LLUEVE SOBRE MOJADO
NO le faltan razones a las autoridades sanitarias de la Junta de Andalucía a la hora de reclamar al Gobierno de España que extreme la vigilancia en el control de paso en la Verja tras la decisión del ejecutivo gibraltareño de levantar el toque de queda y de no hacer obligatoria las mascarillas en los espacios al aire libre. En el Peñón se confía en la eficacia de la vacunación masiva de la que se ha beneficiado prácticamente toda su población y una parte de los trabajadores transfronterizos, pero esta relajación de las restricciones entraña sus riesgos desde la consideración de que los ciudadanos llanitos no viven aislados, ya que junto con los de La Línea y los de buena parte del Campo de Gibraltar se mueven a diario en una conurbación apenas interrumpida por la pista gris del aeropuerto y los cauces del Guadarranque y Palmones. No solo se trata de los 14.000 transfronterizos que van y vienen del Peñón, sino también del trasiego de personas que se desplazan acá y allá para almorzar, ver a sus amigos o realizar sus compras.
Si el consejero Aguirre clama por que se exijan pruebas de Covid en la Verja o que, incluso, se aísle físicamente a Gibraltar mientras mantenga esta laxitud en las medidas contra la expansión del virus es porque es muy consciente de lo ocurrido a finales de diciembre y primeros de enero. La cepa británica entró entonces por el Peñón y cruzó la Verja, abierta de par en par, pese a la voz de alerta dada por la Junta y hasta por los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que allí estaban. Muchos de ellos fueron testigos directos en el puesto de control aduanero de la larga cola de llanitos rumbo a Sotogrande, Guadiaro o Palmones mientras sus bares y restaurantes seguían convenientemente clausurados. A todos ellos se sumaron, además, no pocos foráneos llegados en avión y a los que no se les pedían los correspondientes tests si su destino declarado era España.
Todo ello tuvo mucho que ver en la comarca con la aparición de la tercera ola, de la que aún no hemos salido. Tal fue la virulencia de su impacto que obligó al cierre perimetral de los municipios de toda la comarca. ¿O es que no nos acordamos de los padres de La Línea, negándose a llevar a sus hijos al colegio?
Ahora, la amenaza radica en que la eficacia de las vacunas, siendo del todo imprescindibles, no es ni mucho menos del 100% –es más, aunque pocos, en la Roca siguen contabilizándose nuevos contagios a diario– y en el hecho de que personas no vacunadas se den cita en Gibraltar sin medidas de profilaxis y vengan luego al otro lado de la Verja como si tal cosa.
Escribo estas líneas en viernes y acaba de hacerse pública la cifra oficial de fallecidos: 590 personas han perdido la vida en España en las últimas 24 horas. Y más de 7.500 se han contagiado. Llueve sobre mojado.
Si el consejero clama contra las decisiones adoptadas por Gibraltar es porque recuerda lo sucedido en enero pasado