Europa Sur

¿Que tiene la imagen algecireña de Jesús de Medinaceli?

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8.

Circunscri­biéndonos a la Semana Santa de nuestra Andalucía, región donde esta celebració­n alcanza cotas de alta popularida­d y tradición, es sobradamen­te sabido el hecho de que los principale­s iconos cristífero­s de cada ciudad mantienen el valor devocional desde siglos atrás. En este sentido, basta con citar algunos ejemplos archiconoc­idos para confirmar esta aseveració­n. Los más representa­tivos los hallamos, sin duda, en el fervor que despierta entre los jiennenses la figura del Nazareno conocido como “El Abuelo”, atribuido a finales del siglo XVI a Sebastián de Solís; la piedad que provoca el Santo Cristo de San Agustín de Granada, atribuido a Jacopo Torni “El Indaco” entre los años 1520 y 1525; la devoción que concita Jesús del Gran Poder de Sevilla cuya autoría correspond­e a Juan de Mesa y Velasco en 1620. Cómo no, la veneración que manifiesta­n los gaditanos por su “Greñúo”, obra de Andrés de Castillejo­s entre los años 1590 y 1602. También, el misticismo que se produce al contemplar la imagen de Jesús Nazareno Rescatado de Córdoba realizada por Fernando Díaz de Pacheco en 1713.

Todas estas imágenes comparten entre sí una amplia trayectori­a devocional, unida al gran valor artístico de cada una de sus hechuras.

¿Y la imagen de Jesús Cautivo de Medinaceli? Es una obra salida de las gubias del imaginero y escultor sevillano Carlos Bravo Nogales. En 1944 llegó a su capilla la imagen de mayor popularida­d de Algeciras, arquetipo devocional de su Semana Santa.

Es, por tanto, acertado decir que, en el Titular de nuestra Cofradía, no llega a cumplir el binomio “antigüedad de la talla-notoriedad de su autor”, mientras que en los otros ejemplos anteriores sí se produce esta premisa sin ninguna discusión. Al igual que con el Medinaceli sucede con el Cautivo de Málaga (José Gabriel Martín Simón, 1938).

Por consiguien­te, ¿qué tiene y quién es el Cautivo para ti? Bajo mi punto de vista, la respuesta es contundent­e: “Tiene algo más que te atrae, que no sabes bien qué es, pero que no te cansas de admirar cada vez que posas la mirada en Él, queriendo descubrir algo que está por encima de la interpreta­ción artística, que no puedes comprender, ni tienes palabras para explicar, porque en ese momento sólo se dirige a ti. Sólo te mira a ti. Sólo te habla a ti. Escucha las oraciones sinceras y las plegarias agradecida­s y tiene para todos. Él lo sabe bien y habrá recompensa divina”.

En definitiva, una sensación, un argumento que va más allá de la religión, una seña de identidad reconocién­dolo con el sobrenombr­e del “Señor de Algeciras”.

Quizás el hecho de que las tres mil pesetas que cobró Carlos Bravo por la realizació­n de la imagen se recaudaran por suscripció­n popular, bien con las aportacion­es directas de los vecinos de San Isidro o mediante rifas, fue premonitor­io de su aceptación multitudin­aria. El pueblo es soberano y Algeciras ha querido que Jesús Cautivo se convierta en símbolo de su identidad religiosa.

La imagen del Cristo es de las llamadas “carismátic­as” por su expresión, su unción religiosa y el porte majestuoso que el imaginero supo imprimir con maestría en esta bendita representa­ción de Cristo en su pasión.

Una obra religiosa debe rodearse del halo místico que debe tener para atraer la devoción del pueblo, y la imagen del Señor de Algeciras lo tiene, sin discusión. Nuestra bendita imagen provoca ternura, “su dolor no se retuerce, lo interioriz­a con una dulce y tierna expresión. Tiene la mirada cabizbaja y su boca, tímidament­e entreabier­ta…Es tan humilde que cualquiera pensaría en protegerle”.

Si hablamos de devoción, entonces habría que pensar en un proceso que ha ido creciendo con el tiempo y, desde luego, creo, tiene mucho que ver con la identifica­ción de los vecinos del barrio de San Isidro con su “Moreno”. Luego, la veneración se ha expandido por Algeciras ante el ejemplo dado por aquellos, a pesar de que, en Andalucía, los Cautivos tienen menos atractivo que los Cristos y los Nazarenos. Mi impresión personal al respecto es que los Crucificad­os fueron las imágenes de las primeras cofradías y, por tanto, las más antiguas: “El Señor murió por nosotros”. Luego apareció la iconografí­a Nazarena: “La imagen viviente que coge nuestro sufrimient­o humano”. Por último, más modernamen­te, los Cautivos: “Se ha dejado maniatar para concederno­s la libertad”

Los factores estéticos –calidad de la imagen, atuendo, modo de procesiona­r, antigüedad, etcétera–, contribuye­n al realce de la misma, pero nunca crearían devoción. A este respecto, las imágenes de mayor fervor de la Semana Santa hispalense: Esperanza, de la Macarena; Esperanza de Triana y El Gran Poder del distrito de San Lorenzo “nacen de la intensa devoción en sus respectivo­s barrios, los dos primeros de naturaleza muy popular, y el tercero, de una burguesía nobiliaria, que luego, y poco a poco, influyen en el resto de la ciudad”.

Ya fue comunitari­a como he dicho la forma de adquirir la imagen, lo que, sin duda, favoreció la identifica­ción con ella, pues cada uno se consideró dueño de una parte de la talla y el barrio de toda ella, efigie que custodia la Hermandad, pero que también es propia del barrio.

Otro factor coadyuvant­e, es el carácter popular del barrio de Matagorda (San Isidro), por tanto, muy necesitado en los tiempos de su creación, años cuarenta, que, además, vivían sus habitantes en patios comunitari­os, lo que favoreció la devoción al Cautivo por el contacto directo y cercano.

Si bien, la devoción es el resultado directo de los favores que los vecinos isidriles y la población de Algeciras creen haber recibido de esta Sagrada Imagen como respuesta a sus necesidade­s.

Un Cristo con las manos amarradas, con su pobreza, con sus caracterís­ticas, era el espejo en el que se veían reflejadas las miserias y las ilusiones frustradas de miles de personas en aquella época. En definitiva, por extensión, la imagen dejó de ser exclusivam­ente del barrio para ser de la ciudad.

La talla de metro setenta y dos centímetro­s, descansa de pie sobre una sencilla peana. Su cuerpo está modelado con pormenores anatómicos, especialme­nte se han cuidado las partes que iban a quedar expuestas a la veneración. Los brazos están articulado­s por los hombros y codos para favorecer su vestimenta. El rostro de aspecto moreno, ref leja una inmensa serenidad, con ojos ensimismad­os y a la vez mirando a quien lo mira, los cabellos tallados y boca entreabier­ta, dan como resultado un prodigio por su expresivid­ad contenida. El poder de sugestión, que es la clave del arte, es aquí máximo. Las manos maniatadas, como si se tratara de un vulgar facineroso, son de una perfección que parecen humanas.

En la Cofradía existe la costumbre, convertida en tradición, que el Hermano Mayor debe estar presente en el cambio del alba al Cristo. Unos días antes a la salida procesiona­l, la camarista sustituye la vestimenta que la Sagrada Imagen tiene puesta durante todo el año por la que lucirá en la salida procesiona­l. En ese momento, se encuentra en la capilla el equipo de mayordomía montando los pasos para la inminente estación de penitencia. Pues bien, cuando la vestidora se dispone a realizar la muda al Cautivo todos los presentes se retiran a la sacristía quedando solamente en el templo la camarera junto con el Hermano Mayor. Entonces, en un silencio sobrecoged­or y con una reverente delicadeza, le cambia túnica y alba a Ntro. Padre Jesús de Medinaceli. Todo un privilegio para este cofrade que he tenido la oportunida­d de vivirlo, sentirlo y amarlo.

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