“A pesar de unos excesos, no mearrepiento del café para todos”
● Este texto es un resumen de una amplia entrevista que Clavero concedió a este periódico con motivo del 28-F de 2012 y en el que repasa toda la trayectoria política desde el Ministerio para las Regiones hasta la celebración del referéndum de autonomía
No inventé del todo las preautonomías, fue Suárez, quería traer inmediatamente a Tarradellas”
MANUEL Clavero Arévalo dibujó el mapa de las autonomías. No fue fruto de un decreto ni salió de un solo acto ni de un único golpe. Se fraguó en prolongadas negociaciones que se extendieron desde 1977 hasta, al menos, 1983, cuando quedaron aprobados todos los estatutos autonómicos.
Como ocurrió con toda la Transición, ni siquiera hubo una idea prefijada, y muchos de los actores –caso de Adolfo Suárez, de algunos de sus ministros más inf luyentes y de la propia UCD– cambiaron de opinión. Clavero fue uno de esos actores esenciales, porque, desde el principio hasta el final –y ese final no se ha escrito aún– defendió que España no se podía dividir entre autonomías de primera, con un autogobierno pleno, caso del País Vasco y Cataluña, y otras regiones de camino más lento, pero, sobre todo, y esto es importante, de suerte incierta.
¿Café para todos? Sí, sigue pensando Clavero. “No me arrepiento”, asegura, contundente, a sus 85 años, sentado en el sillón de su despacho en una soleada, pero fría mañana, de febrero. Apenas queda una semana para el Día de Andalucía de hoy.
Desde la llegada de Clavero como ministro al complejo de la Moncloa hasta la aprobación del Estatuto andaluz por la vía del artículo 151 transcurre una historia de progresiones y marchas atrás, materializada en un arrepentimiento de la UCD que se hizo verbo con motivo del referéndum del 28 de febrero de 1980, donde Andalucía
se ganó el derecho a una autonomía plena en un referéndum que, sin embargo, perdió en la oficiosidad de unas condiciones leoninas. La dimisión de Clavero, como presidente de la UCD andaluza, y su salida voluntaria del Gobierno lo convirtió en uno de los padres de nuestra autonomía.
Clavero desgrana esos años, justo ahora que una parte del país considera un error el café para todos. Su opinión es contundente: el sistema es válido, pero han existido dos problemas, el derroche y la elefantiasis de la Administración autonómica –paralela, apunta, a la de ayuntamientos, diputaciones, mancomunidades y el propio Gobierno central– y la ausencia de los distintos ejecutivos de la Nación para ejercer más control previsto en la Constitución, lo que hubiera frenado los deslices de algunas comunidades: el asunto lingüístico, la creación de embajadas, la educación, que en territorios como el País Vasco y Cataluña se han modelado, claramente, bajo las manos de los partidos nacionalistas.
Primer momento. Las llamadas preautonomías, el gran esbozo del mapa autonómico.
–Pero eso de las preautonomías se lo inventó usted.
–Sí, me las inventé yo, aunque mejor dicho: fue Adolfo Suárez quien me lo indicó. Suárez me llama después de las elecciones generales de 1977, y estuvimos hablando de distintas opciones para ocupar un ministerio. Hablamos de Educación, pero entre las distintas posibilidades, pensamos en el Ministerio para las Regiones, porque yo veía que allí iba a ver grandes reformas
–Cuando ya decidimos lo de las Regiones –prosigue como si recordarse cada frase exacta–, Suárez me dijo: “Quiero que sepa que tengo previsto, y decidido, que Tarra
dellas venga a España inmediatamente”. Eso me lo dice en el mismo momento, durante el primer día, en el que me llama. Me dijo que podía ser un hombre muy importante para la pacificación de Cataluña durante la Transición, como realmente fue. Hubo personas que me hablaron de que Tarradellas había sido un hombre de cuidado durante la República, pero él había ref lexionado mucho sobre ello. Pero me insistió: “Quiero que se haga inmediatamente, y que se restaure, provisionalmente, la Generalitat de Cataluña”.
–Entonces –prosigue Clavero– pensamos que la mejor forma de restablecer provisionalmente la Generalitat sería un decreto ley, y esa fórmula dio resultado. Era provisional, por lo que posteriormente debería someterse a las normas que la Constitución estableciese para llegar a la autonomía.
Cuando llega Tarradellas, en septiembre de 1977, visita al Rey, a Suárez, a Martín Villa y a Clavero.
–¿Tarradellas sabía cuando vino a España que el régimen autonómico iba a ser igual para todos?
–Creo que no, él viene sólo para Cataluña. Pero ocurre algo curioso. A la salida de la reunión, Suárez, que ya suponía que esto de Cataluña iba a ser deseado por muchos otros territorios, hace un comunicado de prensa en el que dice que este mismo sistema podrá establecerse para otras regiones. Ése es como el origen del café para todos.
–¿Usted lo sabía ya?
–Sí, claro. Desde que me nombró ministro para las Regiones; si no, me hubiera nombrado ministro para Cataluña. Pero, con ese comunicado, comenzamos a pensar en cómo hacerlo; es decir cómo crearíamos las preautonomías, provisionales hasta la aprobación de la Constitución y los estatutos. Hubo alguien de UCD, importante, y eso lo he sabido después, por eso no confirmo el nombre, porque no puedo decirlo de modo certero, que dijo que la mejor solución era restablecer los estatutos del País Vasco y Cataluña, y ya está, esperar a la Constitución. Pero se desechó. Ahora bien, eso no se trató en el Consejo. Al hacerse ese comunicado, se vio que aquello era para todos. Se articuló que los diputados y senadores estatales de cada territorio se reuniesen, la solicitasen y una representación de tres a cuatro visitaba a Suárez con mi asistencia, y de allí salía la autorización para que yo negociara con ellos. Una vez aprobadas las preautonomías por el Gobierno, se enviaban a las Cortes.
–¿Pero por qué no se esperó a la aprobación de la Constitución de 1978?
–Precisamente, porque Suárez quería traer a Tarradellas.
Después, Clavero negocia con los vascos. Un “quebradero de cabeza” porque los vascos querían a los navarros, y éstos, como ya ocurrió en la Segunda República, preferían ir por separado.
–Cataluña fue fácil, y el País Vasco muy difícil. Su preautonomía se aprobó el 4 de enero de 1978. Y entonces, y es otro momento del café para todos, dentro de UCD hay un movimiento importante para paralizar el proceso. Más que el anterior. Había ministros, hablaban con Suárez, dirigentes del partido, gente ya con mucho peso...
–Y aunque en febrero de 1978 hubo un cambio de Gobierno, suena el teléfono rojo y Suárez me comunica: “Tú sigues de ministro y sigues con las negociaciones”.
El mapa preautonómico configuró la nueva España, pero no la definió. Había territorios en verde y territorios grises, una EspañaNación de dos velocidades: la de las nacionalidades y regiones que se deja ver en el artículo 2 de la Carta Magna.
–Le comenté a Suárez que eso no me gustaba; no había habido ninguna Constitución española en la que se hubieran establecido dos tipos de autonomías. Y, como le di la lata, me dijo un día “te va llamar el Rey”, pero el Rey no llamó; posiblemente era una broma.
Tras las elecciones generales de 1979, Clavero pasó de ser ministro para las Regiones a Cultura. Antes de esto habían sucedido una serie de hechos sin los que no se concibe el 28-F. Primero, que las comunidades podían acceder a su autogobierno por dos vías: la del 151, que conllevaba un Gobierno y un presidente con poder ejecutivo y administrativo, un Parlamento con potestad legislativa y elegido por sufragio universal y un Tribunal Superior de Justicia. Otras accederían por el 143, que era un camino no sólo lento, sino incierto y a cuyas comunidades –en realidad regiones– se le irían concediendo algunas transferencias ni siquiera bien delimitadas.
Felipe González y Suárez acordaron que el referéndum del 151 se celebraría en Andalucía el 28-F, ya superadas las pruebas anteriores. Hasta municipios y diputaciones UCD dieron su aprobación.
–La redacción del artículo 151 –recuerda Clavero– se hizo en mi casa en Madrid, que estaba en el Ministerio de la Vivienda, la redactamos un domingo Miguel Herrero de Miñón y yo. Los dos solos. Él lo llevó a la comisión de los padres de la Constitución, y no hubo problemas. Yo debo decir que lo redacté pensando en el caso de Andalucía.
Y llega la fecha del 28-F de 1980. El 15 de enero, UCD decidió solicitar la abstención o el voto en blanco, Clavero dimite como militante de centro, como presidente del partido en Andalucía y, al día siguiente, como ministro de Cultura. Suárez le ofrece una embajada, pero lo rechaza. Entre un día y otro hay dos dimisiones, y varias horas de soledad en el ascensor del Ministerio: la máquina se atrancó. Vuelve a Andalucía, y es recibido en el aeropuerto sevillano de San Pablo como un héroe. A algunas emisoras se les prohíbe recoger sus palabras, que no son otras que votará que sí en el 28-F.
A determinados mandos militares no les gustaba. Pasar de un Estado centralista a otro diversificado... ”
Tras las preautonomías vasca y catalana, alguien importante de la UCD quiso pararlo todo”