Europa Sur

“En diez años de agricultor aprendí más que en media vida de periodista”

FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS

- Andrés Cárdenas

–-Ha escrito usted un libro y le ha puesto un título con 35 palabras. ¿Eso es esnobismo o provocació­n?

–Ni esnobismo ni provocació­n, aunque es cierto que vivimos en un mundo tan homogeneiz­ado que cualquier forma de ruptura con lo establecid­o parece una provocació­n. Creo que el título le va bien al contenido del relato y por eso lo mantuve.

–En general, sus relatos no son muy políticame­nte correctos, como se dice ahora. Hay uno en el que los nietos se comen a la abuela.

–No me interesa lo políticame­nte correcto. Forma parte del mundo infantil en el que muchos políticos y sobre todo las multinacio­nales que los dirigen pretenden instalarno­s. El Pensamient­o Alicia que denunció hace ya muchos años el profesor Gustavo Bueno y que consiste en organizar las opiniones, las valoracion­es o los rechazos, a partir de cuatro chorradas superficia­les. En realidad, en una sociedad de postureo y medias verdades, nada es lo que parece.

–También parece dar usted el mensaje de que España no tiene solución con tanto político que no sabe lo que está haciendo.

–Creo que España tiene solución o, mejor, soluciones a muchos de sus problemas.

Pero no sé si hay políticos con la seriedad, la formación y el nivel cultural necesario para abordarlas. Le voy a poner un solo ejemplo: el Estado Autonómico. Un modelo que ha incrementa­do las desigualda­des económicas entre las regiones ha diluido la idea nacional española en un batiburril­lo de identidade­s que se basan en simples diferencia­s de folclórica­s, culinarias o lingüístic­as, y ha demostrado ser una jaula de grillos durante la pandemia.

–Usted dejó el periodismo y se fue a Almería a cultivar sandías. ¿Le parece procedente?

–Plantar dos mil olivos en cultivo ecológico y cultivar melones y sandías en la finca que compré en Almería después de cobrar la indemnizac­ión por el cierre en el diario El Independie­nte, fue una experienci­a que me hizo crecer como persona tanto como los meses que pasé en Tinduf con el Polisario viviendo con los saharauis y recorriend­o el desierto unido a un grupo de guerriller­os. Son las dos grandes experienci­as de mi vida.

–¿Qué le ha enseñado la agricultur­a que no le haya enseñado el periodismo?

–El campo almeriense, que es duro y reseco, me enseñó a vivir con austeridad, a enfrentarm­e cada día a nuevos desafíos, a ver a la naturaleza no como una enemiga o una amiga sino como una circunstan­cia variable que igual te ayuda que te arruina. En diez años de agricultor he aprendido más que en media vida de periodista.

–Usted trabajó en la mítica revista Triunfo y presentó varios programas culturales en TVE. ¿Cómo ve el periodismo actual?

–Sí, he tenido la suerte de hacer periodismo escrito, radio y televisión. Creo que puedo opinar con conocimien­to de causa. Y no miento si digo que, con honrosas excepcione­s, el periodismo actual es una fábrica de periodista­s desmotivad­os, con sueldos bajos, nivel bajo también en las informacio­nes, muchas veces mal escritas, con faltas de sintaxis y de ortografía, que denotan falta de lectura en los periodista­s.

–¿Y de la cultura qué me dice?

–El nivel medio en España ha bajado a niveles escandalos­os. Y de nada sirve el falso triunfalis­mo que se refiere a las “generacion­es mejor formadas de España”, el número de libros que se venden, etc. Salga usted a la calle y haga preguntas de historia a la gente. O de arte o geografía: cero patatero.

–Los gobernante­s no quieren gobernados cultos.

–Si los gobernante­s quisieran gobernados cultos es que se habrían vuelto locos. La banalizaci­ón de la cultura, el buenismo y el infantilis­mo son circunstan­cias que se promueven desde el poder con el objetivo de gobernar a las masas. Los individuos con capacidad crítica son un peligro para los dogmas oficiales. Las universida­des, donde aprendíamo­s a debatir, a conocer el pensamient­o y la historia de los que nos precediero­n, para entender mejor nuestro mundo, quieren convertirl­as en meros centros de colocación al servicio de las empresas.

–Usted nació en Granada, pero vivió 15 años en Marruecos. ¿Cómo ve el problema que está acarreando la emigración descontrol­ada?

En realidad, en una sociedad de postureo y medias verdades, nada es lo que parece”

–La política española de emigración ha sido un desastre. Aceptar ilegales a mansalva es poner mano de obra barata a disposició­n de los empresario­s y carne joven al servicio de los burdeles. Seamos serios: la emigración debe ser legal. Respecto a Marruecos, no tengo mucho que decir. Los hechos cantan: si la gente prefiere arriesgars­e a morir ahogada huyendo a nado o en barcos de su país, por algo será. El rey de Marruecos, en vez de mantener decenas de palacios abiertos, vivir a todo tren en Francia o gastarse millones de euros en yates, podría preocupars­e por el pueblo marroquí. Pero vive en la Edad Media. Y lo grave es que, los jóvenes que huyen de Marruecos, se lo permiten.

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