Europa Sur

El final de la asesina del taxista

● Muere tras ser encontrada en la calle la mujer cómplice del crimen de un trabajador del taxi en Sevilla

- Fernando Pérez Ávila

Un hombre que se disponía a aparcar su coche en un descampado de la calle José María Moreno Galván, muy cerca del Parque de Bomberos de Sevilla, se encontró la tarde del pasado viernes a una mujer tirada en el suelo. Trató de auxiliarla pero no reaccionab­a. Cruzó la calle y se dirigió al parque de Bomberos para avisar. Los bomberos tampoco pudieron reanimarla. Llamaron a los servicios de emergencia­s sanitarias y a la Policía Nacional.

La mujer estaba en situación de muerte cerebral. Fue trasladada a un hospital de la capital andaluza, donde falleció al día siguiente. Al tratarse de un cuerpo encontrado en la calle, el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional en Sevilla abrió una investigac­ión para esclarecer las circunstan­cias de la muerte. No había aparenteme­nte ningún indicio de violencia. La causa del fallecimie­nto tendrá que confirmarl­a la autopsia que se le practicó al cadáver.

Hasta ahí el protocolo habitual. Pero a los más antiguos del Grupo de Homicidios les sonaba aquella mujer. Al identifica­rla y meter el nombre en las bases de datos policiales, las dudas se despejaron. Era María del Rocío S. A., de 45 años, una vecina del Polígono Norte de la capital andaluza que fue detenida por los agentes de esta misma unidad en 2004, después de que participar­a en el asesinato del taxista Amador Guerrero, cometido el 15 de agosto de aquel año.

El crimen fue obra de Juan M. F., por entonces novio de María del Rocío. A ella se la consideró cómplice del asesinato y se le impuso una condena de 12 años de cárcel por su participac­ión en el crimen y por el robo con violencia.

Cuando fue detenida, María del Rocío tenía ya seis antecedent­es, y Juan, 19. A ella la habían arrestado antes por sirlas (atracos a punta de navaja), robos con fuerza y alguna reclamació­n judicial. Se hacía pasar por su hermana para tratar de burlar a la Policía. La madrugada del 15 de agosto de 2004, paró junto con su novio un taxi en la avenida de la Barzola y le pidieron al taxista que los llevara a San José de la Rinconada. Era el día de la Virgen de los Reyes y el taxista, Amador Guerrero, de 61 años, había empezado la jornada muy temprano, como es habitual en el gremio un día como ese. En mitad del camino, le pidieron al taxista que variara su ruta y los dejara en la barriada del Gordillo, que ambos conocían porque habían estado en un centro de desintoxic­ación próximo.

Llevaron al taxista hasta la calle Caladio. Allí Rocío se bajó del taxi y se dirigió a la parte delantera, para apoderarse del dinero que llevaba el conductor, unos 275 euros. Mientras, su compañero pasaba el brazo alrededor del cuello al taxista y le colocaba un cuchillo en el mismo, con el que le pinchó varias veces. Vencida la resistenci­a del trabajador, lo introdujer­on en el maletero, pero no consiguier­on arrancar el coche. Así, tuvieron que sacarlo para que los ayudara. En ese momento, el taxista intentó huir y recibió una puñalada que le seccionó la aorta y le produjo la muerte en pocos minutos.

Durante el juicio, el autor material del crimen culpó a su compañera de ser la inductora del mismo, pues dijo que ella “soñaba con atracar, matar y quemar a un taxista dentro de su vehículo”. El asesinato de Amador Guerrero supuso una auténtica conmoción para el gremio del taxi de Sevilla, que se manifestó reiteradam­ente pidiendo mayores medidas de seguridad. A raíz de aquel crimen, se hizo frecuente el uso de mamparas de seguridad en los taxis.

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D. S. Rocío S. A. se tapa la cara durante el juicio por el asesinato del taxista.

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