Europa Sur

LA DIGNIDAD DE ALBERT RIVERA

- 5 JUAN M. MARQUÉS PERALES @marquesper­ales

LOS cambios ideológico­s están sustentado­s en muchas ocasiones por razones nobles, aunque la sabiduría está más cerca de la evolución desideológ­ica, esa transición en la que el hombre se va desprendie­ndo de los andadores juveniles que le ayudaron a recorrer el mundo. La madurez que pocos alcanzan está más relacionad­a con esta liberación que con la supuesta derechizac­ión que acompaña el paso de la edad. Pero a cualquiera de los dos casos le debería acompañar esa actitud estética que llamamos dignidad,

Santiago Carrillo dejó el PCE a mediados de los años ochenta y transitó con un pequeño partido de jóvenes comunistas hacia el PSOE; sus militantes ingresaron en la casa común, pero él se quedó fuera. Les acompañó, pero no ingresó en unas filas que eran las que tuvo en su juventud, aunque rompiera con ellas de modo tan abrupto que llegó a retirarle la palabra a su padre, un viejo socialista, porque apoyó el golpe de Casado al final de la Guerra Civil. Carrillo se fue con dignidad.

Hay muchos socialista­s mayores, descabalga­dos en guerras internas, que evoluciona­ron hacia el PP. Miguel Boyer, por ejemplo, aunque quizás siempre estuvo entre esas dos aguas. También lo hizo con dignidad. Otros optaron por adornar las tertulias de derecha, donde se han destacado por su intoleranc­ia, cuando no odio, por sus antiguos compañeros. Ahí están Cristina Alberdi, Rosa Díez, José Luis Corcuera y, ahora, Joaquín Leguina, que apoya en estas elecciones a Isabel Díaz Ayuso por lo que él entiende que es una buena gestión sanitaria. Son como esos cantaores viejos que se olvidan de las letras y van de gemido en gemido hasta el ocaso final. El paradigma de la dirección inversa es Jorge Vestringe, aquel chaval que Fraga llevaba de la mano y pasaba por ser más de derechas que don Manuel. Ninguno de estos últimos sabe qué es la dignidad, pero la historia está repleta de perseguido­res que han militado en ambos distintos y siempre se han comportado con la misma crueldad.

Hay un movimiento razonable desde Ciudadanos hacia el PP. Si ya lo están haciendo muchos votantes naranjas, ¿por qué no sus militantes y dirigentes? Fran Hervías ha sido el abanderado de este cambio, pero lo ha hecho con engaños, sin esa mínima lealtad que se le debe exigir a quien cambia de bandera, de empresa o escuela. Puede que Albert Rivera lidere el trasvase definitivo, y es razonable que lo haga, pero debería analizar cuánto hay de virtud en ese tránsito y cuánto hay de odio africano hacia Pedro Sánchez. Y si yo fuese su padre, le diría: Albert, lo que tú quieras, pero hazlo como Carrillo.

El pequeño partido que Carrillo fundó tras salir del PCE transitó hacia el PSOE, pero él, por dignidad, se quedó fuera

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