La cultura despide a Brines, un poeta tan amado “que nunca terminará de morir”
● El Ayuntamiento de su localidad natal, Oliva, acoge hoy su capilla ardiente mientras la Comunidad Valenciana decreta tres días de luto
La muerte del escritor valenciano Francisco Brines llevó a decretar tres días de luto oficial en la Comunidad Valenciana y a programar un fin de semana de actos de despedida del que se considera el poeta de las emociones y la tolerancia, pero también de los sentidos de su Mediterráneo.
Brines, cuya capilla ardiente se instalará hoy en el Ayuntamiento de Oliva, en Valencia, su localidad natal, falleció la noche de este jueves, a los 89 años, en el hospital de Gandía, donde fue ingresado la semana pasada, un día después de recibir el Premio Cervantes de 2020 de manos de los reyes en la finca familiar y residencial Elca.
La Real Academia Española (RAE) despidió al poeta valenciano y académico Francisco Brines parafraseando las palabras que él mismo dedicó, en 1984, a Vicente Aleixandre por su fallecimiento: “Lo queríamos tanto que no se nos va a acabar nunca de morir”.
“Nos deja un gran poeta y escritor”, reconoce la Real Academia, para la que Brines fue elegido académico el 19 abril de 2001 para cubrir la vacante de Antonio Buero Vallejo (el sillón X) y tomó posesión el 21 de mayo de 2006 con un discurso titulado Unidad y cercanía personal en la poesía de Luis Cernuda.
El Premio Cervantes 2020 recibió el galardón en su casa de Oliva hace sólo ocho días, de manos de los Reyes, y con ello culminaba una carrera llena de reconocimientos. El académico recibió, entre otros, el Premio Adonáis de Poesía (1959), el Premio de la Crítica (1966), el Nacional de Poesía (1987), el Premio Nacional de las Letras españolas (1999) al conjunto de su obra, y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2010.
Nació el 22 de enero de 1932 en Oliva. Tras estudiar en los Jesuitas de Valencia, pasó por las universidades
Brines tomó posesión de su sillón en la RAE con un discurso que dedicó a Cernuda
españolas de Valencia, Deusto y Salamanca para licenciarse en Derecho y por la de Madrid para cursar Filosofía y Letras. A lo largo de su trayectoria, compatibilizó su producción poética con su labor como profesor universitario. Fue lector de literatura española en la Universidad de Cambridge y profesor de español en la Universidad de Oxford. Su poesía se caracteriza por el tono melancólico y la belleza de sus versos. El tema capital de su producción es el paso del tiempo, la decadencia de todo lo vivido, la degradada condición del ser humano sometido a sus limitaciones.
Fue compañero generacional de otros ilustres escritores que se opusieron –en verso o en prosa– al régimen franquista, como José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute o Rafael Sánchez Ferlosio. Fue calificado como “un gran poeta metafísico” y parte de su producción conforma uno de los vértices de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX, con libros tan celebrados como Las brasas (1959), Palabras en la oscuridad (1966) o El otoño de las rosas (1986).