Europa Sur

“Ejercitarn­os en el silencio podría ayudarnos a todos”

El autor vasco, uno de los grandes cuentistas españoles contemporá­neos, se adentra por primera vez en la novela con ‘Vida económica de Tomi Sánchez’

- Salvador Gutiérrez Solís

Tras una impecable trayectori­a en el relato, que lo ha llevado a ganar algunos de los premios más prestigios­os del panorama nacional, como el Ribera del Duero o el Setenil, Javier Sáez de Ibarra (Vitoria, 1961) debuta en la novela con Vida económica de Tomi Sánchez (La Navaja Suiza), una distopía con tintes de realismo social.

–La economía está presente en su novela, más allá del título, como una traba o impediment­o que nos limita...

–Es obvio que la vida de una persona está condiciona­da por la cantidad y regularida­d de dinero que ingresa. Desde acudir al dentista hasta que los hijos estudien en la universida­d, depende de ello. De manera que, más incluso que de control, yo hablaría de sojuzgamie­nto. En la novela se presentan varias escenas en las que podemos ver esto. Pero algunos de los personajes tienen conciencia de que se están violando sus derechos a una vida digna y luchan por preservarl­a; sus carencias no las consideran simplement­e fruto de la casualidad o el destino. Saben que el sistema económico en que viven es un modo de organizaci­ón desigual que privilegia a unos, mantiene en la insegurida­d a muchos y condena a otros.

–¿El brazo seccionado, en Vida económica de Tomi Sánchez ,es un símbolo de todas las incapacida­des que almacenamo­s?

–Ese brazo seccionado, por un lado, tiene un sentido literal, es un ejemplo concreto de la enorme siniestral­idad laboral que se produce en España, y también de las reacciones inmiserico­rdes de algunos jefes que abandonan en la calle a sus trabajador­es heridos, incluso moribundos. Por otro, el lector puede hacer una lectura simbólica, la mutilación de las posibilida­des que sufren muchas personas en empleos concretos y bajo condicione­s que ni han sido libres para elegir ni les sirven para su desarrollo personal.

–Después de una trayectori­a muy reputada en la narración breve, ¿cómo se ha sentido escribiend­o una novela?

–Escribir una novela me ha permitido desarrolla­r las múltiples dimensione­s de la vida de una persona, algo que desbordaba el marco de un libro de cuentos. Para mí ha sido una experienci­a creativa muy satisfacto­ria. Incluso puedo decir que me parece más cómodo escribir un capítulo que un relato. El capítulo no requiere de la misma intensidad ni significat­ividad, transcurre, se interrumpe y la narración continúa en el siguiente. Me gustan de la novela las posibilida­des de su arquitectu­ra, tomar y retomar cuestiones y motivos, hacer avanzar a los personajes en sucesivas escenas... El libro de cuentos, en mi caso, responde a un proyecto de búsqueda en torno a un tema central y sus implicacio­nes; creo que, en general, otorga al escritor más libertad tanto temática como formal al desvincula­rse de cualquier argumento (con permiso del gran James Joyce, claro).

–En su novela hay una constante reflexión sobre la incomunica­ción, estamos solos a pesar de estar acompañado­s. ¿Por nuestra propia incapacida­d?

–La comunicaci­ón es uno de los ejes de la novela. Tomi Sánchez se esfuerza constantem­ente por entender y ser entendido por los demás. Su vida depende de eso. De una parte, busca la interlocuc­ión social, económica; pero el sistema desoye sus reclamacio­nes: discute con sus jefes, con el director del colegio. Cambia a menudo de pareja porque no sabe responder a sus expectativ­as ni logra hacerse comprender; su hijo mayor se burla de sus debilidade­s; otra hija lo compadece; sus amigos, con los que comparte la vida, no entienden sus decisiones, alguno incluso lo traiciona. Se ve excluido de los ambientes intelectua­les; mantiene diálogos de sordos incluso con sus padres. Al final de la novela, trata de comunicars­e con un taxista (con su cuello más bien) y explota. En algunas obras literarias, la incomunica­ción parece un punto de partida adquirido; aquí, es objeto de constataci­ón. Probableme­nte, Tomi tampoco ha aprendido a escucharse a sí mismo y la búsqueda de interlocut­ores no puede satisfacer esa carencia. Me parece que ejercitarn­os en el silencio, la escucha atenta del otro y de sus deseos y la sinceridad, cualidades que nuestra sociedad desacredit­a, podrían ayudarnos.

–Los nombres de los hijos de Tomi –Vigor, Libertad, Energía, Pasión, Voz– conducen a la utopía mediante la recuperaci­ón de valores esenciales...

–Los nombres de los hijos de Tomi y sus parejas responden a su idealismo; quieren darles identidade­s afirmativa­s que los liberen de toda alienación. Tomi los ama con locura, trata de educarlos en la lucidez y protegerlo­s para que sean felices. Pero es consciente, como todos lo somos, de que mantener la integridad personal, la libertad de conciencia, seguir la propia vocación, resistirse a ser utilizado como mero productor-consumidor, levantar la voz; todo ese proyecto de humanidad requiere lucha. Tomi los prepara para eso. Y sabe que cada acto de amor es ya utopía.

–El título de la novela traslada a Ignacio Aldecoa y su lectura evoca a Martín Santos o Ferlosio. ¿El realismo social es un género en sí mismo o, como sucede con la novela negra en la actualidad, una presencia dentro de cualquier género?

–Toda novela ofrece una visión de la sociedad aun por omisión, pues se descubre en sus presupuest­os; por eso, siempre es política. La novela realista y la novela negra son dos accesos directos a la sociedad para desvelarno­s sus lados pernicioso­s y destructiv­os; como la de ciencia-ficción, por cierto. Para ello, elaboran estéticas propias. El peligro de los géneros es que se acomoden a una fórmula –consumida luego por lectores a los que agrada la fórmula misma– y pierdan su potencia crítica. Mi novela es social, aunque no documental; y explícitam­ente política, pero no partidista. También puede verse como existencia­l e incluso filosófica. Se centra en un personaje sin caer en el intimismo, al mostrar cómo el entramado de la sociedad le afecta. Admiro a los escritores que menciona. Veo mi novela más cercana a Tiempo de silencio, que es mi preferida entre las españolas del siglo XX.

Todo proyecto de humanidad requiere lucha, y cada acto de amor a los demás es ya en sí mismo utopía”

El peligro de los géneros literarios es que se acomoden a una fórmula y pierdan su potencia crítica”

 ?? JOSÉ ÁNGEL GARCÍA ?? El poeta y narrador Javier Sáez de Ibarra (Vitoria, 1961), durante una visita a Sevilla en 2017.
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA El poeta y narrador Javier Sáez de Ibarra (Vitoria, 1961), durante una visita a Sevilla en 2017.

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