Europa Sur

Bolos, balas y bulos

Sánchez e Iglesias son unos perfectos ceros a la izquierda y una pantomima de la bazofia pandillera

- JOSÉ LEÓN CASTRO

LA mediocre picaresca política inventora del funesto y patético lenguaje que, aunque denominado inclusivo, resulta más bien intrusivo, sugiere que ante la crispación generaliza­da se busquen culpables, culpablas y culpablos. Ese mismo intrusismo léxico justificar­ía la hipótesis de que la sangre por la pedrada a Rocío de Meer se tildara dolosament­e de kétchup, o el deseo de azotar hasta verla sangrar a Mariló Montero. ¿Virilidad y gallardía, o ruindad y misoginia? Ni los bulos son bulas ni los bolos negociados con las paniaguada­s cadenas hacen más creíble el burdo cuento. ¡Otra vez han reaparecid­o los demonios de la izquierda, aunque esta vez sin caretas y muy al modo “picapiedra­s” ellos! ¿O acaso alguien cree que Sánchez es un político de izquierdas? ¿O que P.I. Turrión es la extrema izquierda? Sería un insulto demasiado cruel para una ideología que al menos desde el punto de vista histórico tuvo alguna vez un ideario propio y específico. Sánchez y Turrión son unos perfectos ceros a la izquierda y nunca mejor hallado el dicho popular. Ceros absolutos en la política de una izquierda bajo mínimos. Radicalism­o no es extremismo, y ambos no son sino una pantomima de la bazofia pandillera.

Pero del mismo modo mientras el Sr. Casado siga fundando todo su discurso en algunos mantras memorístic­amente aprendidos, no alcanzará a reforzar a sus más valiosos activos ni a potenciar así un liderazgo más eficaz. Si cada vez se distancia más de su espacio natural, si rara vez acierta a combatir a quienes son sus verdaderos adversario­s, muy difícil tendrá el desalojo de la Moncloa y más desconcert­ará a sus allegados. Pero volvamos al título que nos ocupa.

Según el DRAE, las acepciones de los Bolos aluden a “un actor invitado por una compañía solo para hacer un papel determinad­o”, o “cada una de las funciones ofrecidas fuera de temporada en distintas poblacione­s por una compañía teatral o por un artista”, u “hombre ignorante o de escasa habilidad”, y alguna más, todas ellas descriptiv­as del personaje que llegó para demonizar nuestra convivenci­a. A fin de robustecer aún más la semántica, hemos visto cómo últimament­e el grupo se ha visto enriquecid­o, y digo así porque es el único propósito que parece moverles, por un sujeto a quien el más cutre populismo televisivo ha elevado a la categoría de “salvador”.

Y es que esos Bolos han sido de continuo alimentado­s por el propio P.I. quien con sus grandes instrument­os, las redes sociales, enseñaba a fabricar cócteles molotov, a combatir en pendencias callejeras con las fuerzas de seguridad, congratulá­ndose públicamen­te cada vez que alguno de sus miembros resultaba vilmente agredido, etc. Todo eso, se decía, eran simples Bulos lo que no era óbice para que el burdo actor jamás diera la cara. Cara que periódicam­ente, por cierto, se encargaba de disfrazar, cada vez con peor fortuna, llegando incluso a rogar a maquillado­res de las cadenas públicas para alternar grasientas coletas y mugrientos moños. Pero todo ello, lejos de favorecer la imagen de la desmesurad­a ambición del macho alfa, evidenciab­an que la suciedad y la tibieza eran los complement­os idóneos de la negritud e impureza de su pérfido interior. Tendrían razón quienes afirman que más que de un cordón sanitario, a la vista de su aspecto, el Sr. Pi Turrión merecería un cordón higiénico. Y no obstante, veremos cuánto tarda en aparecer el mayor de los bulos deteniendo a tres menas o cuatro manteros, afiliados la semana antes al PP o a Vox, autoinculp­ándose como emisarios de las cartas, obviamente bajo una pingue recompensa. Lo que parece probable es que si retornaron “a su procedenci­a”, es porque fue de allí desde donde salieron. En todo caso más valdrá no votar por correo mientras esté esta cuadrilla y que la Junta Electoral redoble su atención ante la chapuza que se nos viene encima en las oficinas de Correos que más que de órdago pudiera llegar a ser determinan­te.

Y finalmente, el tema de las Balas y la navaja que, tal vez a alguno le hubiera gustado fueran portadas personalme­nte por un buen mozo de abundante mostacho y musculada anatomía. Pudo ser un buen chiste, pero como resulta que había sido ya antes dramáticam­ente llevado a cabo por otras escaramuza­s de sus desalmados socios, por ejemplo con el atroz incidente del 11-M, con decenas de víctimas para ganar torticeram­ente unas elecciones, la gracia brilla por su ausencia. Ahora resulta que su principal compinche, el servil Marlaska, controlado­r de todo el Interior del país, recibe unas cartas con unas balas que como amenazas serían de todo punto canallesco y reprobable­s pero que, como se le arguyó, ya no se cree nadie. Esas cartas, propias de vulgares trileros, que contenían los indetectab­les proyectile­s y una navaja al más puro estilo de la Camorra, contenían no obstante tres grandes verdades, una que su tiempo se había agotado, ¿recuerda su en otra hora chulesco “tic, tac” Sr. Turrión? Otra que con balas anónimas sembraron de muerte España quienes hoy se han convertido en sus mezquinos aliados, y la última, que su único gesto de valentía debería haber sido, tal cual se le indicó, largarse cerrando la puerta al salir, pero no ya en taxi y del plató sino corriendo y del país, como desearía el noventa y nueve por ciento de los españoles.

Esto no es blanquear el discurso del odio, sino solo enrojecer con sangre ajena la paz y el bienestar que hace años, antes de que Vds. llegaran, se respiraba en España. Esto es únicamente desenmasca­rar la sarta de mentiras con que nos han embaucado durante la pandemia. Nos han mentido maquilland­o datos económicos, ocultando el número de compatriot­as muertos y llegando al poder después de prometer a sus propios electores que no pactaría con comunistas, separatist­as y terrorista­s con los que después rubricó su acuerdo de gobierno. Esto no es, por tanto, ninguna amenaza a la democracia ni a la libertad de los españoles, es una sugerencia para que Vds. se larguen de una vez por todas a sus paraísos bolivarian­os y nos dejen disfrutar en paz a los verdaderos demócratas de nuestro gran país.

Más que un cordón sanitario, visto su aspecto, P. I. Turrión merecería un cordón higiénico

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