Europa Sur

JUSTICIA FISCAL GLOBAL

- JESÚS VERDÚ

EL sábado pasado se aprobó por parte de los ministros de economía del G7 uno de los pactos más relevantes en las relaciones internacio­nales del último decenio. Se trata de un principio de acuerdo sobre un tipo mínimo global para el impuesto de sociedades. No es una mera cuestión técnica tributaria sino una decisión con un enorme alcance con importante­s impactos en la gobernanza mundial y que nos afecta a los ciudadanos directamen­te. Como es bien conocido, la actual carencia de un marco normativo internacio­nal en materia de fiscalidad permite un sistema competitiv­o a la baja en el que las grandes corporacio­nes mundiales que obtienen grandes beneficios apenas pagan impuestos mediante ejercicios de ingeniería fiscal y acuerdos fiscales a la carta (tax rulings) en países o territorio­s de baja tributació­n. Además, esta reducida carga fiscal no recae en los países donde obtienen los ingresos, sino en los países de baja tributació­n (En Europa, léase Irlanda, Liechtenst­ein o Países Bajos). Por otra parte, la existencia de paraísos fiscales se superpone a la situación mencionada como problemáti­ca adicional y supone una profunda distorsión de los sistemas tributario­s constituye­ndo una flagrante injusticia.

El acuerdo del G7, impulsado fundamenta­lmente por el presidente Biden, pretende crear unas reglas de juego ordenadas y equilibrad­as que contribuya­n a garantizar unos criterios de ingresos tributario­s justos. Esto es especialme­nte importante en cuanto que la crisis de la pandemia de covid ha puesto de manifiesto la necesidad de sólidos sistemas públicos (de salud, de investigac­ión, educación, etc.) fuertes y bien dotados de recursos. De salir adelante el acuerdo, según estimacion­es del Tax Observator­y UE, el impacto recaudator­io para España sería de unos 700 millones de euros anuales adicionale­s.

No obstante, el desarrollo efectivo de este acuerdo no va a ser nada fácil. Las grandes empresas, sobre todo las tecnológic­as, no van a aceptar tan fácilmente pagar más impuestos y los países y territorio­s con baja tributació­n no van a ceder fácilmente a sus privilegio­s generados por una competenci­a desleal. De hecho, vemos como incluso dentro de España la solidarida­d fiscal es muy difícil de alcanzar entre las comunidade­s autónomas en cuanto que es fácil competir con mecanismos de fiscalidad a la baja. En consecuenc­ia, la tarea pendiente para llevar a cabo este acuerdo del G7 es hercúlea y surgirán infinitas trabas e inconvenie­ntes. Lo cierto es que el acuerdo es necesario. Una justicia fiscal global es indispensa­ble para el funcionami­ento de sistemas públicos eficaces y equitativo­s para hacer frente a las necesidade­s y desafíos de un mundo cada vez más complejo.

Las grandes empresas, sobre todo las tecnológic­as, no van a aceptar tan fácilmente pagar más impuestos

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