‘Verano del 62 y otros relatos’
El libro de Manuel J. Ramos Ortega es una obra para recorrer Cádiz, su paisaje y su paisanaje
Si seguimos lo dicho por Ortega y Gasset, el autor de este libro, Manuel J. Ramos Ortega, y yo somos de la misma generación, pues no nos separan quince años, aunque en el 62 yo no tenía los mismos años que él. Así que leer esta obra ha sido recorrer Cádiz, su paisaje y su paisanaje, como decía Unamuno, y mi propio padre citaba frecuentemente. Más aún, en muchos de sus relatos se centra en la calle Cervantes y la Plaza de Gaspar del Pino, también lugares de mi familia materna, y para el autor su casa de siempre, en la que vivió de niño y de joven.
Recorre con detalle la plaza “por la que mira a menudo desde el cierro” y recuerda a Quintero, el practicante, y a su hermana; al doctor Gómez-Planas, que tenía su consulta en esa calle y que iba en verano vestido de blanco y saludaba, quitándose el sombrero, cortésmente. La pensión de la calle Benjumea, que también recordamos tantos gaditanos, en la que residían muchos estudiantes de Medicina, aunque hay ficción junto al dato real.
Un año después de la declaración del estado de alarma, conmueve leer estas páginas que rememoran aquellas que, también debido a otras epidemias, se escribieron y constituyen obras célebres de la literatura universal. Nuestro autor como profesor y catedrático de literatura que es nos lo recuerda.
Los relatos están escritos mediante muchos y buenos recursos para dejarnos en suspense como en el primer relato Gaviotas sobre el cementerio o Il cenacolo. Nos trae a la memoria datos eruditos sobre Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Gregorio Peces Barba o Mario Vargas Llosa, entre otros, que recrean con detalle cotidianos el papel y la valía de estos intelectuales contemporáneos.
Nos habla, de nuevo, de Eva Gúndersen mediante relatos insólitos, donde lo real y la ficción se mezclan. Recomiendo la lectura de su novela Mi vida con Eva Gúndersen (2009), si es que aún no la conoces. Con mano magistral nos contagia su palabra, sea real o no, ya nos recuerde los mitos como el de Perséfone, La muerte siempre llama dos veces, leyendas como El ángel de San Francisco, o escriba de forma costumbrista, Mariquita Cádiz, Garitas de la Playa o El Pimpi.
Cada día he buscado un rato para proseguir la lectura de esta obra hasta el fin, con momentos tan conmovedores como cuando habla de sus hermanos y, especialmente, de Pablo; de su padre, el marino; de los abuelos o de Rafael de Cózar, que muchos conocíamos. Mediante recursos muy actuales, al recordarnos una y otra vez lo que nos dice, va conmoviendo nuestras almas y adentrándolas en su escritura, que nos parece la propia nuestra,
A menudo, destaco que Manuel J. Ramos Ortega es antológicamente el novelista de Cádiz. Estos relatos me lo confirman de nuevo. Enhorabuena al autor y a cada lector, pues su lectura no le decepcionará. /JUANA SÁNCHEZ-GEY VENEGAS. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID