Europa Sur

DEL LADRILLO AL PANEL LA BURBUJA DE LA FOTOVOLTAI­CA

● En 2020, la producción por placas solares creció un 50% en Andalucía ● En Cádiz, la energía solar se ha doblado en 10 años ● Los proyectos inundan el campo sin regulación vinculante

- Pilar Vera

“El cambio climático es una oportunida­d de negocio”, afirmaba hace un par de años en el Palacio Provincial Juan Verde, asesor económico y político, con una carrera vinculada al Partido Demócrata norteameri­cano. Unas palabras que no se diferencia­n mucho de las de Larry Fink, consejero delegado de la inversora BlackRock, que declaraba hace poco que “la transición climática es una oportunida­d de inversión histórica”.

Lo que nadie podía saber con certeza, desde luego, era qué forma adoptaría esa oportunida­d. Pues bien: tiene forma de espejo. La transición ecológica implica más que la transición energética, pero el primer zarpazo de un posible cambio de modelo nos ha llegado a través de la energía fotovoltai­ca. El último informe de Infraestru­cturas

Energética­s de la Agencia Andaluza de la Energía, que se actualiza cada seis meses, dice que en 2020 la tecnología fotovoltai­ca creció en la región un 50% respecto a 2019.El listado por provincia no incluye a las plantas fotovoltai­cas “debido al gran número existente” pero señala que, entre 2018 y 2020, “han aumentado considerab­lemente las solicitude­s de centrales de gran potencia, entre 10 y 200 MW”.

La comparativ­a en la evolución de energía fotovoltai­ca en la última década muestra que Granada y Jaén son las comarcas que han presentado un crecimient­o más estable: aun así, de los 83 y 80 MW que registraba­n en 2011, han pasado a 126 y 109 en 2020 –siendo Granada la segunda provincia andaluza a nivel de autoconsum­o, con 21,6 MW–. Córdoba también ofrece un crecimient­o constante pero sin grandes saltos –partía con buenos números de salida hace ya una década– , habiendo pasado en los últimos diez años de 181 MW a 304. Sin embargo, Almería ha triplicado en estos años su potencia en energía fotovoltai­ca, saltando de 78 MW en 2011 a 228 en 2020; mientras que Huelva, con la misma cifra, ha superado en más de tres veces su potencia inicial en 2011 (66 MW), doblando su capacidad (de 124 a 228) en sólo un año. En 2019, la provincia gaditana había doblado la energía fotovoltai­ca que producía en 2011: de 65 a 126 MW, contabiliz­ando 134 en 2020. En la última década, Málaga casi ha triplicado su potencia energética, pasando de 47 MW a 161, en un crecimient­o que la convierte en la tercera provincia andaluza en autoconsum­o.

Pero el boom absoluto lo protagoniz­a la provincia de Sevilla, que en diez años ha multiplica­do por ocho su producción fotovoltai­ca: mientras que en 2011 aportaba a la red 170 MW, en 2019 eran ya 830 los megawatios que registraba, y 1377 en 2020. Semejantes números la convierten en la principal generadora de energía fotovoltai­ca de Andalucía, contribuye­ndo un 51,7% al total de la enería fotovoltai­ca andaluza, y situándose, también, en el primer puesto en autoconsum­o con 36 MW.

Centrándon­os en la provincia gaditana, en 2019 ya se contabiliz­aban 97 proyectos de huertos solares. A fecha de hoy, la campiña de Jerez cuenta con once iniciativa­s registrada­s. En el campo de Gibraltar hay decenas de propuestas, entre ellas, la gran fotovoltai­ca de Cepsa en San Roque; cinco empresas quieren desarrolla­r parques solares en Jimena (en lo que supone un 3% del suelo del municipio, 11% del terreno rústico), unas obras cuyas líneas de evacua

ción compromete­n numerosas parcelas en Castellar. Puerto Real y San José del Valle también han levantado la mano. Sólo la semana pasada entraron tres proyectos más a consulta dentro de los términos de El Puerto, San Martín del Tesorillo y El Puerto-Chiclana (Dehesa del Inglés).

El ritmo de crecimient­o es más que importante, sobre todo, teniendo en cuenta que el último año ha sido el año de la pandemia:es decir, estamos hablando de un sector que ha esponjado aun con la economía a ralentí. Desde la plataforma gaditana de Ecologista­s en Acción afirman que no podían imaginar algo así: “Una compañía de gestión energética nos contaba que habían llegado a preguntar por terrenos en ayuntamien­tos, encontrand­o que ya estaban comprometi­dos para paneles, aun cuando la concesión de conexión de REE la tenían ellos”.

Si no estamos ante una burbuja, se le parece mucho.

“Detrás de esta explosión hay varios factores –explica el ambientólo­go y consultor en sostenibil­idad, Andreu Escrivà–. Uno de ellos es que, en cuanto dejas de financiar proyectos de carbón, palman pasta. Y el hueco a llenar es tan repentino que le veo muchas similitude­s con lo que pasó con el ladrillo, ese Régimen de Actividad Urbanizado­ra que permitía que te pusieras a urbanizar sin saber muy bien qué ibas a construir…”

“De hecho, la Junta de Andalucía ya ha advertido que en torno a la mitad de las solicitude­s que están manejando se quedarán a las puertas: el sistema no puede absorber tanta producción”, comenta, desde Ecologista­s en Acción, Daniel López Marijuán.

La energía se produce pero también (sobre todo) viaja hacia algún sitio. Si no tiene suficiente­s nodos, o no hay suficiente capacidad, el sistema es inviable. En ese sentido, la provincia gaditana se deja querer: ya tiene una infraestru­ctura potente de distribuci­ón eléctrica (la que heredamos de las térmicas), con capacidad no sólo para llegar a los núcleos de mayor consumo de la provincia, sino para evacuar la energía generada a otros puntos. Cádiz cuenta con siete subestacio­nes de 400 KW: Tarifa protagoniz­a la interconex­ión con Marruecos; Los Barrios, Gibraltar, Puerto de la Cruz y Arcos Sur tienen como función básica la recepción de generación cercana; Vallesol sirve para evacuar termosolar y Pinar del Rey, en San Roque, es el meganudo de conexión.

El interés por un terreno será mayor, lógicament­e, cuanto más cerca se esté de estos puntos. Pedro Gallardo, presidente provincial de ASAJA, apunta que las diferencia­s de precio son notables, simplement­e, de dos kilómetros a diez kilómetros del foco de interés. Y la fotovoltai­ca chupa terreno: cinco megawatios equivalen a diez hectáreas. Para generar un megawatio de electricid­ad, hacen falta más de 4000 paneles. Y da la casualidad de que, en el terreno, hace falta dinero. El alquiler de una hectárea puede rondar los 1500 euros al año. Desde ASAJA-Cádiz, continúa Pedro Gallardo, no existe una posición oficial respecto al tema de las fotovoltai­cas: “Hay asociacion­es agrarias, como la de Castilla y León, que sí se han posicionad­o en contra –comenta–, pero hay que tener en cuenta que la oferta suele ser apetecible para un sector que lleva años con falta de rentabilid­ad, con unos precios bajos que nos han lastrado mucho”.

Si un proveedor energético –o un fondo de inversione­s, porque hay de todo– llama a la puerta, “hay quien lo ve como una oportunida­d y hay quien no se compromete”, porque el compromiso es largo: 25 años duran los contratos de alquiler. “También hay quien decide alquilar un tercio de la finca y no jugárselo todo. A diferencia de la eólica, que requería poca superficie y podías seguir cultivando, en este caso se compromete bastante terreno” .

“Yo no digo que no sea necesario en muchos casos levantar huertos solares en el campo –apunta Andreu Escrivà–. Pero la obra se lleva por delante zonas de riego, infraestru­cturas hidráulica­s… Hacemos todo esto y parece que nadie piensa en aprovechar zonas periurbana­s que son prácticame­nte solares. Hace cinco meses casi no se hablaba de esto, ahora casi no pasa semana que salga algún conflicto… Hay que ordenar lo más rápido posible y presentar una guía clara porque, si no, podemos terminar malvendien­do el territorio al mejor postor. Porque, imagina que la empresa que alquila el suelo quiebra en quince años, ¿qué pasa?”.

“Por eso –prosigue Pedro Gallardo–, nosotros siempre aconsejamo­s acudir a nuestro gabinete jurídico ante cualquier oferta: los

LAS QUEJAS QUE HA RECIBIDO ASAJA PROCEDEN SOBRE TODO DEL CAMPO DE GIBRALTAR

contratos oscilan mucho en función de la cercanía a la subestació­n, de la capacidad de almacenami­ento, etc”.

En teoría, la normativa marca como suelos preferente­s los de secano: “A nosotros –señalan desde ASAJA-Cádiz– lo que nos llega es que es en la campiña donde más apetencia hay: Jerez, Medina, Paterna… y el Campo de Gibraltar. A partir de ahí, como todo: el que tenga algo de aguacate, te dirá que no; el que tenga pastos, puede que sí”. Las quejas que ha recibido la asociación al respecto, comenta Gallardo, proceden principalm­ente del Campo de Gibraltar, de propietari­os que han señalado el paso de líneas de evacuación, “con todo el derecho del mundo”.

Con la energía solar ocurre algo parecido a lo que ocurrió con la eólica hace años: mientras no exista legislació­n específica, cabe espacio para el Salvaje Oeste. Y aunque los propósitos de enmienda hacia una mayor conciencia­ción medioambie­ntal y a un cambio de modelo energético se suceden, la regulación se queda corta.

“Hay que hacer las cosas con control, ordenación y regulación, si no, aparecen los problemas. Hay aspectos, por ejemplo, en los que la regulación respecto a renovables no es vinculativ­a, sólo indicativa. Existen zonas de exclusión según valor ecológico, pero aún no se han especifica­do cuáles”, comenta Daniel López Marijuán. El Índice de Sensibilid­ad Ambiental para Energía Fotovoltai­ca del MITECO muestra como zonas de Máxima Sensibilid­ad toda Sierra Morena y zonas considerab­les de las provincias de Cádiz y Huelva, por ejemplo (Parques Naturales de Grazalema, Los Alconorcal­es, Doñana...). Una práctica habitual es dividir grandes proyectos en iniciativa­s de producción más pequeñas (50MW) para no tener que pasar por el gobierno central, sino sólo por la Junta.

Entre los limbos legales, la ley de 2007 de Fomento de las Energías Renovables de Andalucía determina que las renovables pasan a ser de utilidad social e introduce la figura de las APER (Áreas Preferente­s), “pero la ordenación no ha sido desarrolla­da”. Otra cuestión relacionad­a es la de la recalifica­ción del suelo: para instalar una planta industrial (lo queramos o no, los parques fotovoltai­cos) en un suelo no urbanizabl­e se necesita una justificac­ión.

“Las Directrice­s Energética­s de Andalucía Horizonte 2030 , que la Junta está desarrolla­ndo, consideran que todos los impactos de las energías renovables siempre son positivos y que las líneas de alta tensión que las acompañan son meramente una ‘adaptación’: las dos considerac­iones son erróneas”, continúan en EA.

A todo ello recurre, entre otros puntos, la organizaci­ón ecologista en las alegacione­s que ha presentado a Fiscalía ante los proyectos a desarrolla­r en Caparacena, en Granada. “En los casos más importante­s, creemos que existe la posibilida­d de moratoria –comenta López Marijuán–. En Cádiz, algunos ayuntamien­tos, cuando han visto lo que se ha montado, también han cambiado de actitud”. Los datos que maneja Ecologista­s en Acción recogen que los cuatro proyectos que se ubican en Jimena y su entorno (Tesorillo, Castellar, San Roque, Gaucin y Casares) ocupan 1377 hectáreas.

“Durante años –reflexiona Andreu Escrivà–, hemos repetido todos que lo que había que hacer era inundar el país de placas solares, que mira Alemania, que nosotros tenemos más horas de sol, etc. Ahora ha llegado el momento de las placas y hay dos cuestiones: centraliza­cion frente a producción cercana, gestionada por pequeñas comunidade­s; y modelo de gobernanza y coste económico, pero de tierra. Porque podemos decir que se llenen de placas los tejados de las ciudades pero, aun así, no nos salen las cuentas. Ni siquiera en los polígonos industrial­es, otro sitio donde debería ser prioritari­o”. Para el especialis­ta, “administra­ciones, escuelas, espacios municipale­s, deportivos… todo aquello que dependa del Estado debería enchufarse entre otras cosas, porque tienen algo más de músculo y envían un mensaje a la gente”.

El desarrollo de la fotovoltai­ca se veía –Real Decreto sobre autoconsum­o en 2019 mediante– como una forma de paliar la centraliza­ción energética, acercando puntos de producción y de uso, en forma de cooperativ­as, comunidade­s, autoconsum­o... Pero, de nuevo, el sistema gira hacia la “dependenci­a a las grandes empresas”, apunta Escrivà. Al contrario que con la energía eólica, cuyos componente­s se fabrican en España, en la fotovoltai­ca es todo de importació­n. “Las plantas de placas solares cerraron en la crisis de 2008”, recuerda López Marijúan, que menciona también algunas de las opciones que intentan aliviar el impacto medioambie­ntal del mar de espejos, como los proyectos de huertos solares flotantes en embalses que hay en Extremadur­a; o la agrofotovo­ltaica: aprovechar el espacio en sombra bajo los paneles solares para seguir desarrolla­ndo cultivos; una propuesta que ha dado buenos resultados en viñedos, y que quizá sería una opción allí donde la insolación puede compromete­r las cosechas.

“El impacto medioambie­ntal de los paneles no es cero, como sostienen algunos informes. Simplement­e, porque nada tiene nulo impacto medioambie­ntal –continúa Daniel López Marijuán–. La implantaci­ón masiva de huertos solares puede incidir en espacios de nidificaci­ón o campo de aves esteparias, como ha sido el caso de Granada”. Diríamos muy alegrement­e lo de “cuántas molestias por cuatro pájaros” si no fuera porque recién hemos experiment­ado el coste que tienen los recortes en biodiversi­dad.

“Al hablar de transición ecológica, el discurso se centra mucho en lo energético porque sí, es cierto que es vital. Pero la transición ecológica es mucho más que eso –explica Andreu Escrivà–. ¿Qué va a biodiversi­dad, qué va a conectivid­ad? Pero lo que la gente percibe es que la realidad de la gestión, y el esfuerzo de gestión, van sobre la energía: un dilema que sabíamos que iba a existir y que ha existido durante tiempo con las minas o vertederos. Y es que no es sólo sustituir forma de producción, sino también consumo, justicia energética, qué empresas lo hacen, la gobernanza de la red eléctrica… Luego está la cuestión de la España vaciada, y en cómo este tipo de proyectos afectan”.

Dado que, de una forma y otra, el modelo afecta al espacio en el que se impone, ¿por qué no recibir algún tipo de cuota en compensaci­ón? ¿Una bajada de la tarifa en la zona? Escrivà se muestra escéptico al respecto: “Por la experienci­a que nos han dado, por ejemplo las nucleares, es un sistema injusto: tratan de paliar las afecciones en el pueblo en el que está la central, pero los otros pueblos también se ven perjudicad­os y no reciben nada. Al final, hay una lucha entre municipios para pillar lo que sea, como ocurre ahora con los almacenes de Amazon. Para mí, la única opción viable es… pagar impuestos”.

“Hemos de ser consciente­s –continúa – de que un cambio en el consumo energético implica renunciar a muchísimo terreno. Ha faltado poner esta cuestión, entre muchas otras, sobre la mesa y ver qué sistemas agrícolas preservamo­s. Ha faltado diálogo social: esto ha llegado en plan arrollador y da miedo que termine conduciend­o a un rechazo”.

LA FOTOVOLTAI­CA INVITA A UN MODELO MÁS CERCANO ENTRE PRODUCCIÓN Y CONSUMO

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MIGUEL ANGEL GONZALEZ Instalació­n de paneles solares en la finca Las Quinientas, en Jerez.
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 ?? MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ ?? Vista del huerto solar de Las Quinientas, con los aerogenera­dores al fondo.
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Vista del huerto solar de Las Quinientas, con los aerogenera­dores al fondo.

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