DEL BIT AL MICROORGANISMO
Como investigador y profesor en la Escuela de Medicina de Monte Sinaí de Nueva York, José Carlos Clemente Litrán (Sevilla, 1974) ve adecuado posar bajo la estatura de Antonio Machín y junto a la casa familiar, porque, al igual que los científicos, los artistas recurren más a la transpiración que a la inspiración. Ingeniero informático especializado en biotecnología y genética, Clemente estudia la composición de los microorganismos que viven con nosotros, el microbioma, en busca de señales de patologías.
–Decía Belmonte, en la biografía de Chaves Nogales, que un sevillano va pisando fuerte para que se escuche el sonido de sus pisadas. En esta ciudad tienes que pisar como si fueras Antonio Canales o no te escucha nadie.
–Mucha animación y mucha vanguardia, pero de fútbol allí nada de nada...
–Tiene algo de tirón entre la gente joven, sobre todo las chicas, pero, claro, ni comparación con la cultura futbolística en España: que te lleven al estadio de niño, juntarte con los amigos a ver el partido en el bar, las puyas después de un derbi… En fin, todo eso que no se puede conseguir sólo con dinero y con superestrellas.
–En el número de bares por habitante tampoco nos ganan los neoyorquinos, ¿verdad?
–Ni en bares ni en iglesias. En lo importante ganamos por goleada.
–Machín cruzó el Atlántico con unas maracas y usted, cuando lo hizo en el sentido opuesto, ¿qué llevaba consigo?
–Una maleta de Bolsos Casal y bastante ignorancia de lo que es el mundo por ahí fuera.
–Después de 30 años aquí, Machín decía que era el más cubano de los españoles y el más español de los cubanos. ¿Le pasará a usted igual cuando esté 30 años en Estados Unidos?
–Siempre se le pegan a uno cosas de donde vive, pero, como decía mi padre, yo siempre seré de mi pueblo.