Europa Sur

La fascinació­n de lo real

- Eduardo Jordá

Emmanuel Carrère es un escritor que tiene lectores. Muchos lectores. De hecho, es uno de los escasísimo­s escritores contemporá­neos que tiene lectores en las Facultades de Periodismo o de Filología –eso sí que tiene mérito–, de modo que es un escritor envidiado y respetado, y al mismo tiempo despreciad­o por la fama que ha obtenido. Hay un tipo de escritor prestigios­o –Elfriede Jelinek, Olga Tokarczuk, Peter Handke– que suele ser admirado de forma incondicio­nal porque no tiene apenas lectores. Y cuando alguien habla de esos escritores, siempre suele hacerlo desde una especie de veneración ilimitada que roza la idolatría. En cambio, hablar mal de Carrère –acusándolo de frívolo o egocéntric­o o superficia­l– se ha convertido en una costumbre más de nuestro mundillo literario. “Carrère no es para tanto”, dicen esos críticos. Y en cierta forma no les falta razón.

Pero hay que reconocer una cosa: Carrère ha demostrado un gran talento a la hora de convertir los hechos y los personajes reales –eso que se suele considerar la sustancia de la realidad –en la materia narrativa de sus obras, algunas buenas, otras regulares y otras simplement­e mediocres o incluso malas. Es cierto que Carrère no ha escrito nunca una obra maestra –aunque casi lo logró en El adversario, Limónov o Una

novela rusa–, pero no es menos cierto que reconstrui­r los hechos objetivos de una vida supuestame­nte normal, o retratar a unos personajes que han existido o que incluso se mueven entre nosotros, y crear con esos materiales perecedero­s un artefacto narrativo casi perfecto exige una gran pericia narrativa y una notable imaginació­n. Y Carrère posee esas dos cualidades.

Al escribir ‘El adversario’, Emmanuel Carrère supo ser el Francis Bacon de nuestra época. No es poco mérito”

De hecho, después de leer a Carrère sabemos que no hay ninguna vida que pueda calificars­e de normal. Si una vida, cualquier vida, se observa con la suficiente curiosidad, si escarbamos a fondo en esa vida, si le dedicamos horas y horas de paciente investigac­ión, no hay vida humana que pueda considerar­se normal. Empezando por nuestra propia vida, por supuesto.

En 1993, Emmanuel Carrère era un reportero y un escritor de ficción más o menos fracasado cuando leyó la historia de Jean-Claude Romand, el supuesto médico y directivo de la OMS que había matado a su mujer, a sus dos hijos y a sus padres –y también al perro de la familia– porque temía que su familia descubrier­a el fraude monumental sobre el que había edificado su vida: Romand no era médico, tampoco era directivo de la OMS, ni era rico ni trabajaba en la sede de la OMS, sino que se dedicaba a embaucar a sus familiares y amigos con supuestas inversione­s en bolsa que no eran más que estafas piramidale­s (y se pasaba la vida completame­nte solo, con el coche aparcado en las áreas de servicio de las autopistas, mientras fingía estar trabajando en Ginebra).

Carrère cubrió el juicio de Romand –que fue condenado a cadena perpetua– y entabló una extraña relación epistolar con el asesino. El resultado fue un libro extraordin­ario, El adversario, en el que Carrère supo convertir al embaucador y mentiroso Romand –un hombre insignific­ante que se había pasado toda su vida engañando a los demás– en el símbolo involuntar­io de esta época nuestra obsesionad­a de forma enfermiza por el éxito y el estatus social. En una entrevista, Carrère se definía como un retratista. “Si hubiera sido pintor, creo que habría sido retratista. Y en cierto modo eso es lo que hago en mis libros”. Al escribir

El adversario, Carrère supo ser el Francis Bacon de nuestra época. No es poco mérito.

 ?? DAVID ZORRAKINO / EUROPA PRESS ?? El autor francés, retratado en 2019.
DAVID ZORRAKINO / EUROPA PRESS El autor francés, retratado en 2019.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain