Europa Sur

LA CHARCA

- EDUARDO JORDÁ

PARECE que el modelo Sálvame –o peor aún, el del falso docudrama de Rociíto– se ha instalado definitiva­mente en nuestra vida política. Lo hemos visto con el enfrentami­ento gritón y vulgar en una emisora de radio entre Pablo Iglesias y Rocío Monasterio. Todo es tan falso y parece tan guionizado –y por desgracia, las television­es y las radios parecen encantadas de apuntarse al show– que ya no sabemos cuánto hay de verdad o cuánto hay de mentira en estas peleas de plató. Y peor aún, uno ya no sabe qué pensar sobre los hechos que las han provocado. Todo

suena tan teatral, tan perversame­nte “preparado”, que lo más lógico es dudar ya de todo: de las balas enviadas por correo, de las amenazas de muerte, de los ataques en los mítines de Vox, de las pedradas, del cóctel molotov en una sede de Podemos y de todos los insultos y los enfrentami­entos que hemos vivido en estos últimos días. Pero lo malo es que esta estrategia tiene sus consecuenc­ias. Ahora mismo marcan tendencia en las redes sociales dos palabras: Rata y Nazi. Los que gritan “Rata” son los partidario­s de Rocío Monasterio que insultan a Pablo Iglesias. Los que gritan “Nazi” son los partidario­s de Pablo Iglesias que insultan a Monasterio. Fabuloso. Rata. Nazi. Si nadie lo remedia, el odio y la violencia que hay detrás de estos insultos irán

calando en la gente de la calle. Y un día pasará algo gordo.

Todo esto empezó hacia 2010, con la crisis económica, cuando la izquierda más extremista copió las tácticas callejeras de los batasunos y adoptó los escraches argentinos contra los adversario­s políticos. Luego esta forma de actuar se extendió a Cataluña, donde se ha utilizado para silenciar a opositores y disidentes. Y desde hace unos años, Podemos la ha trasladado al resto del país. Estos son los hechos. Es cierto que la extrema derecha ha actuado a veces, pero su presencia hasta ahora era marginal (ahora ya no lo es). Y como pasa siempre, el principio de acción/reacción de Newton ha funcionado enseguida: donde antes había extrema izquierda, ahora hay también extrema derecha. Y lo peor es que los partidos como PP y PSOE, que deberían ocupar el centro, han aceptado pactar con la extrema derecha o con la extrema izquierda para asentarse en el poder. Y así vamos. Vivimos en una charca. Y lo que pueda salir de ahí –que ya está saliendo– sólo puede ser malo, muy malo.

El modelo de ‘Sálvame’ –o el del falso docudrama de Rociíto– se ha instalado en nuestra vida política

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