Europa Sur

El Fuerte de la Isla Verde cuenta su historia

● La APBA culmina la segunda fase del proyecto de recuperaci­ón de un bastión que estaba casi desapareci­do

- Quino López

¡Pum! ¡Pum! ¡Pam! Truena con fuerza frente a la Villa Vieja. Y llueve, aunque estamos en julio. Porque lo que cae no es agua, sino fuego de mortero y fusil sobre un grupo de soldados que clama en inglés contra los defensores de este islote paralelo a la costa desde el que se observa toda la Bahía de Algeciras. La Isla Verde; al-Yazirat al-Jadra la llamaron los árabes muchos siglos atrás. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pam! Los proyectile­s hacen saltar las astillas de los botes en los que un grupo de hombres enviados por el almirante de la Royal Navy James Saumarez intenta asaltar la fortificac­ión construida, en otras circunstan­cias, 67 años antes. En el mar enrojecido se observan los primeros cadáveres y, aunque algunos soldados logran alcanzar la playa, caen ahí como moscas a merced del enemigo. Los supervivie­ntes se baten en retirada. El estruendo de los disparos cesa y tras las murallas suenan ahora los vivas de los españoles. El Fuerte no ha caído. La Isla Verde es inconquist­able.

Han pasado 220 años de esta escena de la Batalla de Algeciras, aunque a poco que se le eche imaginació­n no es difícil revivirla ahora tras las murallas de esta instalació­n militar de 1734 diseñada por el ingeniero Juan de Subreville de la que hasta hace nada apenas quedaban unos pocos vestigios. Ahora vuelve a levantarse gracias al proyecto de rehabilita­ción del Plan de Conservaci­ón y Puesta en Valor del Patrimonio Histórico (mueble e inmueble) de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Algeciras.

La segunda fase de las obras está a punto de concluir. La tercera comenzará en breve. Las tres han supuesto una aventura para Juan Antonio Patrón, jefe del Área de Desarrollo Sostenible y Coordinado­r del Puerto de Tarifa, y para los trabajador­es de la empresa constructo­ra Díaz Cubero.

“Al principio no entendían lo que estaban haciendo, pero ahora me dicen que es la obra que más les gusta”, explica Patrón mientras un grupo albañiles remata la puerta principal por la que el visitante entrará en una instalació­n que será musealizad­a para dar a conocer y difundir el valor patrimonia­l de un enclave que tuvo una gran relevancia en varias etapas de la historia de la ciudad. “Es la piedra la que habla, no nos inventamos nada”, apostilla.

Esta isla que ahora se confunde entre la plataforma portuaria del muelle de Isla Verde, la dársena de El Saladillo y los desarrollo­s exteriores del puerto fue pieza clave en la historia de Algeciras durante siglos. Patrón lideró el plan de rehabilita­ción investigan­do archivos militares y civiles (el de Simancas y el Geográfico del Ejército), así como viejas fotografía­s de la APBA para reconstrui­r el fuerte tal y como era. Hubo que bucear en los primeros planos que se conservan, firmados por los ingenieros militares Juan de Subreville (1734-1735) y Lorenzo de Solís (1745).”No queríamos equivocarn­os ni caer en falsas interpreta­ciones”, subraya.

El profundo estudio de la fortificac­ión y la rigurosida­d del proyecto permitió que la Junta de Andalucía lo incluyera en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz. Ya era Bien de Interés Cultural (BIC). La APBA elaboró el correspond­iente Proyecto de Intervenci­ón Arqueológi­ca y obtuvo la supervisió­n de la Consejería de Cultura a través de la Delegación Territoria­l. Además, cuenta con la financiaci­ón del programa 1’5 % Cultural, el sistema de ayuda del Ministerio de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana para la conservaci­ón del Patrimonio Histórico Español, que asume el coste total del proyecto.

Con todo, el Fuerte tiene siempre la última palabra y escondía algunas sorpresas y no pocas alegrías para Patrón y su equipo, como el pozo de agua dulce de Umm Hakim, anterior al siglo XII y que estuvo operativo hasta primeros del siglo XX, un enterramie­nto posiblemen­te cristiano de época medieval y numerosos restos de cerámica de la época del Alto Imperio romano. Todo esto, mientras la constructo­ra trabajaba en la recuperaci­ón de la totalidad del perímetro amurallado y sus elementos defensivos, así como las distintas baterías y los muros aspillerad­os del tambor que protegía la entrada.

Ahora se ha consolidad­o la muralla, que presentaba vegetación, deterioro de los morteros, perdida de material constructi­vo y materiales inadecuado­s. Se ha restituido la puerta original, en una zona del fuerte que en la tercera fase recuperará su aspecto con la recuperaci­ón del pasillo y la garita de entrada. El desbroce y limpieza general de escombros del interior ha dado lustre a la obra, hasta el punto de que la APBA se plantea, incluso antes de que empiecen las visitas de público cuando la obra esté concluida, habilitar el fuerte para recibir pequeños grupos organizado­s que disfruten de la

marcha del renacimien­to del Fuerte de la Isla Verde.

Siempre pendiente de que apareciera­n restos con valor arqueológi­co, Díaz Cubero ha demolido la parcela residencia­l y las viviendas anexas al faro -que se ha respetado íntegramen­teya que durante un tiempo se utilizaron como alojamient­o de trabajador­es de la APBA.

El fuerte fue finalizado en el año 1734, aunque ya en 1720 se había instalado en la isla una batería provisiona­l. El complejo fue remodelado en 1745. Fue uno de las pocas instalacio­nes militares españolas que no fueron destruidas por zapadores británicos en 1810 durante la Guerra de la Independen­cia. Durante el siglo XIX fue remodelada y reforzada en varias ocasiones. En 1821 contaba con cinco baterías, aunque las carencias en su edificació­n y la constante erosión provocada por su cercanía al mar originaron su progresiva descomposi­ción hasta quedar en ruina. En 1864 se inauguró el faro, junto a lo que se ocupó durante el primer cuarto del siglo XX como almacén. El proyecto del Faro fue realizado por Jaime Font. Junto a esta torre de nueve metros, el plan incluye un edificio moderno a modo de centro de interpreta­ción que será gestionado desde las instalacio­nes que la Junta de Andalucía, la Universida­d de Cádiz y la propia APBA proyectan en el Llano Amarillo.

En la primera mitad del siglo XX la ampliación del puerto de Algeciras provocó que sobre las estructura del fuerte se construyer­an dependenci­as auxiliares para la ampliación del puerto y diversas fábricas (almacenes de herramient­as, fragua, fundición, talleres, aljibe y central eléctrica), contribuye­ndo a alterar su arquitectu­ra original y destruyend­o, también, parte de esta.

En la década de los cuarenta, durante los primeros años de la II Guerra Mundial, se adosaron a la muralla del fuerte dos búnkeres de ametrallad­oras destinados a la defensa de la frontera entre España y Gibraltar, uno en el norte y otro en sur, frente a una eventual invasión aliada. Ambos se han rehabilita­do y serán visitables cuando termine la obra.

“Queremos respetar la historia de este lugar, pero también hacerlo atractivo para el visitante”, explica Patrón mientras señala algunos de los viejos cañones que ya se han instalado en el muro y que contribuir­án a que el público comprenda la importante de una instalació­n en la que se aprecia la planta de las baterías, que se situaban en sus extremos y estaban unidas mediante una muralla que, a su vez, impedía de posibles desembarco­s enemigos en la isla.

En la zona central de la fortificac­ión se disponían los cuarteles destinados a la guarnición (70 hombres) y el polvorín, de gruesas paredes. Este edificio estaba separado de la batería principal por un espaldón, estructura que impedía que los proyectile­s que no acertaran en la batería llegaran a la construcci­ón.

Otro de los espacios recuperado­s son las letrinas, que se construyer­on al sur, próximas a la batería de San García, con departamen­tos separados para la tropa y el oficial.

Avanzado el siglo XX, los cambios en el escenario internacio­nal y la modernizac­ión del armamento y las defensas para la guerra se unieron a la falta de mantenimie­nto de la fortificac­ión, que perdió toda la relevancia de la que había gozado. Años antes, los fuertes temporales ocasionaro­n incluso la caída de parte de los lienzos. En 1919 el Ramo de Guerra cedió su ocupación a la recién creada Junta de Obras del Puerto para la construcci­ón del rompeolas.

Al inicio de las primeras obras de recuperaci­ón en marzo de 2006, los muros del recinto fortificad­o permanecía­n ocultos bajo una espesa vegetación y sobre la muralla se apoyaban restos de tierra y adoquines. La isla había desapareci­do y, con ella, el fuerte. Ahora, la “apuesta decidida de la APBA”, según palabras de Patrón, le permite resucitar para contar la historia de una Algeciras que recupera parte de su patrimonio cultural. El Fuerte gana su batalla contra el olvido. Para los algecireño­s será un auténtico descubrimi­ento.

Juan Antonio Patrón APBA

Sobre todo no queríamos equivocarn­os ni caer en falsas interpreta­ciones”

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 ??  ?? 1. El Fuerte de la Isla Verde, visto desde el exterior. 2. La puerta principal, ya restaurada. 3. Trabajador­es de Díaz Cubero, junto a uno de los cañones. 4. El reformado pozo de Umm Hakim, descubiert­o durante los trabajos. 5. El faro, en la zona donde irá ubicada una sala en la que se explicará, con técnicas de última generación, la historia del fuerte y la isla. 6. Uno de los búnkeres restaurado­s de la II Guerra Mundial. 7. Un cañón apunta al centro de la Bahía.
1. El Fuerte de la Isla Verde, visto desde el exterior. 2. La puerta principal, ya restaurada. 3. Trabajador­es de Díaz Cubero, junto a uno de los cañones. 4. El reformado pozo de Umm Hakim, descubiert­o durante los trabajos. 5. El faro, en la zona donde irá ubicada una sala en la que se explicará, con técnicas de última generación, la historia del fuerte y la isla. 6. Uno de los búnkeres restaurado­s de la II Guerra Mundial. 7. Un cañón apunta al centro de la Bahía.
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