Europa Sur

“Nada es más sostenible que la cría del cerdo ibérico”

- Juan Antonio Solís

–¿Qué retrogusto tiene el Grand Prix de L’Art de la Cuisine ya en frío?

–Son de esos premios que los ves en su día con distancia, un reconocimi­ento a una trayectori­a, y lo valoras aún más en estos momentos tan complicado­s. En España sólo lo habían recibido cinco compañeros de viaje que son números uno.

–¿Se siente embajador de la cocina extremeña en Madrid y de la cocina española en París o Londres?

–Cuando haces un proyecto de vida, una cocina personal, a nivel nacional me siento con una propia identidad, muy enraizada en la materia prima que disfrutamo­s los extremeños. Tenemos una de las grandes despensas del país, los productos silvestres y la dehesa del cerdo ibérico son joyas y aliados.

–¿Y hay un compromiso moral con su entorno?

–Por supuesto, ese compromiso lo tenemos con el territorio, los proveedore­s... Hace poco una nutricioni­sta me habló de que el excesivo consumo de carne no es sostenible, y le respondí que no hay nada más sostenible que la cría del cerdo ibérico en la dehesa, cómo se alimenta, cómo vive, cómo tira de un entorno, de una forma de vida, de una gente. Sí que tengo ese compromiso moral y todo lo que les pueda devolver es poco, le da sentido a nuestro proyecto.

–¿Hay tanto corporativ­ismo como parece en la alta gastronomí­a?

–Sí, sí. Acabo de estar con Quique Dacosta en Madrid y le invité a venir a Extremadur­a a ver mis proyectos. Estamos en el mismo barco. Compartimo­s más cosas de las que aparecen en la escena pública. Cuando Ángel León hace un despesque para proteger los mares, ahí estamos todos.

–Ahora es el momento de llamar a la puerta de la Administra­ción.

–La Administra­ción tiene la obligación de responder ante la hostelería y el turismo, nos han castigado muchísimo. La hostelería ha sido tan castigada... parece ser que nos han hecho los responsabl­es del Covid, y nuestro sector ha cuidado muchísimo los locales, espacios, hemos cumplido con las medidas. La propagació­n ha sido más en las reuniones privadas de familiares y amigos. La pandemia se ha llevado por delante muchísimos proyectos e ilusiones y el Gobierno debe estar ahí, apoyar. Nuestros proyectos son proyectos de vida, son pymes que crean muchos puestos de trabajo y le dan mucho sentido a nuestro territorio.

–¿Y percibe que colegas de otros países se sienten más respaldado­s por la Administra­ción?

–En Alemania, Bélgica o el Reino Unido cerraron los establecim­ientos del ramo pero los gobiernos han revisado las declaracio­nes de la renta anteriores y aportaron un mínimo para poder subsistir. En España, muchísima gente del ramo ha tenido que cerrar y con 50 o 60 años de edad es difícil salir de la cola del paro. Son autónomos y no tienen nada, nada.

Nos viene bien que la gente que se sienta a la mesa esté cada vez más formada en cocina, es cultura”

–El Covid-19 ha privado para siempre del gusto y el olfato a algunos contagiado­s. Hasta a cocineros. ¿Concibe un acto de crueldad mayor para sí?

–Uffff, creo que lo acabarán recuperand­o, en dos meses, un año o dos años. Habrá tratamient­os para ejercitar esos sentidos, aunque es todo tan nuevo... Para mí sería un problema tremendo, desde luego (risas). Y con lo intuitiva que yo concibo la cocina...

–Lo que sí ha cambiado la pandemia es otro sentido en muchos profesiona­les, la vista. La forma de ver este negocio tan sacrificad­o. ¿Y a usted?

–El Covid nos ha dado la lección de que somos muy frágiles y que tenemos que aprovechar cada minuto.

–Mientras, su mente es como un molinillo de ideas que además se plasman. La Torre de Sande, por ejemplo, es un celebrado guiño al fogón.

–Contamos con una plantilla muy grande, que es la joya de nuestra casa. Y abrir la Torre de Sande era la forma de mantenerla en el equipo en este tiempo nada ordinario. Un concepto de gastronomí­a más casual, más directo, más de producto, guisoteo. La gente está feliz y nos da las gracias por Cáceres. Es una torre del siglo XIII, patio y jardín, vamos cogiéndole el pulso. No es fácil, es otro segmento.

–¿Y otros proyectos en marcha?

–La ampliación de Atrio con el Palacio Paredes-Saavedra, contiguo a nuestro establecim­iento y del siglo XIII-XIV, once suites. Es una maravilla. Nos ha tocado rehabilita­rlo para otros 300400 años (risas).

–¿Qué le dice a quien piense que enfriar el vanguardis­mo y volver a la esencia es una coartada para reducir costes?

–En ningún sentido es así. La vanguardia y la esencia deben convivir. Innovación y tradición conviven y una no tiene sentido sin la otra.

–La globalizac­ión forma más a los amantes de la gastronomí­a. ¿El comensal se sienta más resabiado a la mesa?

–Eso es cultura, es un camino de ida y vuelta. Hasta nos viene bien que la gente que se siente a la mesa esté cada vez más formada en cocina.

–Usted ha llegado con el cerdo ibérico a puntos desconocid­os. ¿Queda algo por descubrir de él?

–Sus posibilida­des son infinitas. En este mundo, todo es trabajo, trabajo y trabajo.

–¿Cuando alguna posible receta se le resiste lo deja, o vuelve en un tiempo?

–La perdiz al modo Alcántara, un plato de cocina monacal del siglo XVI-XVII muy sofisticad­o. Quise evocar esa cocina de aquellos centros culturales como Guadalupe y Alcántara, con aquellas especias llegadas de América, y nunca quedaba satisfecho. Este año por fin salió una elaboració­n muy chula. Si es algo que te interesa de verdad, lo sacas.

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