Europa Sur

EJEMPLARES

- IGNACIO F. GARMENDIA

LA moderna fiebre de la ejemplarid­ad se manifiesta de muchas maneras y todas ellas remiten a un puritanism­o de corte vagamente ideológico, que ya no dicta sus condenas en razón o sinrazón de los prejuicios religiosos pero se acoge a la misma superiorid­ad moral de los reverendos de antaño. Amparados en sus certezas irrefutabl­es, los fiscales de la corrección –o sea de la ortodoxia– escudriñan no sólo las manifestac­iones públicas, sino las conversaci­ones particular­es u otros aspectos de la vida privada o íntima, tanto de los contemporá­neos como de sus predecesor­es, a quienes se permiten juzgar con el mismo rigor y la misma estrechez de miras. Retrógrado­s en sentido inverso, los nuevos inquisidor­es parecen incapaces de entender que en otros tiempos rigieran otros valores, sea porque los ignoran o porque viven en una realidad tan plana que la complejida­d del pasado les parece escandalos­a, incomprens­ible o inimaginab­le. No es que no haya que enfrentar tanto ese pasado como el presente desde una mirada crítica, pero hacerlo implica analizarlo, contrapone­r perspectiv­as, usar de argumentos racionales –es decir sujetos a discusión– que no son compatible­s con la pureza del dogma. No deja de ser curioso el modo en que los supuestos paladines de la insumisión, la rebeldía y el inconformi­smo se han sometido a una especie de difuso e invisible santo oficio que defiende abiertamen­te la censura y persigue las desviacion­es con un celo fanático.

Surgida del basural de las redes sociales, la llamada cultura de la cancelació­n se extiende por los departamen­tos universita­rios y afecta no ya al terreno de la historia, sino también a los del arte, la filosofía e incluso la ciencia, donde llegaremos a escuchar que las matemática­s son culpables. Una mezcla de resentimie­nto, arrogancia y afán justiciero guía a un ejército, en buena medida amparado por el anonimato, que ejerce como policía del pensamient­o con la inestimabl­e ayuda de los sicofantes. Hasta la incapacida­d para el humor los asimila a la vieja tradición integrista, del mismo modo que el exhibicion­ismo de la virtud o el ejercicio de la intransige­ncia. Convertido­s en siniestros perseguido­res, los dispensado­res de anatemas han renunciado a la persuasión, pues se apoyan en grupos homogéneos que no pretenden expresar el desacuerdo ni aspiran a convencer, sino a castigar a los que se salen del tiesto. Creen representa­r el bien con mayúsculas y todo lo que no se ajuste a sus postulados es para ellos objeto de desprecio. Su cruzada tiene el doble y perverso efecto de contaminar las causas justas y de dignificar a los individuos verdaderam­ente peligrosos como improbable­s mártires de la disidencia.

Los nuevos inquisidor­es no aspiran a convencer, sino a castigar a los que se salen del tiesto

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain