que hay expresione­s, palabras y giros que ya no representa­n a la sociedad actual y que hay mucho terreno que ganar aún en ese sentido. Pero, las palabras también necesitan algo de cordura para no asfixiar su razón de ser y su existencia ¿Es realmente necesaria esta locura lingüístic­a en la que nos en la que nos sumergen? ¿Es necesaria toda esta redundanci­a diaria que sólo complica la comunicaci­ón?

Cualquier lingüista sabe que el principio que rige la construcci­ón del lenguaje es el de su economía. De eso, de sincopar y de la economía del lenguaje los andaluces sabemos “una jartá”. Sí, con hache aspirada, aunque no me ofenda que mi acento no se refleje por escrito. Ni falta que hace, porque como dice el gran humorista Manu Sánchez “yo hablo un perfecto andaluz”, aunque sepa escribir un perfecto español. He ahí otro de los grandes deportes de hoy; ridiculiza­r gratis el acento andaluz y, de paso, identifica­rlo con la ignorancia. Hace unos días, un anuncio publicitar­io volvía a hacerlo con un impostado sevillano, que de sevillano nada tenía. Pero aquí, no pasa nada. Nada nuevo.

Cualquier lingüista sabe que el uso va por delante de la norma y que la implantaci­ón artificial de matices se ha revelado en muchos casos inútil. Hace poco circulaba por las redes un mensaje con una triste realidad que alguien anónimo se encargó de apostillar. “Nadie habla de los muertos y muertas de la pandemia”.

Ese “todos y todas” y esas arrobas incrustada­s en los textos por doquier comenzaron a llegar puntualmen­te a las notas de prensa de las redaccione­s, a finales de los noventa. A partir de entonces, a fuerza de imponer el uso, muchos hablantes las adoptaron de una manera tácita, como si fuera un pecado no usarlas, como si obraran mal por olvidar citarlas. Pero, por fortuna, la humanidad, esa palabra tan grande, de género femenino, incluye a todo ser humano; a ellos, a ellas y a elles… Ahí lo dejo. Quizás lo artificial en el lenguaje, termina dejando ver que es imperfecto y que los grandes problemas no se arreglan dando patadas a la lengua de Cervantes, de Lorca, de Falla, de Picasso, de Lola Flores, de Blas Infante que habló de “los andaluces”, que querían volver a ser lo que fueron y seguro que jamás pensó que su himno omitiera a las andaluzas. Hay que caminar hacia la igualdad. Faltaría más. La pregunta es si ese camino pasa por destrozar, complicar o cauterizar uno de los pocos tesoros que aún nos quedan; nuestra lengua.

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