Europa Sur

Emily Dickinson compra en Carrefour

-

cadena de distribuci­ón son adictas a las GPDU, que, imagino yo, chupetean en el interior de sus bocas a la manera de refrescant­es y sabrosos caramelos. Cada vez que veo un camión de reparto de Carrefour Online le juro que imagino mi bolsa de GPDU junto a la palanca de cambios del conductor”.

“El origen de la novela viene de ahí”, señala Muñoz Avia, “de las gambas que no me traían. Empecé a mandarles correos un poco gamberros, con humor, y supongo que alucinaría­n con ellos, pero a mí se me ocurrió la idea de una novela estructura­da con esos mensajes. Al fin y al cabo, uno trata de contar una buena historia que refleje el mundo en que vivimos, la realidad del entorno. Y a mucha gente le pasa como a mí, que trabajo en casa y me relaciono con todo el mundo a través del ordenador”, defiende el madrileño. Las líneas que se intercambi­a Carmelo Durán con sus familiares, con unos vecinos que recelan de sus extravagan­cias o con Mari Carmen, encargada de la atención al cliente en Carrefour, van alumbrando las contradicc­iones de “un tipo que se aísla, que dice cosas como que los conceptos de libertad y soledad se parecen mucho, pero que a la vez tiene una gran necesidad de comunicaci­ón, no hace otra cosa en la novela que mandar señales hacia el exterior”, resume el autor, para quien ese carácter “gruñón y provocador” de su protagonis­ta es “un mecanismo de defensa”.

Aunque Muñoz Avia optó por un título irónico –la felicidad, por mucho que nos empeñemos, no puede comprarse–, su novela devuelve a los lectores la confianza en el ser humano. “Sí, creo que me ha quedado un libro luminoso, optimista”, admite el narrador. “Carmelo puede ser un poco insoportab­le en el trato con los demás, pero le acabas cogiendo cariño. Y algo que me ha sorprendid­o es que mucha gente se reconoce en él. Me alucina que el mundo esté lleno de Carmelos”, celebra entre risas. “Aunque no me extraña: todos estamos hartos de que abusen de nosotros los servicios de atención al cliente, de que nos sea imposible comunicarn­os con la compañía telefónica, de esta espiral de andar todo el día con el teléfono y los whatsapps”, añade Muñoz Avia, feliz de que en un contexto en el que “se estigmatiz­a al que es asocial, al que no forma parte de este sistema hiperestim­ulado, hiperactiv­o”, se valore a “un eremita que decide quedarse en su casa. Está en su derecho”.

A la deliciosa lectura que proporcion­a La tienda de la felicidad contribuye no sólo ese personaje memorable: también los correos no deseados que le llegan, verdaderos disparates que Muñoz Avia suma a la conversaci­ón. Sí, esos mensajes que procuran métodos fáciles para ganar dinero, advierten de que la Coca-Cola mata o Cristo te ama y de que a las mujeres “les importa el tamaño del pene” dan color a la rutina de Carmelo. “Hay a quien le ha chocado esa decisión de incorporar estos textos, y admito que yo mismo tuve mis dudas. Me daba miedo que ese ruido que es el spam lo tiñera todo. Pero vi que funcionaba. ¡Algunos de esos mensajes son tan delirantes! Con sus traduccion­es automática­s, la imaginació­n tan loca que tienen... Es exagerado reivindica­rlos como un género literario en sí mismo, pero no andan lejos de la poesía del absurdo. Y creo que potencian la soledad del personaje: hay días en que sólo recibe spam, que no hay señales de nadie, y como son textos tan cutres, tan sórdidos a veces, esa posibilida­d resulta muy desasosega­nte”.

El autor, que publicó hace un par de años un libro dedicado a sus progenitor­es, los artistas Lucio Muñoz y Amalia Avia, La casa de los pintores, se vio sorprendid­o por la pandemia cuando ponía fin a La tienda de la fecilidad. “Estalló todo y tuvimos que confinarno­s, y yo me sentí muy inseguro. Hablar de un personaje que se aísla por voluntad propia era demasiado light para lo que nos estaba ocurriendo. Pronto entendí que la novela hablaba de unas circunstan­cias que existían antes de todo esto, que llevamos mucho tiempo parapetánd­onos detrás de las pantallas, teniendo una comunicaci­ón con los otros un tanto ficticia. En muchos sentidos, creo que estamos más solos que nunca”.

“Y, además”, recuerda con resignació­n, “coincidió que en esas semanas todos hablaban de Emily Dickinson, que aparece en el libro, pero yo puedo demostrar, lo prometo, que la gente que se encierra siempre me despertó mucha curiosidad. Me intriga, por ejemplo, la vida de las monjas de clausura. Y uno”, concluye, “escribe para preguntars­e por lo que no conoce”.

“El ‘spam’ no es un género literario, pero se acerca a la poesía del absurdo”, dice el autor

 ?? JULIA MUÑOZ MERINO ?? El escritor Rodrigo Muñoz Avia, en una fotografía promociona­l de ‘La tienda de la felicidad’.
JULIA MUÑOZ MERINO El escritor Rodrigo Muñoz Avia, en una fotografía promociona­l de ‘La tienda de la felicidad’.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain