Una sociedad consumista y amante del lujo
En un viaje antes de los Juegos Olímpicos me sorprendió un dirigente del PCCh hablando de “el gobierno” y “el chino”. Como si no fuese una dictadura, en un país con 10 millones de kilómetros cuadrados, 1.400 millones de habitantes y 56 grupos étnicos. Un gobierno y un chino, simple. Isidre Ambrós, con su experiencia como corresponsal de La Vanguardia en Pekín y Hong Kong entre 2008 y 2018, descubre a ese chino particular a través de 61 historias en el libro La cara
oculta de China, publicado por Editorial Diëresis. Una década de apuntes sobre una sociedad consumista, enamorada del lujo, tecnificada, con enormes desigualdades, puritana en el aspecto sexual, ingenua en las relaciones personales, falta de empatía con el prójimo, tercermundista en higiene y sanidad alimentaria, con una sanidad pública cara y de copago. Y una élite que ha dado muchos casos de corrupción de millonarios o burócratas, en ocasiones delatados por amantes despechadas, mantenidas como un signo de poder.
El libro arranca con una mirada a la sanidad. En un país nada transparente, sorprende la cifra de 4.800 fallecidos por el Covid. Tenemos noticia sobre Wuhan, ciudad industrial del acero y el automóvil donde empezó la pandemia. Conocemos a la primera médico que alertó de la llegada del virus y cómo se la censuró, secuestró y se la hizo desaparecer. Y cómo la experiencia del SARS en 2003 y la gripe aviar de 2009 fueron útiles para combatir la enfermedad, además de la disciplina impuesta por las autoridades. La represión y el estado policial tienen sitio en este itinerario. Los ecos de la matanza de Tainanmen en 1989, tema tabú para las autoridades, con la salida del último preso 27 años después. También la existencia de un carné por puntos de crédito social, para identificar a los chinos poco fiables. O la instalación de 180 millones de cámaras de reconocimiento facial por todo el país desde 2014. Y la persecución y eliminación cultural de la minoría musulmana y turcofónica uigur en la región de Xinjiang desde la matanza de 197 personas en 2009. La suerte de los herederos de la dinastía imperial o la de descendientes de Mao circula por las páginas. El régimen descubrió que un nieto del Gran Timonel era un simple camarero; lo metieron en el Ejército y lo hicieron general. Hay otros nombres propios. Los vestigios de hoteles y garitos de la estancia de Hemingway en Hong Kong en 1941. Acompañaba a su tercera esposa, Martha Gellhorn, enviada especial a la guerra chino japonesa. O el andaluz de Alhama de Granada Antonio Ramos Espejo, del mismo nombre que su sobrino nieto el periodista contemporáneo, fue el introductor del cine en China y propietario de salas en Shangai, Hong Kong, Macao y Hankou. O cómo fue la Exposición Universal de Shanghái, que costó ocho veces más que la de Sevilla. Ambrós va a los casinos de Macao, donde hay más que en Las Vegas; a las puertas de Corea en el norte o a los mares del sur en disputa con Filipinas. Esta obra también ofrece múltiples estampas turísticas, con playas paradisíacas en alguna de las 263 islas de Hong Kong, el encanto nostálgico de los ferries que atraviesan la bahía Victoria hongkonesa, venidos a menos; cementerios históricos, réplicas de ciudades europeas francesas, británicas o alemanas de relativo éxito; hoteles de la época colonial, los escenarios de múltiples películas o el puente de Marco Polo en Pekín... La cara oculta de China nos desvela en ocho capítulos una parte de la enigmática China.