Agradecimiento al Hospital Clínico de Puerto Real
El motivo de la presente carta no es otro que hacer partícipe a todo lector del enorme agradecimiento por parte de mi persona y la de mi esposa hacia el personal del hospital en el que he estado casi dos meses ingresado.
A veces, la vida te pone a prueba de la forma más inesperada y, ante la adversidad que se presentó particularmente en mi caso, hoy puedo seguir viendo cada día amanecer, disfrutar de los míos quizás con mayor intensidad que antes y, por supuesto, ver las cosas desde otra perspectiva. Esto ha sido posible gracias al cuadro de otorrinos, encabezado por la doctora Porras y el doctor Rebollo, así como por todos los doctores del departamento de otorrinolaringología que con su enorme profesionalidad y calidad humana me han salvado literalmente la vida, los cuales se han preocupado incluso en sus días de descanso por mi estado, haciendo un seguimiento exhaustivo de mi evolución.
Durante mi estancia en la habitación 234/232, mi mujer y yo hemos pasado momentos muy difíciles, complicaciones inesperadas por doquier, donde el tiempo parecía no transcurrir en pos de una recuperación real, haciendo que no viéramos salida alguna ante tanta oscuridad. Gracias a todas y cada una de las personas que han hecho mi estancia y la de mi esposa cada día un poco mejor, esa oscuridad se tornó en luz y poco a poco fui recuperándome.
Sería injusto no acordarme de la gran profesionalidad de los cirujanos que me intervinieron en el abdomen, de los anestesistas, del médico internista, de los enfermeros y enfermeras, nutricionista y auxiliares, celadores, limpiadoras y, en general, del gran equipo humano que tiene a su cargo, los cuales, a diario, cuando entraban en la habitación, nos daban los ánimos necesarios que nos faltaban, su apoyo en los momentos más difíciles y siempre sacándonos una sonrisa, la cual se convertía en más de una ocasión, en el más potente de los analgésicos. A todos ellos, por ser los mejores profesionales y ante todo mejores personas, los tendré siempre presente, por todo lo que han hecho por mí, por nosotros en general, por su paciencia, por su saber estar y por ser mis ángeles de la guarda.
A todos ellos, gracias.