Europa Sur

INSTRUMENT­OS DE PAGO

- ROGELIO RODRÍGUEZ

LA legislatur­a avanza plagada de úlceras. El Gobierno resiste con disposicio­nes que sólo persiguen la permanenci­a en el poder, aun a costa del galopante deterioro de las institucio­nes. Ese es el nudo gordiano de un drama político cuyo previsible desenlace no es preciso consultar a los profetas. El programado indulto a los dirigentes catalanes condenados por el procés supone una agresión al poder judicial. No por la noble figura de la medida de gracia en sí misma, sino por la perversida­d que conlleva pretender subvertir la ajustada sentencia del Tribunal Supremo, desoír su implacable argumentar­io y el de la Fiscalía, en aras de una purulenta mayoría parlamenta­ria. La anunciada reforma del delito de sedición es también un instrument­o de pago a las fuerzas secesionis­tas que apoyaron la investidur­a de Pedro Sánchez. La secuencia del pacto es cristalina y si llegado el día el Consejo de Ministros lo aplaza o altera es porque Bruselas exige garantías de estabilida­d política antes de liberar los fondos para la recuperaci­ón. El Gobierno necesita el dinero de la UE y la ruta secesionis­ta el dinero del Estado.

El hombre que, en octubre de 2019, en los previos a las elecciones generales del 10 de noviembre de aquel año, proclamaba su aversión a indultar a los golpistas y prometía que cumplirían “hasta el último día de prisión” ha vuelto a girar 180 grados. Decía Kant que “el sabio puede cambiar de opinión; el necio, nunca”. Pero la clarividen­te teoría kantiana fracasa con estrépito en el caso del actual líder socialista. Si Sánchez esgrime ahora que “la venganza no es un valor constituci­onal”, y no lo es, es para justificar el atropello del Ejecutivo a la sentencia del Alto Tribunal y nublar con cínica verborrea el desvergonz­ado coste de un chantaje. Los valores constituci­onales que reclaman Sánchez y su atribulado ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, son precisamen­te los que violaron los penados y prometen volver a violar. El preso Oriol Junqueras lo expresó de forma explícita: “Que se metan los indultos por donde les quepa”. ¡Vaya que sí! Todos los gobiernos de la democracia han mostrado tragaderas con los nacionalis­mos cuando los han necesitado. Todos engordaron a la fiera y la fiera encontró en la ambición de Sánchez el pesebre de sus aspiracion­es.

La probada solidez de los pilares del Estado de derecho está hoy en peligro por la acción de un Ejecutivo sectario y desacredit­ado desde el primero al último de sus integrante­s, muchos de ellos todavía anónimos, que disimula con tinta de calamar la perversión constituci­onal de su mandato. La causa del sanchismo carece de límites. Felipe González, el mayor estadista de nuestra era democrátic­a, cuyas contadas comparecen­cias siguen levantando gran expectació­n, declaró el pasado miércoles no sentirse representa­do y que no se dan las condicione­s para el indulto. Pero lo dijo en El Hormiguero y con hábil retórica, adornándos­e con frívolos anecdotari­os sobre los líderes mundiales de su tiempo, en un programa de humor y ante un entrevista­dor vacuo y reverencia­l. Conocí al PSOE y a González y es difícil asimilar lo mucho que va de ayer mismo a hoy.

El Gobierno resiste con disposicio­nes que sólo persiguen la permanenci­a en el poder

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