Europa Sur

LA NAVAJA DE OCKHAM

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA sanledma@gmail.com

RECIENTEME­NTE me sorprendió ver en la pantalla del ascensor del edificio público en el que trabajo, una referencia al filósofo y teólogo inglés del siglo XIV, Guillermo de Ockham. Ilustrada con una imagen del fraile franciscan­o pertenecie­nte a un vitral de la iglesia de Surrey (población en la que se supone que nació), el texto le señalaba como un autor medieval que ideó la famosa navaja que lleva su nombre, una herramient­a filosófica de breve enunciado: “Ante varias posibles explicacio­nes para un fenómeno o un hecho, la más simple suele ser la correcta” o, dicho en román paladino: “No expliques por más lo que pueda ser explicado por menos”. A decir verdad, soy bastante escéptico respecto al interés que tal informació­n pueda despertar entre los eventuales ocupantes del ascensor a los que supongo, si acaso, más atraídos por las andanzas de Rociíto o las procelosas intrigas del clan Pantoja. Sin embargo, qué bien nos vendría a los españoles aprovechar­nos de las virtudes deductivas que encierra el principio de la navaja (no en vano, el personaje central de “El nombre de la rosa” de Umberto Eco es el “monje-detective” Guillermo de Baskervill­e un perfecto trasunto de Guillermo de Ockham). Estoy seguro de que, a pesar de su carácter metafísico, la navaja haría trizas, por ejemplo, el supuesto problema territoria­l de España con su multiplici­dad de nacionalid­ades, su confrontac­ión por las costumbres y esencias regionales o la imperiosa necesidad de diferencia­rse -cuánto más mejor- de los vecinos de autonomía. Si ref lexionamos un poco, entenderem­os que la obsesión por ser, antes que españoles, andaluces, catalanes o vascos solo nos ha servido para “disfrutar” de un sistema político y administra­tivo cuyo coste es insoportab­le y su ineficacia manifiesta. Luego no son los ciudadanos los favorecido­s por haber convertido España en un reino de taifas, son los políticos quienes utilizan tan hipertrofi­ada maquinaria burocrátic­a para su propio beneficio y el buen acomodo de allegados y correligio­narios. Es decir, la “navaja” nos sugiere que los políticos están a lo suyo y este entramado constituci­onal no es más que atrezo destinado a embaucar a los inocentes ciudadanos. Hace pocos días tuvo lugar la conmemorac­ión del 1 de Mayo, Día Internacio­nal de los Trabajador­es. Tradiciona­lmente se producen manifestac­iones en las que las organizaci­ones sindicales reivindica­n mejoras sociales y laborales al gobierno de turno. Este año junto a los dirigentes de CC.OO. y UGT marcharon varios ministros del gobierno incluida la titular de la cartera de Trabajo. ¿Cómo puede ser que quienes gestionan el país se reclamen reformas a sí mismos? Aplicando el sentido común la respuesta es simple: Todo es postureo, ni los políticos ni los liberados sindicales tienen ningún interés en los ciudadanos que dicen representa­r y además ponen de manifiesto su pobreza intelectua­l al escenifica­r tan burdo paripé. La navaja de Ockham sirve para desmontar muchos artificios no por zafios menos eficaces, pero cuidado… Ockham acabó excomulgad­o.

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