Atropellados por el Covid y los procedimientos
Me gustaría hacer pública una situación que he sufrido y me ha provocado una mezcla de impotencia, ira y frustración, por una falta de voluntad y celo en la excesiva burocracia de la que, en el fondo, todos participamos. Si esta pandemia sacó lo mejor de cada uno, también está sirviendo de escudo para justificar actuaciones que ya se venían produciendo desde hace mucho.
Todo parte cuando mi hija pequeña acaba el grado elemental de música en el modesto conservatorio de nuestra ciudad, en El Puerto de Santa María. Este año acababa cuarto, y le tocaba cambiar de centro, siendo nuestra elección el de Cádiz, donde la inscribimos, según se dicta este año, vía Secretaría Virtual de la Junta de Andalucía... Un despropósito de sistema que, finalmente, te obliga a acudir al centro para ver el listado con la fecha en la que la prueba se realizaba. Resignado, acudí al centro para buscarla yo mismo (no te ofrecen ayuda ‘por protección de datos’), anotando la primera fecha que vi, sin saber que había otra, ¿de verdad que no se puede hacer un listado único por instrumento y definir los días asignados para cada aspirante? Asumiendo mi error, lo único que puedo alegar en mi favor es que, en un momento tan crucial para los estudios de una niña, no he recibido ningún tipo de asistencia por parte del conservatorio de origen, sin interés por el futuro de sus alumnos, tampoco de la secretaría virtual de la Junta, que muestra información parcial y de poco valor, ni el conservatorio de destino ha mostrado posibilidad de enmienda al escudarse que ellos actúan según el procedimiento y hay padres con mala fe que no permitirían hacer una ‘excepción’ que no considero como tal, ya que acudimos dentro de las fechas, en la hora estipulada para la realización de la prueba... pero mi hija se queda sin su prueba.
Pues bien, la cuestión es que mi hija, con unos muy buenos resultados en sus estudios, y con posibilidades de continuar con unas enseñanzas para las que estaba especialmente ilusionada y preparada a lo largo del año, ha aprendido que, en esta vida, no hay lugar a enmienda ante la Administración o los arcaicos procedimientos dictados por burócratas estrictos. Hemos olvidado que nuestra felicidad también se alcanza ayudando al prójimo, y que lo importante es cumplir las normas a rajatabla. Si mi hija no ha podido continuar este año con su sueño, es a causa de un sistema que no funciona y carece de esperanza de mejora. Jesús Fernández Franzón (Correo)