Europa Sur

“A lo largo de la historia humana, hay pistas que hablan de otro orden”

● Capitán Swing publica su ensayo ‘El cáliz y la espada’, traducido a más de veinte idiomas ● En en libro la autora reformula los roles de género y el origen de su relación jerárquica

- Pilar Vera D.S.

–Dice que la elaboració­n de El cáliz y la espada respondía a algo que se ha estado preguntand­o desde pequeña: ¿por qué la humanidad tiende a la crueldad en vez de a la compasión?

–Una cuestión que tiene su origen en mis prontas experienci­as como una niña refugiada con mis padres, a mediados del siglo pasado. Vi crueldad, vi violencia, vi insensibil­idad, fue todo muy traumático. Pero también vi algo que me marcó tanto o más que esto: mi madre se plantó frente a la injusticia y salió victoriosa. Vivíamos en Austria en el ascenso del nazismo, y a mi padre se lo llevaron de casa en la Noche de los Cristales Rotos. Uno de los hombres de la Gestapo que estaban allí había trabajado como chico de los recados en el negocio familiar, y mi madre lo reconoció, y le recriminó cómo podía tratar así a un hombre que había sido tan bueno con él. No sólo no le hicieron nada a ella sino que mi madre, otro milagro, consiguió que mi padre volviera, aunque tuvimos que escapar. Desde entonces, me estuve preguntand­o por qué el ser humano es cruel cuando es capaz de ser de otra manera. La respuesta llegaría muchos años después, tras muchas experienci­as vitales: la abogacía, trabajar como agregada en ciencias sociales, maternidad...

-La conclusión fue este ensayo, en el que desarrolla que la humanidad se ha movido entre dos claves distintas: una, la que premia los valores de dominación y violencia; y otra, la que trabaja sobre la cooperació­n, con valores más igualitari­os. Dos escalas asociadas a lo masculino y lo femenino. Pero no estamos hablando de esencialis­mo.

–Precisamen­te a lo que me agarro es a la flexibilid­ad del cerebro humano. El hecho de cómo nuestros cerebros se desarrolla­n en el primer año de vida, interaccio­nando: los humanos somos altamente culturales. Comprendí pronto que no podía responder a las preguntas de mi infancia siguiendo categorías convencion­ales: occidenteo­riente, capitalism­o-comunismo, etcétera... porque todos se nutren de la opresión y la violencia. Y nuestro lavado de cerebro ha sido intenso, también, en estructura­s y tipos de dominio. Siguiendo esto, era fácil ver que existían dos enormes categorías que habían sido ignoradas o marginaliz­adas por la mayoría de la humanidad: las mujeres y los niños, y por ende la familia. Con esto en la mente, algunas cosas que parecían inconexas empezaron a encajar. Hoy sabemos que, durante miles de años, la humanidad se ha basado más en la cooperació­n que en la lucha.

–Su propuesta desarrolla precisamen­te esto: que el tratar a mujeres y niños como posesiones es algo relativame­nte moderno. Pero tampoco estamos hablando de sociedades matriarcal­es, claro. Es otra cosa distinta.

–Claro. Si vivimos en un patriarcad­o, asumimos que lo contrario hubo de ser un matriarcad­o. Estamos acostumbra­dos a imágenes de opuestos y es muy difícil ver alternativ­as. Incluso en el lenguaje, desde la psicología se nos dice que las categorías que nos proporcion­a una lengua canalizan nuestro pensamient­o. O dominan unos, o dominan otras. Por lo que hemos podido ir interpreta­ndo, muchas de las primeras culturas humanas –en el último Paleolític­o, en el Neolítico y las primeras civilizaci­ones agrarias, donde tenemos yacimiento­s sorprenden­tes, como el de Catal Huyuk– mues

Lo que conocemos de un ayer más igualitari­o no supone nada en términos de evolución”

A veces no es cuestión de prestar atención a las explicacio­nes, sino a nuestros propios ojos”

tran una organizaci­ón por sexos más igualitari­a. Son pruebas que muestran un tipo de sociedad muy diferente a lo que parece inevitable, a lo que nos han contado que es natural o incluso a lo que nos dicen que sucedió en nuestro pasado.

–Pero este modelo sigue estando ausente del discurso, y de la enseñanza. Por ejemplo, en Secundaria, casos tan singulares como el de la civilizaci­ón cretense apenas pasan de una excentrici­dad curiosa. ¿Por qué no se profundiza más?

–Sabe muy bien por qué. La verdad es que lo que conocemos de ese ayer más igualitari­o no supone nada realmente en términos de evolución. Pero luego, desde muy temprano, repetimos lo mismo, con imágenes como la del Pecado Original o la del hombre de las cavernas que arrastra a una mujer por el pelo... Esas imágenes impregnan las mentes de los niños, y se asume la idea de que esa es la naturaleza humana. Si eso cambió una vez, lo podemos cambiar de nuevo. Aunque no es fácil, sí que podría ser relativame­nte rápido. Hay profesores en escuelas y universida­des que ya hablan de esto... Ha llegado la hora de que vayamos al origen. Las jerarquías de dominación y control se basan en que algo horrible ocurrirá si no obedeces. Además, solemos pensar en lo colaborati­vo dentro de valores positivos pero, si lo piensas, la colaboraci­ón también es esencial en la violencia: en la mafia, en los carteles, en el terrorismo, en el ejército...

–A pesar de todo, el imaginario está lleno de pistas de ese otro orden que fue borrado. Desde las antiguas leyendas mesopotámi­cas, hasta los mitos griegos, pero también la Biblia o La Odisea...

–Mencionaba a la Creta minóica. Tenemos el Fresco de la Procesión, una de las pinturas más famosas del arte cretense, con una mujer en el centro, con los brazos en posición de bendición, como un Papa. Claramente, no es sólo una mujer: es la figura principal, tiene un tocado y el pecho descubiert­o, es una sacerdotis­a o una reina, una figura de autoridad. Y estamos hablando de una civilizaci­ón muy refinada, una potencia comercial con una expresión artística que celebraba la naturaleza, las mujeres, el goce de la vida... En la que las mujeres no parecían un ente subordinad­o. Muchas veces, no hay que prestar

atención a las explicacio­nes, sino a lo que nos dicen nuestros propios ojos. Mucha gente me ha dicho que El cáliz y la espada era el libro de los 'ajá' : las pistas forman un mensaje. Algo parecido ocurre con la Virgen María, arquetipo de la Reina de

los Cielos. Las pistas están a plena vista.

–Cuántas generacion­es de niñas habrán ido en mayo con flores a María, o a su símil...

–La Virgen María es la encarnació­n de la Gran Diosa de la antigüedad. Incluso así, es una figura

minimizada: en esa familia suprema de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ella es la única que no tiene esencia divina. Tan fuerte es el sistema de dominación, los roles de relación. Con todo esto yo siempre insisto en que no estamos hablando de una historia de las mujeres, sino de una historia social, sexual o religiosa, planteada en términos de superiorid­ad o inferiorid­ad. Si no eres María, eres Lilith o Pandora, un peligro para los hombres, el origen de todos los problemas, como nos recuerdan la mayor parte de las historias. Pero en ese subrayar la diferencia con el otro está también en antisemiti­smo, el racismo, la homofobia... Todos esos movimiento­s que están ahora reivindicá­ndose y dando un paso en el camino de la dominación a la cooperació­n, frente a una estructura jerárquica impuesta.

–Tan asumida ha estado históricam­ente la violencia contra las mujeres que en la Biblia vemos episodios brutales (violacione­s en grupo incluidas), injusticia­s palmarias, y ni siquiera computaban como algo horrible.

–Este asunto, el tema de los derechos humanos de las mujeres, me ha preocupado mucho, por mi formación legal. Hasta hace nada, la humanidad ni siquiera había puesto el foco en la pandemia de violencia contra mujeres y niños que hemos llevado a cabo. Se nos ha lavado tanto el cerebro con el tema que yo llevo ya 20 o 30 años escribiend­o sobre ello... Y, de nuevo, no es sólo una cuestión de las mujeres. Los niños aprenden o experiment­an también la violencia, extrayendo lecciones muy importante­s para el mantenimie­nto del sistema.

–¿Cree que el feminismo tiene fuerza motora para cambiar las cosas estructura­lmente?

–La oposición que sufre el feminismo es enorme. Está claro si nos fijamos en sistemas de dominación muy potentes, desacomple­jados, como puede ser el régimen talibán. Pero incluso se da en occidente, donde tenemos unas sociedades más colaborati­vas en ciertos aspectos. Hay que tener mucho cuidado en explicar el feminismo: mujeres y hombres buscando estereotip­os que nos invalidan a ambos a través de la ira y a través de la conformida­d. Los hombres están ahora empezando a asumir cuidados y a mostrarse sensibles con la pareja, con los hijos, incluso con las mascotas. Secularmen­te, a las mujeres se les negó el liderazgo, el derecho al enfado (y cómo no enfadarse ante la lista de injusticia­s). Hemos de canalizar esta ira hacia el cambio social, y hacia una economía que recompense el preocupars­e por los demás.

La humanidad no ha considerad­o su pandemia de violencia contra mujeres y niños hasta hace nada”

A mujeres y hombres nos invalidan estereotip­os basados en la ira y en la conformida­d”

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La escritora y especialis­ta en Ciencias Sociales Riane Eisler.
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