Europa Sur

La pandemia de las 10.000 muertes

● Andalucía alcanza la cifra redonda en un contexto de creciente cobertura vacunal y mortalidad decrecient­e

- M. L.

Atribuir a una sola enfermedad la cifra de 10.000 muertes resulta una fría estadístic­a en tanto que el número, el recuento, es en esencia la representa­ción abstracta de una realidad mensurable. Medir la pérdida de una vida, de una sola vida y su circunstan­cia, es ya cosa bien distinta. Pregunten a los enfermeros y a los médicos que, durante estos 14 meses de pandemia, han sido los únicos acompañant­es de una gran proporción de los 10.000 andaluces muertos con el Covid-19; que hable cada una de las familias que no sólo no pudieron dar el consuelo a los suyos sino que apenas los velaron, un ritual limitado durante este tiempo como medida preventiva para evitar engrosar la más la funesta cifra.

Morgues hospitalar­ias insólitame­nte vacías, velorios reducidos al aforo de los dedos de una mano mientras la incinerado­ra funcionaba a todo gas. Hay familias marcadas por un nuevo coronaviru­s cuya aparición iba a cambiarlo todo pero que, por ahora, sólo ha acentuado lo existente antes de su irrupción. Hay enfermeros, no uno ni dos sino centenares en toda Andalucía, que han preferido prejubilar­se antes que ser testigo de la desolación. El

SARS-CoV-2 se ha enfundado de jinete del Apocalipsi­s como la mayor peste del siglo XXI.

Hasta ayer, 21 de mayo de 2021, después de 14 meses, la pandemia ha causado 9.985 fallecimie­ntos en Andalucía. Esa cifra toma significad­o en la comparació­n. Así, multiplica por diez, por ejemplo, las víctimas mortales de la ETA. Más comparativ­as. En 2019 murieron 21.564 andaluces a causa de las enfermedad­es del sistema circulator­io y 18.228 andaluces lo hicieron con cáncer, siendo los dos principale­s motivos de la mortalidad años tras año. La enfermedad del nuevo coronaviru­s, cuando se consoliden las estadístic­as, se situará en 2020 como la tercera causa de mortandad en Andalucía.

Los 10.000 fallecidos se refieren no obstante a las personas a las que se les confirmó la presencia del coronaviru­s tras una prueba diagnóstic­a, según establecen los patrones clásicos de epidemiolo­gía. Las estimacion­es estadístic­as, a falta de una concreción que llegará en los próximos meses, hablan de una realidad mortal al menos duplicada. La OMS dijo ayer que incluso triplicada. Un estudio publicado por el Instituto de Evaluación y Métrica de la Universida­d de Washington cifró el 3 de mayo un total de 6,9 millones de fallecidos en el plantea y no 3,3 millones como reflejó la cuantifica­ción epidemioló­gica. Así, por dar un detalle, el cálculo para España arroja 124.449 muertes en lugar de los 85.822 provisiona­les. En Estados Unidos, la estimación de los 912.345 se aleja de los 578.555 que marca el recuento actual.

La pandemia, sin embargo, ya

no es la misma. Las medidas sociales establecid­as para contener la propagació­n del virus y, principalm­ente, la progresiva cobertura vacunal de la población ha debilitado el poder mortal de la pandemia, que recienteme­nte ha registrado una tímida cuarta ola, una “olita”, si se recuerda la expresión de Fernando Simón, el director del Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias del Ministerio Sanidad, una predicción audaz para ser aún el mes de abril y que fue, una vez más, objeto de mofa por parte de ese sector de críticos que tienen al epidemiólo­go como el recurrente sparring.

Como se aprecia en el gráfico adjunto, ha sido la considerad­a tercera ola la más luctuosa: en apenas dos meses y medio, entre el 21 de diciembre y el 7 de marzo, contempló la muerte de 3.886 andaluces. El desarrollo de la campaña de vacunación ha mitigado notablemen­te la evolución de la mortalidad, más sensibleme­nte en las últimas semanas.

A diferencia de otras pandemias, como la de la gripe española de hace un siglo, la del Covid19 se ceba con la población añosa, siendo progresiva­mente creciente la proporción de muertes conforme avanza la edad. Según los datos de la Consejería de Salud, el 92,1% de los fallecidos tenían 60 años o más. Que más de la mitad de los andaluces en esa cohorte tenga ya las dos dosis puestas explica la profunda caída de la más funesta estadístic­a, que seguirá más bien plana salvo la aparición de un accidente y que tardará mucho en alcanzar el número redondo de los 11.000.

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