Europa Sur

MIS BLANDENGUE­S FAVORITOS

- JAVIER MALLA

ES el choque generacion­al que siempre ha existido y que seguirá existiendo por los siglos de los siglos. A mis hijos les cabrea que les cuente batallitas y que les diga que son unos blandengue­s cuando comparo la crianza que tuvimos nosotros y la que ellos tienen ahora. Más o menos, lo que hacía mi padre conmigo cuarenta y tantos años atrás, pero esa parte de la historia me la callo para que no se me amotinen.

Me gusta contarles batallitas de finales de los sesenta y de los setenta, cuando Algeciras todavía era una ciudad pesquera, y se echan las manos a la cabeza al enterarse que bebíamos leche de cabra ordeñada en la puerta de la casa. Pasaba el Cachorro con su rebaño, agarraba a una de las suyas y le sacaba bien un cuarterón o medio litro en jarrillo de lata.

Por entonces, Miguel –el del diente de oro- o Pedrito Castillo, antes de echarse al mundo del toro, vendían el pescado por las calles en sus carros y también a diario pasaba un hombre con un cubo verde que te traía los chanquetes. Oooohh, cuántos recuerdos de aquellos chanquetit­os fritos.

Eran los tiempos en los que tu madre, si te levantabas tontorrón para ir al colegio, te metía entre pecho y espalda una yema de huevo con azúcar y Kina San Clemente, en un vaso de Duralex gigante, que te ponía en órbita y subías la avenida La Cañá a ritmo de legionario ceutí.

Mis hijos se mosquean si les cuento estas cosas. Ya saben ustedes, donde se ponga internet, Amazon, la telefonía móvil y todas estas cosas que parecen haber existido siempre que se quiten todas las piaras de pavos que recorrían nuestras calles en diciembre para hornearlos en Navidad.

Y es que no se creen que con seis años nosotros ya éramos mayores para ir andando solos al colegio y que lo peor que podría ocurrirte, después de hacer una de nuestras travesuras, es que alguna vecina dijera “cuando vea a tu madre se lo voy a decir”. Porque eso sí que era chungo. Porque tu madre no se andaba con chiquitas y te caía un meco cuando menos te lo esperaba.

Piensan que lo de la televisión en blanco y negro y con dos canales es otro de mis inventos y que la carta de ajuste y el himno de España para cerrar la emisión también son invencione­s mías. Porque, puestos a darles datos sobre la evolución de las nuevas tecnología­s, tampoco se creen que la Olimpiada de Barcelona 92 se hizo con un ordenador en Montjuic y otro en el centro de la ciudad, unidos por un cable, para que la prensa conociera los resultados casi en directo.

Y es que nuestros muchachos no han ido a una cabina de teléfonos a ver si alguien olvidó una moneda en el cajetín ni se han arrancado las postillas de la rodilla para poder flexionar sin que te doliera al romperse. Y es que sois unos blandengue­s, muchachos, pero eso sí, sois mis blandengue­s favoritos.

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