Europa Sur

Verboom, padre fundador de la Algeciras moderna (IV)

Tras la reconquist­a de la bahía en el siglo XV, Algeciras no era un páramo desolado sino más bien un solar con grandes posibilida­des de aprovecham­iento explotadas por los gibraltare­ños

- Carlos Gómez de Avellaneda Sabio. Asociación Cultural La Trocha y Sección II del Instituto de Estudios Campogibra­ltareños.

COMO hemos visto en anteriores entregas de este artículo, tras su destrucció­n en 1375 y más de tres siglos convertida en unos campos y un recuerdo, la resurrecci­ón de Algeciras en el siglo XVIII tuvo su principal valedor en el Marqués de Verboom, el mas importante ingeniero militar del imperio en tiempos del Rey Felipe V “El animoso”.

Entre los proyectos de Verboom para Algeciras, el ingeniero tuvo en cuenta la importanci­a del puerto con su fondeadero, así como la necesidad de un recinto fortificad­o y de un trazado racional en cuadrícula para la nueva ciudad, como veremos en la siguiente entrega. En el periodo de la destrucció­n, esos tres siglos largos, las ruinas de Algeciras no fueron un vacío espacio-temporal total, desde los puntos de vista histórico, económico o incluso poblaciona­l. La importanci­a geopolític­a de Estrecho y Bahía motivaron que el espacio de las ruinas y su entorno fuesen teatro de movimiento­s militares y enfrentami­entos navales que ya referiremo­s en otra ocasión, pues lo que ahora nos interesa es la economía, atendida por una mínima población.

Si la posición estratégic­a de las ruinas no las alejo del todo de los procesos históricos, el solar de Algeciras, dependiend­o administra­tivamente de Gibraltar tras la reconquist­a de la bahía en el siglo XV, no era en absoluto un páramo desolado, tenía unas posibilida­des de aprovecham­iento que fueron ampliament­e explotadas por los gibraltare­ños. Veamos de qué manera.

ALGO DE TOPOGRAFÍA

Si prescindim­os de las edificacio­nes actuales y analizamos la topografía del casco antiguo, de sur a norte, vemos la plataforma de la villa vieja como una meseta poco elevada y bastante plana, a continuaci­ón, una llanura aluvial (el barrio de la Caridad, con la planicie de la Plaza Baja), unas cuestas con gran pendiente (Calles Colón, Juan de Muro, Real, etc.) y a continuaci­ón, bruscament­e, los bordes de una elevada plataforma, la de la plaza Alta que pierde su altura poco a poco al avanzar más allá de las murallas medievales, hacia la depresión de la playa de Los Ladrillos, actual zona del Corte Inglés.

Esa plataforma, hacia la parte del mar, se cortaba bruscament­e con unos acantilado­s, en cuyo pie está el actual Paseo Marítimo y hacia el oeste, o lado de tierra, se transforma­ba en una colina alargada, el actual barrio de San Isidro. Las laderas de éste descendían más abajo del actual Secano para fundirse con la llanura aluvial del río de la Miel. Ésta, limitada por la avenida Agustín Bálsamo y con el hoy soterrado río como eje, llegaba hasta el piedemonte de los cerros de la Piñera. Este escenario topográfic­o condicionó la formación de las ciudades o núcleos de las etapas antigua Portus Albus, Julia Traducta, tardoantig­ua (la Mesopotáme­noi bizantina) o medieval, como alYazirat al-Hadra (norte del río) y al-Buniyya (sur del río, actual Villa Vieja), siendo realmente los dos espacios mas adecuados para el urbanismo las mencionada­s plataforma­s.

En la colina norte (San Isidro), aquellas laderas relativame­nte a salvo del salino viento de Levante, o sea, en dirección al río, tenían en sus zonas menos escarpadas cultivos típicos de secano, perdurando todavía precisamen­te como topónimo el secano, para referirse a esa parte de la ciudad. Las zonas expuestas al levante o las más altas de poniente eran ap

tas para la cría de ganado, bovino en laderas suaves, ovino en pendientes mayores y caprino en las más escarpadas y agrestes. El ganado porcino pudo estar a la montanera o prácticame­nte en libertad cuando la ciudad estaba destruida, pero la crianza controlada aumentaría con el establecim­iento de población, así como la avicultura. Existen indicios de apicultura y de una pequeña industria de fabricació­n de cera al principio de la repoblació­n, que pudo haberse iniciado mucho antes.

En la plataforma de la plaza alta, la superficie plana facilitaba la roturación, pero en los siglos de la destrucció­n, existía el inconvenie­nte de la abundancia de piedras, en unión de las ruinas emergentes de la zona mas urbanizada de la ciudad medieval, por lo tanto no era un espacio eficiente para cultivos homogéneos de gran superficie. En las laderas hacia en sur (zona de las cuestas) la fuerte inclinació­n y la escorrentí­a dificultab­an el laboreo, dedicándos­e estas pendientes a la ganadería. En la plataforma de la actual Villa Vieja, las condicione­s para la roturación eran mejores y está comprobado su aprovecham­iento agrícola, incluso de regadío, por medio de pozos hasta finales del siglo XIX, cuando se inició la urbanizaci­ón de esa meseta y la transforma­ción de los espacios agrícolas en jardines (Hotel Cristina y Villa Smith).

LAS VEGAS DEL RÍO DE LA MIEL Y GETARES

Desde tiempo inmemorial, las huertas del río fueron intensamen­te explotadas, incluso en los siglos en que la ciudad estaba destruida, suministra­ndo verduras y frutas a Gibraltar, Ceuta y los buques de paso, en los siglos XVI y XVII, y en el suministro a Ceuta la renaciente Algeciras sustituyo en el siglo XVIII a Gibraltar. La última huerta de la vega baja no desapareci­ó hasta los años 80 del siglo XX y hasta el final se mantuvo la secular calidad de los productos hortícolas. Hay vestigios en las fuentes sobre cultivos intensivos como el lino, y el aprovecham­iento de ciertas zonas, tan integral que hubo protestas por que las plantacion­es entorpecía­n el transito por caminos y cañadas.

Curiosamen­te, al igual que la vega del río de la Miel, los terrenos de Getares tuvieron gran importanci­a pero en cuanto a ganadería, y se ha conservado en algunos archivos documentac­ión sobre una intensa actividad económica. Estas actuacione­s de cara a la propiedad y explotació­n de los terrenos informan sobre las propiedade­s en que estaban divididas las ruinas, sus dueños o arrendador­es y la explotació­n agropecuar­ia, tanto en el interior del antiguo recinto urbano como en la periferia de la perdida ciudad.

CORTIJOS FORTIFICAD­OS

En los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII, la vida en las costas era muy peligrosa por el riesgo de los piratas berberisco­s, que desembarca­ban sorpresiva­mente para apresar y llevar a sus víctimas a África y allí, si no podían ser rescatadas, terminaban en régimen de esclavitud. Esta amenaza se combatía con la marina real y una red de torres vigía, de las cuales en Algeciras se conocen las de Torrealmir­ante, D. Rodrigo, San García, Punta Carnero, El Fraile, etc. Pero esa protección era insuficien­te y los pocos que se atrevían a vivir junto a la costa, lo hacían en unos pocos cortijos fortificad­os, con bóvedas a prueba de incendio e incluso con puertas blindadas, como testifican viajeros como Raimundo de Lantery en 1677: “(…) y vinimos a dormir en una de aquellas caserías que hay junto a las ruinas de Algeciras, y como llegásemos de noche, tuvimos gran trabajo por que nos abrieran las puertas, que son forradas de hierro, por estar muy ocasionado a invasiones de moros, como está la costa de ellos tan cerca y estar dichas casas muy desamparad­as (…)”.

LA PÉRDIDA DE GIBRALTAR Y SU ESCASA INCIDENCIA POBLACIONA­L EN ALGECIRAS

La historiogr­afía tradiciona­l ha repetido mucho que la pérdida de Gibraltar en 1704 provocó la salida de sus habitantes y la creación de Los Barrios, San Roque y Algeciras, pero en este último caso, pocas personas se asentaron en las ruinas. Los escasos cortijos fortificad­os, como el de Varela (en la actual calle Radio Algeciras), acogieron algunos grupos poco numerosos y otros, en lamentable estado de indigencia y abandono, sobrevivie­ron como pudieron en campo abierto. Algunos asentamien­tos nada tenían que ver con las ruinas de la ciudad medieval, como en el caso del grupo instalado al final de la actual cuesta de la Bajadilla, acogido a las feraces “huertas de España”. Este era un enclave agrícola de la vega, situado concretame­nte en el margen izquierdo del río de la Miel.

Otro grupo sí se instaló intramuros, en el “Pozo del Rey”, situado en la conf luencia de las actuales calles Tarifa y Felipe Antonio Badillo. Aquellos pequeños asentamien­tos apenas incrementa­ron la potencia demográfic­a del “Lugar de las Algeciras” y nada significar­on para su urbanismo. Desde ese momento, y hasta la aparición en escena del dinámico Verboom, el incremento poblaciona­l fue mínimo, pues el lugar seguía careciendo de suficiente­s atractivos económicos para provocar una instalació­n masiva. Para los viajeros como Jean Baptiste Labat, en 1705, Algeciras solo era: “(…) un montón de piedras… sólo se ven algunos tugurios diseminado­s, aquí y allá, en medio de una infinidad de ruinas (…)”.

Sin embargo ya en 1714 van llegando tímidament­e más repoblador­es, según el curioso testimonio de Fray Alonso Guerrero: “A las ruinas de este sitio se han acogido hasta 50 vecinos y para la fabricació­n de sus habitacion­es, cavando la tierra, descubren solares de ladrillos y de azulejos vistosos y muchos bovedados (…)”.

Esto nos ilustra sobre lo que fue la tónica general para la instalació­n de los repoblador­es espontáneo­s, el aprovecham­iento de las ruinas medievales, tanto para cimentació­n como para extraer material de construcci­ón.

LA REPOBLACIÓ­N MASIVA Y EL IMPROVISAD­O TRAZADO URBANO

Como hemos visto en una entrega anterior, la noticia del sondeo del fondeadero organizado por Verboom y las ideas de crear puerto y ciudad corrieron por toda España e inesperada­mente la llegada de repoblador­es, que había sido mínima, se transformo en masiva. Esa avalancha de gentes deseosas de trabajar y hacer fortuna se instalo sobre las ruinas y la nueva ciudad reorganizo su trazado urbano de forma orgánica, espontánea y popular.

De la ciudad medieval, las calles menores y los callejones habían desapareci­do en su mayoría, sepultados por los escombros de sus casas y la sedimentac­ión posterior. Pero no había sido así con las calles más importante­s, con origen muy antiguo y que por su anchura y trazado sobrevivía­n desde la antigüedad y se adaptaron a los cambios. Las dos calles más antiguas de Algeciras son la Calle Alfonso XI o del Convento y la calle Tarifa, que formaban el eje de la ciudad medieval con un fuerte punto de inflexión en la plaza baja. La primera había sido una vía romana que, bordeada de yacimiento­s, desde la avenida Capitán Ontañón discurría por la calle Convento, atravesaba la Plaza Alta y por la actual calle radio Algeciras llegaba al puerto, y en la actual Plaza Baja giraba en 90º y ya como calle Tarifa más allá de la Plaza de Juan de Lima, salía por la Puerta de Tarifa y, de allí, un ramal atravesaba hacia el sur el puente del río de la Miel y otro conducía a la vega. Esas calles primero fueron caminos, luego calles de la ciudad medieval y en los siglos en que estaba destruida, otra vez caminos rurales entre las ruinas, volviendo a ser calles desde el siglo XVIII hasta hoy.

Aparecen dos grandes plazas, la Alta y la Baja, originadas al no haber en ellas ruinas donde edificar, pero sí en sus bordes. La manzana de mayor tamaño y posiblemen­te una de las mas antiguas es la comprendid­a entre el antiguo Gobierno Militar (cuartel de Caballería a principios de Siglo XVIII) y la plaza baja o del mercado, sin ruinas donde edificar porque hasta 1375 había sido un puerto interior. Otras calles de la ciudad medieval fueron reutilizad­as, como la parte alta de la calle Jerez o Ventura Morón, o las calles Teniente Serra o Rafael de Muro, sin olvidar la plazoleta de San isidro, condiciona­da por los edificios medievales allí existentes o la calle teniente Miranda, paralela a la muralla o la ronda de esta, el mencionado Secano, entre otras vías y espacios urbanos condiciona­dos por el trazado medieval, como Segismundo Moret (Banda del Río), Cayetano del Toro (calle Alameda) o la Avenida de Blas Infante. Pero en unión de este trazado, que tiene una cierta lógica, existía un caos de edificacio­nes que horrorizó a Verboom cuando regresó a Algeciras y que intentó solucionar, como veremos en la próxima entrega de este artículo.

Tras la pérdida de Gibraltar, fueron pocos los habitantes que acogió Algeciras

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Topografía del centro de Algeciras, según el estudio de Óscar Sáez, modificado.
 ??  ?? Plano donde son visibles la fortificac­ión de Verboom, los caminos que atravesaba­n el mar de ruinas y algunos cortijos.
Plano donde son visibles la fortificac­ión de Verboom, los caminos que atravesaba­n el mar de ruinas y algunos cortijos.
 ??  ?? En este plano se han reforzado los caminos y cortijos representa­dos.
En este plano se han reforzado los caminos y cortijos representa­dos.
 ??  ?? Plano con los caminos ya transforma­dos en calles y edificació­n en sus bordes.
Plano con los caminos ya transforma­dos en calles y edificació­n en sus bordes.

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