Europa Sur

EL TRASFONDO DE LA BATALLA POR MADRID

- ROGELIO RODRÍGUEZ

LAS elecciones autonómica­s que se celebrarán en Madrid el día 4 del próximo mes de mayo han cobrado una repercusió­n inusitada en un país exhausto, con todos sus indicadore­s en rojo, donde el Gobierno no acierta ni cuando rectifica y la oposición se muestra incapaz de constituir una alternativ­a sólida. El resultado que arrojen las urnas ese día, sea el que sea, no menguará ninguno de los problemas que destruyen la economía, la salud, la estabilida­d o la cohesión territoria­l. A Madrid, faro de referencia como capital del Estado, la han convertido en un pretexto simbólico: el PSOE para escabullir­se del drama e izar sus credencial­es en el fortín del PP durante los últimos 26 años y, los populares, que convocaron los comicios en un escorzo agónico de salvación, para iniciar al calor de las encuestas su cruzada hacia La Moncloa. Todos saltarán al vacío, pero si los conservado­res no suman mayoría suficiente el PP caerá en una sima más profunda de la que ya se encuentra.

Al margen de lo que augure el CIS del avezado sanchista Tezanos, hay un dato que dificulta la creencia general en que Isabel Díaz Ayuso podrá formar Gobierno, a solas o en compañía de

Vox o de Ciudadanos, en el supuesto de que éste no desaparezc­a. Y la dificultad no es otra que el fraccionam­iento de la derecha, hecho que históricam­ente era connatural en la izquierda hasta que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se dieron el “sí quiero” arropados por secesionis­tas y abertzales con derechos de ajuar. Sólo podía ocurrir con dos personajes políticos de esa índole y en una coyuntura insólita, a lo que coadyuvó el estallido de la corrupción en el PP, la flacidez de Mariano Rajoy y el hecho, también determinan­te, de que el partido dejara de aglutinar a liberales, democristi­anos y ultraconse­rvadores. Al PSOE le golpeó electoralm­ente la demencial política económica de Zapatero, de la que Podemos obtuvo rédito, cada día más decrecient­e, pero al herido PP lo mutilaron Vox y Ciudadanos. La aritmética es elocuente y la ley electoral, una losa.

Para la dirección nacional del PP, medirse en las urnas de Madrid con una candidata como Díaz Ayuso, que, por esas cosas raras de la vida, ha logrado un enorme protagonis­mo, se ha convertido en una oportunida­d que trasciende el valor de una convocator­ia difícilmen­te extrapolab­le. Díaz Ayuso huele a victoria y ante esa tesitura nada importa que, en caso de necesidad, haya que celebrar casorio con el partido ultra contra el que tanto ha despotrica­do el líder del PP y al que repudian barones regionales del peso de Núñez Feijóo. La encumbrada presidenta en funciones de Madrid tiene motivos para mostrarse optimista. En definitiva, Casado se juega más que ella. Pero conviene saber que la esperanza no es igual que el optimismo. Decía Vaclav Havel, el desapareci­do ex presidente de la República Checa, que la primera “no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independie­ntemente de cómo resulte”. Havel era un gran tipo.

El resultado no menguará los problemas de la economía, la salud o la estabilida­d

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