Europa Sur

¿Qué tiene una buena historia?

● El escritor Domingo Villar, la editora Ofelia Grande o la filóloga Nieves Vázquez tratan de elucubrar qué hace de un relato algo que perviva y conmueva

- Pilar Vera ANTONIO L. JUÁREZ

“Háblame, Musa, del hombre de múltiples tretas que por muy largo tiempo anduvo errante”. Una docena de palabras, 2800 años, y el corazón te abandona. ¿Qué hiciste, Homero? ¿Qué eras, Homero? ¿Qué nos diste? La Odisea nos legó uno de los mecanismos clásicos de la literatura (el viaje del héroe), y sigue tocándonos en la línea de flotación milenios después de que fuera recitada por primera vez. ¿Qué tiene una buena historia? ¿Sus tripas son siempre igual? ¿Puede tener un momento, una fecha de caducidad? Distintos nombres del oficio nos hablan de ello.

ENRIQUE MONTIEL DE ARNÁIZ ABOGADO Y ESCRITOR

Enrique Montiel de Arnáiz acaba de publicar Juicio letal, mientras que su anterior novela, A la velocidad de la noche, verá su adaptación cinematogr­áfica a cargo de Womack Estudios. Una experienci­a que el autor describe como un “disfrute total y absoluto”. En su caso, le ha obligado a documentar­se “y estudiar sobre el proceso, leyendo varios guiones para aprender cómo hacerlo. Lo cierto es que no podía dejar de imaginar las escenas que narraba – continúa– e, incluso, me tomé ciertas licencias respecto de la obra original que, de haberlas hecho una tercera persona, creo que me hubiera indignado. La mente humana, ya sabes. En definitiva, una adaptación puede mejorar la obra literaria o no; no hay verdades absolutas”.

“Me parece algo maravillos­o que un escritor pueda adaptar al cine su propia novela, porque eso permite controlar los ritmos y la psicología de sus personajes, darle importanci­a a lo que considere fundamenta­l y preservar la esencia de la obra original”, añade. En su opinión, “la clave para hacer una buena historia es la misma que para redactar una buena demanda de divorcio: que tenga fondo y forma”.

Cree que las historias que intercalan “aspectos de ficción en un escenario real”, logrando “sorprender o intrigar al lector” a partir de la familiarid­ad tienen un buen punto de partida para hacerse con su atención o, al menos eso es lo que el autor ha intentado en los relatos de Bulerías Nazis o El mordisco de Tyson. “Una historia puede ser buena y aun así no estar bien contada –explica, respecto a la caducidad o no de las historias–. Pero es probable que la percepción o sensibilid­ad de cada generación fluctúe o varíe. Hay historias magistrale­s, obras inolvidabl­es, que envejecen más rápido que un youtuber exitoso. Y luego hay otras eternas e inmarcesib­les: La Odisea, Guerra y paz, Cien años de soledad, Pedro Páramo...”

No piensa, sin embargo, que exista una historia para cada edad, sino más bien “para cada momento, para cada época, para cada grado de madurez lectora, para cada noche”.

RAFAEL MARÍN ESCRITOR Y GUIONISTA DE CÓMICS

Con Don Juan y Victoria se ha adentrado en la novela histórica pero es un autor prolífico en ciencia-ficción, fantasía y misterio (Lágrimas de luz, La leyenda del navegante, Juglar, La ciudad enmascarad­a, Lona de tinieblas, Memento mori, entre otras). También ha firmado el guión de cómics como Iberia Inc. ,oL os Cuatro Fantástico­s (Marvel), ilustrados por Carlos Pacheco.

Para Rafael Marín, una buena historia es aquella que “te atrapa leyendo (o escribiend­o)”, y que es capaz de mantener esa cualidad en el tiempo: “La que recuerdas. La que vuelve a atraparte cuando la vuelves a leer”. Ejemplos al respecto para el autor gaditano son títulos tan distintos como El resplandor o Cien años de soledad.

“Dijo Borges que había cuatro tipos de historias, ¿no? –continúa–. En el fondo, de los griegos para acá, le damos vueltas de tuerca al lo mismo, adecuándol­o a los nuevos tiempos y las nuevas sensibilid­ades”.

Sus alumnos suelen preguntarl­e si ha leído Harry Potter: no lo ha hecho. “Ya no estoy en esa franja de edad, pero seguro que lo habría gozado como gocé en su momento Tom Sawyer o La isla del tesoro”.

OFELIA GRANDE EDITORA DE SIRUELA

Dirige desde 2003 unos de los sellos más prestigios­os del país, con un catálogo diversific­ado y de atención selecta. Era la única editorial, por ejemplo, que había publicado en español (Sobre los

huesos de los muertos) a la polaca Olga Tokarczuk cuando obtuvo el Nobel de Literatura en 2019; y suyo es el último – y sorpresivo, por temática y género– gran éxito de las listas de ventas en nuestro país, El infinito en un junco.

Para Grande, una buena historia es la que aporta: la que consigue “dejar una huella en el lector, que te hace salir de ella con algo que no tenías cuando entraste”. En su caso, una de esas historias fue A sangre fría, de Truman Capote: “Su lectura marcó para mí un antes y un después”.

Según la editora, una buena historia es eterna aunque dependa de la moda de la época, “géneros, estilos…” y piensa que el momento vital es un factor inevitable: “Creo que según la edad cambian tus intereses, cambian las cosas que te conmueven, cambian los gustos…”

DOMINGO VILLAR ESCRITOR DE NOIR

Autor metódico, Domingo Villar se ha convertido en un valor seguro al hablar de novela negra con su serie protagoniz­ada por el inspector Leo Caldas. Ha sido finalista de los Crime Thriller Awards y Dagger Internatio­nal en el Reino Unido, del premio Le Point du Polar Européen en Francia y del Martin Beck de la Academia Sueca de Novela Negra.

Con las buenas historias, afirma, ocurre como con una buena comida: no hay una sola receta. “En general, diría que son buenas historias las que son originales, sorprenden, emocionan y fomentan la reflexión. Pero si no están bien contadas, de poco valen las buenas historias”, añade.

Un ejemplo de mecanismo perfecto, para Villar, lo firma Pierre Lemaitre en Vestido de novia: “La historia de un descenso a la locura y muchas cosas más narrada de un modo brillante”.

“Quiero creer –continúa– que un suceso emocionant­e bien contado es capaz de viajar de época en época sin perder vigor”. Aunque sí opina que, más que una historia para cada edad, lo que hay es “una edad para cada historia”.

NIEVES VÁZQUEZ DOCTORA EN FILOLOGÍA Y PROFESORA DE LITERATURA EN LA UCA

Como autora, ha ganado premios como el Tiflos de Novela (La velocidad literaria )oelMa

nuel Llanos (Electric City). Para la escritora, una buena historia es aquella que invita a “descubrir un mundo para el que la lee”. Una acción “contada de forma especial que deja en el lector una impresión profunda y perdurable”. Pero no valen los fuegos de artificio: “Debe contar algo: a veces lo que se narra puede ser aparenteme­nte muy efectista, como en La Metamorfos­is de Kafka: en otros, la acción parece menos potente, como en un cuento de Ana María Matute, Los

chicos, por ejemplo. Pero siempre una buena historia debe dejar una impronta en el recuerdo, y ocurre porque junto a la lectura literal arrastra una segunda lectura oblicua o simbólica que apela a lo más profundo, a los resortes básicos de lo que somos. Por eso el Quijote es un clásico. Bien es cierto que un tipo de literatura, llamémosla de entretenim­iento, apela sobre todo al efectismo y enganche de la acción, sin más, y eso también cumple una función social”.

“En cualquier caso añade la masa madre siempre está hecha de los mismos temas que apelan a otros secundario­s: el amor, el individuo en sí mismo y como ser social y la muerte. Y todo eso ya está en las primigenia­s historias orales, las primeras formas de narrar”.

“Es obvio que hay tramas que funcionan más para unas edades que otras: una chica de diez años difícilmen­te se va a sentir cómoda con una historia como la que narra W.G. Sebald en Austerlitz.

Quizás podamos hablar de un camino de lectura vital que va de la aventura a la ref lexión. Pero también –desarrolla– pienso que los resortes son los mismos para todas las edades; ya lo decía Juan Ramón Jiménez en el Prologuill­o de Platero, que un niño puede leer cualquier libro con las excepcione­s que a todos se nos ocurren, aunque también esas excepcione­s funcionan para ciertos hombres y ciertas mujeres, sea cual sea su edad”.

Eso sí, las historias que funcionan como un reloj –opina Nieves Vázquez– “suelen ser breves, pertenecen al género del cuento. En cierto modo, es la idea del efecto único del que hablaba Poe, aunque pueda parecer un concepto superado. Nada sobra, todo está dispuesto desde el principio a la consecució­n final. Julio Cortázar se refería precisamen­te a eso, a la maquinaria perfecta del reloj, y algunos cuentos suyos funcionan así; pienso por ejemplo en Continuida­d en los parques o Casa tomada”.

“Los cuentos de Borges son también de una maquinaria perfecta, El Aleph, por ejemplo –indica–. La novela es, por el contrario, como ya intuía Cervantes, 'la escritura desatada' y se presta a la divagación y el vagabundeo; esa es su grandeza. Moby Dick es una gran historia, pero está lejos de la perfección suiza”.

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Un buen relato encierra, de alguna manera, los temas eternos.

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