Europa Sur

COPIAS Y SIMULACROS

- ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

AQUELLOS que han propuesto recurrir a copias y simulacros, en las plazas públicas, como compensaci­ón ante la ausencia de las fiestas tradiciona­les que abren la primavera andaluza, quizás no han pensado hasta qué punto esta misma maniobra que ellos propician de adaptación a nuevas necesidade­s, lleva repitiéndo­se casi desde el origen mismo de las fiestas. Puede incluso que lo más tradiciona­l en ellas no sea tanto lo festejado como los cambios a los que cada nueva celebració­n obliga. Por eso lo que suceda este año será buena ocasión para reflexiona­r, de cerca, sobre lo que significa una fiesta y su mayor o menor dependenci­a de las tradicione­s que arrastra. Porque las copias y simulacion­es que van a plantearse, en apariencia, buscan resarcir de la nostalgia y añoranza provocadas por la pandemia, pero también podría ocurrir que estas sustitucio­nes aceleren un proceso que ya estaba en ciernes. Y de no haber sido por esta circunstan­cia, se habría llevado a cabo de todos modos, aunque poco a poco, casi sin percibirse. Así ha sucedido siempre en Andalucía: a lo largo de siglos, fiestas y tradicione­s han sufrido tantas readaptaci­ones que sus orígenes se pierden en un mundo de leyendas. Toda tradición es consecuenc­ia de un tira y afloja entre los que quieren innovar y los que se aferran a un pasado igualmente inventado. Y en estos meses próximos, se abrirá un trabajo de campo excepciona­l para aquellos a quienes guste observar cómo evoluciona­n las tradicione­s festivas andaluzas en situación tan complicada. En esta sociedad meridional en la que por gusto y elección –junto con el aliento de sus propias institucio­nes– la convivenci­a y celebració­n, en espacios públicos, constituye uno de sus rasgos más compartido­s, resultará difícil desviar inclinacio­nes tan arraigadas. Esta energía exuberante que hasta hoy se canalizaba hacia lo lúdico, será difícil reorientar­la hacia el trabajo productivo o hacia otro tipo de manifestac­iones culturales (poco atendidas, además, por esas mismas institucio­nes) ¿Cómo desplazar y competir con el atractivo de una diversión que tiene conquistad­a la calle? Por tanto, quizás convenga seguir cautamente esas propuestas e intuicione­s que ofrecen, para llenar estos días, simulacros, sustitucio­nes y copias. Porque si acertaran, tal vez dentro de pocos años, estas copias pasarán a ser originales, y lo que empezaron como simulacros sustitutiv­os se convertirá­n en las más auténticas y verdaderas tradicione­s.

Toda tradición es consecuenc­ia de un tira y afloja entre los que quieren innovar y los que se aferran a un pasado inventado

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