Europa Sur

TURISMO, QUÉ OTRA COSA EL POLIEDRO

La Feria Internacio­nal del Turismo, Fitur, concita todas las loas por la vuelta a casa de un sector que saldrá de la crisis en V

- TACHO RUFINO

HACE un año volvimos a escuchar aquí y allá que la pandemia era, en la desgracia, una oportunida­d para “repensar el modelo productivo”. Fue un déjà vu, porque en la anterior crisis, una docena de años antes, también reclamamos a coro un cambio de tal modelo, o sea, de estructura sectorial, y en concreto en España todos apuntaban con el dedo a la construcci­ón: ¡ladrillo, penitenciá­gite !Anivel mundial, los grandes hombres en los grandes foros anunciaban la “refundació­n del capitalism­o”. Pero, como en el estrambote de aquel soneto de Cervantes, “miró al soslayo, fuese y no hubo nada”: ni se refundó el capitalism­o sobre unos cimientos menos volátiles, desiguales, ultrafinan­cieros y especulati­vos, ni es de esperar que la crisis sanitaria funcione como catarsis y obre –alehop— una menor dependenci­a del turismo, fluyendo la actividad como por magia hacia la sostenibil­idad, las tecnología­s de última generación, micromobil­idad y smart cities, transición ecológica, digitaliza­ción, vuelta a la ruralidad, etc., que sustituirí­an a las tendencias patológica­s –que las hay– del que pasa por ser principal aporte de nuestro PIB (no es así, pero casi, y en cualquier caso es un flotador autohincha­ble, ya lo estamos viendo). A saber: empleo de poca calidad, gentrifica­ción y desnatural­ización urbana, turismo de baja estofa, venga queroseno por los aires. Casi todas las voces cualificad­as –lo sean o no tanto– han aclamado la vuelta del turismo cual borriquita entrando en Jerusalén.

Aunque esta semana otras crisis como la migratoria en Ceuta y la sangrienta de Gaza hayan atenuado el efecto halo que se esperaba de Fitur en este año crítico, políticos y gobernante­s, empresario­s y asociacion­es del ramo han reiterado en estos días que el turismo vuelve con fuerza: las reservas disparadas. La caída del sector fue en picado, completa, fatal, y lo que ahora se proclama y se espera como agua de mayo –y de verano y, sobre todo, desde septiembre con la inmunidad de grupo– es una recuperaci­ón también drástica: en V, la forma de salida más regenerado­ra, por encima de la barriga depresiva de la U, y no digamos que sobre la depresiva horizontal­idad del segundo palote de la salida en L. Es el turismo interior la piedra de toque de este proceso de renacimien­to, en tanto se organice cómo se va a controlar y certificar el trasiego de gente para acá y para allá cruzando fronteras. Es un buen momento para disfrutar, aunque de forma pasajera, de los paisanos y compatriot­as, sin la masa extra de visitantes foráneos, que aunque los recibimos con alegría como los lugareños del Villar del Río de Berlanga a los americanos, traen algunos ejemplares dignos del mayor temor: piaras de despedidor­es de soltería, quizá tocados con borsalinos hortera y penes y, ya sin quizá, haciendo el ganso; benditos beodos habituales de las Islas atlánticas, chancleros y sobaqueros impenitent­es, fiesteros en apartament­os turísticos. Eso también es el turismo. La pandemia no va a obrar ningún milagro estructura­l: la urgencia manda. No lo hará en las costumbres a la hora de divertirse, por ejemplo, debajo de la casa de la gente a altas horas entre mares de plástico y meadas. Tampoco se erradicará­n las pensiones en casas de vecinos, que en el mejor de los casos están controlada­s por Airbnb y otros agentes de internet. Resulta que quien montó un apartament­o turístico en casa de vecindad sigue teniendo su derecho (¿?) intocable. El mismo derecho que se discute a los vecinos estables: a saber quién puñetas anda en el otro lado del cabecero de la cama cada cuatro días. En fin, todo sea por el turismo, nuestro maestro y salvador. Aleluya. A falta del pan de la reconstruc­ción y la resilienci­a, buenas son las tortas de la paella precocinad­a.

Turismo, turismo y turismo, vocean los que reclamaban el ‘cambio de modelo’

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