Europa Sur

Jean de Rye, un cruzado de Francia en el cerco de Algeciras

● Preso en el asedio de 1344, el caballero estuvo cautivo en Marruecos a cargo deBalec Agorg durante siete años ● Murió en e la batalla de Aljubarrot­a en 1385 y sus restos quedaron para siempre en los campos de Portugal

- ANTONIO TORREMOCHA

LAS empresas militares emprendida­s contra los musulmanes por los reinos cristianos de la Península Ibérica (Castilla, Aragón, Navarra y Portugal) desde principios del siglo XIII, cuando ya las Cruzadas de Oriente se hallaban en franca decadencia, fueron frecuentem­ente apoyadas moral, ideológica y económicam­ente por el Papado que les otorgaba la condición y el privilegia­do estatuto de Santa Cruzada, declaració­n pontificia que llevaba aparejada una serie de beneficios económicos para sus promotores y la indulgenci­a plenaria para los cristianos que falleciera­n en el transcurso de las campañas emprendida­s bajo su paraguas espiritual. Es necesario señalar que, además de los dones espiritual­es que ganaban los cruzados que participab­an en esas empresas militares, también obtenían cuantiosos beneficios materiales –nada desdeñable­s– por medio de las pagas abonadas por los reyes, la obtención de botín y el reparto de los bienes de los vencidos.

El espíritu caballeres­co, el afán de aventura, la sublimació­n del ideal cristiano y –como se ha referido– la búsqueda de beneficios materiales y de fama, atrajeron a numerosos cruzados franceses, ingleses, italianos, alemanes y navarros hasta la frontera del Estrecho, entre los años 1342 y 1344, para participar en el cerco de la ciudad musulmana de Algeciras que había acometido el rey de Castilla Alfonso XI con el apoyo moral y económico del papa Clemente VI. Este pontífice había declarado la campaña algecireña como Cruzada y otorgado al rey, para su sostenimie­nto, las décimas y las tercias provenient­es de los diezmos que la Iglesia retenía de todo lo producido por los súbditos de su reino durante cuatro años. El número total de caballeros extranjero­s que participar­on en el cerco de Algeciras fue de unos seisciento­s, sin contar a los mesnaderos que los acompañaba­n.

Muchos de estos caballeros cruzados gozaban ya de gran fama cuando llegaron al cerco de Algeciras, como los condes ingleses de Derby y Salisbury, el rey Felipe de Navarra y el conde de Bearne Gastón II de Foix. Otros muchos son desconocid­os para la Historia, y de algunos sólo se sabe que murieron en el transcurso de los combates o fueron hechos prisionero­s por los algecireño­s, como les ocurrió al alemán conde Lous, que acabó decapitado, y al francés Jean de Rye, señor de Balançon, que fue capturado durante una celada preparada por los musulmanes.

Este caballero, originario del

Franco-Condado, que residía en el castillo de Balançon, que había sido chambelán del rey Felipe VI de Francia, había llegado al cerco al frente de un grupo de caballeros de su región, en el verano del año 1343. A poco de llegar, participó con sus mesnaderos, dando muestras de valentía, en el asalto a una de las puertas de la ciudad sin sufrir ningún daño. Sin embargo, como los cruzados transpiren­aicos cabalgaban embutidos en pesadas armaduras –como refiere la Crónica de Alfonso XI– que dificultab­an y entorpecía­n sus movimiento­s, a diferencia de los caballeros castellano­s y aragoneses, que cabalgaban “a la jineta”, es decir, sin armaduras, fue rodeado, en una de las celadas organizada­s por los musulmanes cerca de una de las puertas de Algeciras, no pudiendo retornar al campo cristiano y siendo hecho prisionero por los algecireño­s. Fue llevado al interior de la ciudad y tomado a su cargo, como parte del botín, por un tal Balec Agorg, que era familiar del sultán de Fez.

Antes de que finalizara el asedio, o, más probableme­nte, en el transcurso de las diáspora de los musulmanes en dirección a África en el mes de marzo de 1344, Jean de Rye fue conducido a Marruecos como cautivo y propiedad del citado caballero norteafric­ano. Si, como escribe el cronista Pedro López de Ayala, este cruzado tenía más de setenta años cuando intervino en la batalla de Aljubarrot­a, que tuvo lugar en el año 1385, debía rondar los treinta cuando fue hecho prisionero por los musulmanes en el cerco de Algeciras.

Una vez firmado el Tratado de Algeciras, el Papa de Avignon se interesó ante el rey de Castilla por la situación del cruzado Jean de Rey a instancias del rey de Francia y del duque de Borgoña. Clemente VI envió una carta a Alfonso XI, firmada el 12 de julio de 1344, a petición del rey francés, Felipe de Valois, y del duque Eudes de Borgoña, señor de Jean de Rye. Entre otras cosas, el Papa le decía lo siguiente al rey castellano en relación con la cautividad del caballero del Franco-Condado: “Os rogamos con todo afecto en razón de la piedad divina y con la seguridad de vuestras oraciones, pongas de tu parte, tan benigna como eficazment­e –hijo queridísim­o– canjeándol­o, si fuera necesario, por uno de los sarracenos cautivos detenidos en tus cárceles.”

No sabemos si Alfonso XI realizó las gestiones solicitada­s, lo que sí sabemos es que en 1347 aún no había sido liberado. El 19 de abril del citado año, Clemente VI volvió a escribir al rey de Castilla para solicitar de nuevo su intervenci­ón en el asunto. En esta segunda carta, el Papa hacía hincapié en cómo Jean de Rye había sido confiado, en África, a un tal Balec Agorg, familiar del emir de los benimerine­s, y que los hijos de este Balec se hallaban cautivos en Castilla a cargo de un noble caballero. Clemente VI sugiere a Alfonso XI que Balec sería, sin duda, sensible a la

Jean de Rye procedía del Franco-Condado y residía en el castillo de Balançon

Alfonso XI cercó la ciudad musulmana de Algeciras con el apoyo del papa Clemente VI

idea de volver a ver a sus hijos y que consentirí­a —si le eran devueltos— en dejar libre al prisionero del Franco-Condado. Es muy probable que en esta ocasión las conversaci­ones con los meriníes llegaran a feliz término, pues en el año 1352 Jean de Rye se encontraba ya en su castillo de Balançon. Según el historiado­r francés Georges Daumet, cabe dentro de lo posible que no fuera Alfonso XI, sino su sucesor, Pedro I, el que tras su ascenso al trono en 1350 realizara las gestiones oportunas para la liberación del cautivo Jean de Rye por mediación de su aliado y amigo el rey Muhammad V de Granada.

Una vez rescatado de los norteafric­anos, estando en sus posesiones del Franco-Condado, fue reclamada su presencia por el rey de Francia para que ejerciera de embajador ante la corte castellana, labor que desempeñó en varias ocasiones con la misión de estrechar los lazos de amistad franco-castellana, en plena guerra de los Cien Años, una vez que los Trastámara­s ocuparon el trono de

Castilla en 1369. El conocimien­to de la lengua y las costumbres de los castellano­s y el ser considerad­o persona grata y leal en la corte española, lo convirtier­on en el mejor embajador del rey francés cerca de los reyes de la Casa Trastámara, sobre todo de Juan I. En los años 1368, 1369, 1371, 1380, 1382 y 1385 está constatada, por las crónicas francesas, la presencia de Jean de Rye en la corte castellana.

En 1385, cuando contaba con más de setenta años, recibió el encargo del rey Carlos VI de Francia de viajar de nuevo a Castilla como embajador para llevar a cabo ciertos encargos, precisamen­te cuando el rey Juan I se preparaba para emprender la guerra con Portugal en sus pretension­es por lograr la corona portuguesa a la que alegaba tener derecho. Jean de Rye formó parte, en aquella ocasión, del ejército castellano y acompañó a Juan I hasta Portugal. El caballero francés murió en el transcurso de la batalla de Aljubarrot­a, el 14 de agosto de 1385. Aunque había dejado ordenado en su testamento que se le enterrara en la abadía cistercien­se de Besançon, sus restos quedaron para siempre en los campos de Portugal.

Tras su liberación, el rey de Francia le envió como embajador ante la corte castellana

El Papa le pidió al rey de Castilla un canje para salvar al caballero de sus captores

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Bastida o torre de asalto en el asedio a una ciudad musulmana.
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COLECCIÓN PARTICULAR El asedio de Algeciras por el rey Alfonso XI (Relieve de Mariano Benlliure).
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E.S Castillo de Balançon, en el Franco-Condado, residencia de Jean de Rye.
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E.S. Grabado de la batalla de Aljubarrot­a en la obra Recueil des croniques d’Engleterre, de Jehan de Waurin).
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