“Literes lleva el estilo italiano en España al más alto ideal barroco”
La intensa actividad discográfica del contratenor Carlos Mena en el año de la pandemia se mueve entre los arreglos madrigalísticos para vihuela y la música sacra del Barroco español
Aunque declara no ser fan de los discos (“Solo cuando encuentro que hay algo interesante que decir, bien por el autor o por el trabajo con el intérprete, me animo a grabar”), el contratenor Carlos Mena (Vitoria, 1971) no deja de aparecer en las novedades discográficas de los últimos meses. –En Per voi ardo vuelve a un repertorio que grabó hace mucho tiempo, el de la canción con vihuela.
–Exactamente. La originalidad ahora es que se trata de una adaptación de madrigales italianos para voz y vihuela. Se combinan dos cosas: la primera, ver cómo mi visión ha cambiado; la segunda es llamar la atención sobre un repertorio vastísimo, porque no sé si son 600 los madrigales italianos que están reflejados en libros de tablatura. –¿De dónde viene su trabajo con Manuel Minguillón?
–Llevamos trabajando como seis años en distintos repertorios, entre otros, este renacentista con vihuelas y laúdes, pero también hemos hecho música del
Seicento italiano. Me propuso hacer este disco, y a mí me pareció muy acertada la propuesta. Tuvimos un par de años de trabajo sobre las obras, ir probando, ver qué aportaban, hallar un equilibrio, y luego contamos con el arte y la profesionalidad de Paco Moya, que es fundamental para un disco tan intimista, que el reflejo del sonido sea fiel para reproducir ese carácter íntimo pero a la vez grandioso, porque es la magia del Renacimiento la que había que dejar reflejada en la grabación. –Para el otro disco saltamos al Barroco español...
–Es un salto hiperbólico. En los madrigales, aquí adaptados para vihuela y voz, existe el figuralismo, pero eso no es exactamente la retórica. A veces se confunde. Ahí la música no se supedita al poema, sino que a veces aprovecha algún giro para describir algo, pero no rompe las reglas del contrapunto para hacerlo y quedar a merced de la recitación del texto. Y de ahí nos vamos a un Literes ya muy maduro. Aquí lo que se exprime es la máxima capacidad del cantante por excelencia en esa época, el castrato, un alto en este caso, Giuseppe Gallicani: el fiato, la velocidad al hacer las coloraturas, la tesitura, la riqueza de matices en los recitativos, la capacidad de ornamentar, de crear cadencias, la vehemencia de poder transmitir el poder del texto, la elocuencia… Todo esto es lo que uno encuentra en estas partituras.
–¿Qué le interesó de este proyecto para llevarlo al disco?
–Es un proyecto impulsado por Daniel Pinteño con una Beca Leonardo. Con Pinteño llevaba trabajando música de Torres y Nebra desde hace unos años, pero con lo que me encuentro, y es por lo que lo grabo, es un Literes espectacular. Reconozco que no había cantado música de un estilo italiano ya normalizado en España de esta calidad. Las progresiones son inmensas, el trazo del fraseo es inmenso, como podrían ser los de Bach o Haendel, la estructura de las partes A y B es amplia, generosa, transita por múltiples tonalidades, le da la vuelta al instrumento solista, al canto, al bajo, quita el bajo, hay una riqueza armónica con novenas, séptimas, progresiones que son las de la música centroeuropea... Es un Literes muy alejado del encorsetamiento que te encuentras en las arias da capo de Los elementos, por ejemplo. Ya no es una estructura impuesta, sino un estilo asimilado, integrado .
–¿Cuáles son las diferencias principales del Literes teatral al de este repertorio sacro?
–Son enormes. Los textos tienen un giro aún más en la hipérbole, tan barroca, de enredar el verso y el significado, además con esa parte más encriptada del significado religioso, con elementos de la naturaleza, de la Arcadia, etc., esa riqueza literaria del Barroco. Son versos endecasílabos que en períodos anteriores no se dan tanto. La estructura prosódica empieza a describir un arco mucho más amplio, lo que exige un fraseo más amplio y un control del aire y de los acentos, de las inf lexiones más inteligente y más rico. El desarrollo estructural armónico y las progresiones en las coloraturas, superan en varias progresiones armónicas lo que estamos acostumbrados a escuchar en este repertorio español en Nebra y en Torres. Una sensación de que ya el estilo italiano no es un corsé. Literes lleva aquí ese estilo en España al más alto ideal barroco.
–¿Cómo es para un cantante pasar de un repertorio renacentista a otro ya barroco?
–Recuerdo aquel Et Jesum, con música de Victoria, y ya admiraba la genialidad de aquellos músicos y la suerte de poder cantarlos, y ahora aún los admiro más, porque es encontrar la grandiosidad en lo más íntimo, encontrar la voz más rica en el volumen más controlado. Es ser grande en lo pequeño. Hace falta control técnico del fiato, entender bien al vihuelista, ver cómo impulsa la yema del dedo sobre la cuerda, qué significa eso en mi impulso diafragmático, la posición de paladar, de lengua... Hay que ser rico en los matices dentro del concepto renacentista, pero a la vez no ser aburrido, lineal, plano. Buscar la riqueza en estos términos de intimidad es tan emocionante… En el Barroco el reto es otro. Hay que tener mucho cuidado con el estudio prosódico del texto. Entender que Literes propone una espectacularidad siempre supeditada al desarrollo del texto, de la idea, el afecto y la expresividad. En todo el disco creo que llego a hacer como doce cadencias. Un oyente atento comprobará que cada cadencia tiene un sentido. Hay que poner toda la capacidad de virtuosismo, pero no para lucirse, sino para destacar aquello que dice el texto.
–En los últimos años ha empezado a desarrollar también su faceta de director orquestal, ¿cómo va su carrera en ese sentido?
–Yo en España no recibí ni una sola clase de canto. Mi primera clase de canto fue en Basilea con Richard Levitt. En España yo estudié, aparte de algún instrumento con regular fortuna, porque no era especialmente bueno ni me llamaba la atención, dirección. Así que hay algunos conceptos básicos de gesto y de manera de estructurar el estudio de la partitura como director que tenía. Además son muchos años de ver y trabajar con muchos directores, y llegó un momento en que yo quería también mostrar cómo suena mi Mesías. Me empezaron a pedir liderar proyectos y, sin forzarlo, empiezo a aceptarlos, a estudiar. Ha habido proyectos muy interesantes con música de Alberto Iglesias, Telemann, Bach, ahora Grieg, Kodály. Es una maravilla. Exige un estudio muy completo de la obra y tener las cosas muy claras, pero luego yo disfruto mucho del trabajo con los profesores. Creo que me sienten cercano y tengo muy buenos comentarios de los compañeros de viaje en los conciertos. A veces yo también canto. Así que bajo y estoy con ellos, soy parte de la orquesta. Los organizadores y gerentes están también contentos, siguen surgiendo proyectos y yo encantado.
Las progresiones son inmensas, el trazo del fraseo es inmenso, como podían ser los de Bach o Haendel”
Hay que poner todo el virtuosismo, pero no para lucirse, sino para destacar aquello que dice el texto”