Europa Sur

Arrimar el hombro

- Luis Capote Martínez

Preguntada una de las enfermeras jubiladas, de las que voluntaria­mente participan en la campaña de vacunación masiva en Madrid, dijo que “estaba allí para arrimar el hombro”. Pero también ocurrió en Barcelona y posiblemen­te en otros lugares de España. El hecho, uno más en este tiempo de azote colectivo y tragedias personales, exige no dejarlo pasar y retener su recuerdo y su ejemplo antes de que le sepulte el aluvión de noticias e imágenes que a diario nos traen los medios de comunicaci­ón y las redes sociales.

Con el uso de la expresión “arrimar el hombro” se declara la voluntad de hacerse cargo de forma humilde y solidaria de una parte de la carga que soportan los demás y en este caso, además, lleva la grandeza de servir a una necesidad social. Ésta, la sociedad, que es ese entramado impersonal de usos y costumbres que van desde la lengua hasta las institucio­nes pasando por los modos de organizaci­ón y de hacer política, va inoculándo­se en nosotros desde que nacemos. Y como todos la llevamos dentro, en cierta medida, también lo somos. Nuestro vivir depende de ella y mejorarla es también la obligación de todo bien nacido. Actitudes como las de aquellas enfermeras, junto a las que vienen teniendo otros muchos, hacen de la sociedad un tejido más elástico y capaz de soportar grandes tensiones sin romperse. Pero también más seguro, por existir una fuerza de recuperaci­ón social que trata de no dejarnos abandonado­s o sometidos exclusivam­ente a las fuerzas del azar.

Desandando el tiempo encontramo­s un periodo de nuestra vida colectiva en el que la rigidez se impuso a la flexibilid­ad. Como sabemos todos, en los años treinta del siglo pasado se quebró la sociedad española por distintos estratos y en varios trozos que, reagrupado­s en dos y sintiéndos­e insolidari­os uno de otro, acabaron chocando violenta y trágicamen­te. Todos perdieron, todos perdimos. Recoger la enseñanza y recordarla siempre es condición necesaria de buena inteligenc­ia colectiva. Mas la condición suficiente es que cunda el ejemplo de los mejores. Quien estima la ejemplarid­ad trata de imitarla y emularla y su efecto es el de elevar solidariam­ente al resto social. Apliquémos­lo a la política, nos lo exige la encrucijad­a en la que vivimos hoy día caracteriz­ada por los efectos de la pandemia, los cambios tecnológic­os y las fuerzas descontrol­adas de la globalizac­ión.

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