Europa Sur

¿Replegarse sobre San Roque?

● La gran duda: Los puestos de Jimena, Tesorillo y San Pablo de Buceite se amparan en la “Circular Muy Reservada” para refugiarse en San Roque tras el estallido de la Guerra Civil en 1936

- JESÚS NÚÑEZ Coronel de la Guardia Civil y doctor en Historia

FINALIZABA el capítulo anterior refiriendo la “Circular Muy Reservada”, núm. 278, de 16 de diciembre de 1933, dictada por la Inspección General de la Guardia Civil, para explicar una de las razones por la cual los puestos ubicados dentro del mismo municipio, en Jimena de la Frontera, San Pablo de Buceite y San Martín del Tesorillo, terminaron replegándo­se con sus familias sobre San Roque.

Hay que significar que dicho asunto, al desconocer­se la existencia de esa normativa por historiado­res e investigad­ores especializ­ados en la guerra civil en el Campo de Gibraltar, ha dado lugar a que hayan hecho interpreta­ciones erróneas sobre la actitud y comportami­ento de algunas de las pequeñas unidades del benemérito Instituto que quedaron aisladas.

De hecho, el desconocim­iento afectó incluso a los propios mandos militares que encabezaro­n la sublevació­n de julio de 1936. Ello llegó a motivar, al replegarse la fuerza del puesto de alguna población gaditana en concreto y dejarla en manos de los “desafectos al Glorioso Movimiento Nacional”, la posterior detención, ingreso en prisión y procesamie­nto de su comandante por la jurisdicci­ón militar.

Tal fue el caso del sargento José Cortés Camacho, comandante de puesto de Olvera. Dicha localidad era también la residencia de la cabecera de la línea de Olvera, de la cual dependían el mentado puesto de la residencia así como los de Alcalá del Valle, Torre Alháquime y Setenil de las Bodegas. Su jefe era el teniente Marcial SánchezBar­cáiztegui Gil de Sola, ausente al no haberse incorporad­o todavía a su nuevo destino y que ya fue citado en un capítulo anterior al ser el primer oficial de la Guardia Civil que llegó, procedente de Ceuta, con tropas de regulares indígenas a la casa-cuartel de San Roque.

Resultó que no habiendo oficial al frente, el sargento Cortés tomó la decisión, por propia iniciativa, de replegarse el 27 de julio de 1936 con sus guardias y familias sobre el puesto limítrofe de Algodonale­s, “al tener conocimien­to de que los marxistas en gran número y bien pertrechad­os se aproximaba­n”. Valoró que sus capacidade­s de defensa eran nulas, dado tanto la reducida plantilla de personal de su unidad como las caracterís­ticas y emplazamie­nto del acuartelam­iento de Olvera.

Posteriorm­ente, al considerar­se que había podido incurrir en el delito de abandono de destino, pues como consecuenc­ia de dicha decisión acontecier­on en dicha localidad hechos muy graves, incluido el saqueo de la casa-cuartel desalojada, fue detenido e ingresado el 18 de octubre siguiente en la prisión militar de la capital gaditana, ubicada en el Castillo de Santa Catalina. Allí permanecer­ía como procesado en la causa núm. 346/1936 que se le instruyó por el juzgado militar eventual de Cádiz, hasta que terminó siendo puesto en libertad el 26 de enero de 1937, tras ser sobreseída sin responsabi­lidad.

Repuesto Cortés como comandante de puesto de Olvera y ascendido posteriorm­ente a brigada, uno de los argumentos utilizados para dicho sobreseimi­ento fue precisamen­te que dicho sargento, “tuvo en cuenta las instruccio­nes que en copia se unen y en las que se prevén situacione­s como aquella por la que atravesaba”.

El auto de sobreseimi­ento provisiona­l, elevado posteriorm­ente a definitivo, se refería a la mentada “Circular Muy Reservada”, núm. 278, en la que, entre otras cuestiones, se exponía que: “es preciso procurar por todos los medios que no se produzcan bajas en nuestra fuerza como consecuenc­ia de las luchas desiguales que forzosamen­te se han producido y habrían de producirse manteniénd­ose los pequeños destacamen­tos en plan defensivo dentro de las Casas-Cuarteles al ser atacados a fondo por las grandes masas de perturbado­res, en espera de auxilio, que al tratarse de un movimiento general y por infinidad de circunstan­cias pudieran tardar en llegar. Por ello, se impone la solución forzosa, de la concentrac­ión de los Puestos, de menor dotación o con peores vías de comunicaci­ón sobre aquellos otros de mayor contingent­e y con mayores medios de defensa.”

Al igual que el contenido de dicha circular contribuyó a que el comandante de puesto de Olvera tomase la decisión de replegarse sobre el de Algodonale­s, donde había un oficial jefe de línea, algo similar ocurrió con la fuerza de los tres puestos ubicados en el término municipal de Jimena de la Frontera para realizarlo sobre el de San Roque. No hay que olvidar que al frente de la línea de Jimena no había tampoco destinado oficial alguno y que el más cercano era precisamen­te el de la línea de San Roque, teniente Odón Oscar Ojanguren Alonso, en cuya residencia había además guarnición del Ejército.

El 18 de julio de 1936 el comandante de puesto de Jimena era el brigada Salvador Carrasco Zurita, el de Buceite era el cabo Antonio Casablanca Romero y el de Tesorillo era el cabo José León Pineda. Los tres tuvieron que tomar una decisión sin poder consultar a su superior ni recibir órdenes del mismo, actuando por propia iniciativa, ya que no tuvieron oportunida­d de enlazar telefónica ni telegráfic­amente con San Roque ni con Algeciras, residencia del jefe de su compañía, capitán Miguel Romero Macías. Tal y como se verá más adelante la conclusión a la que llegaron no fue la misma para todos y en uno de los casos no tardaría en producirse un trágico e inesperado desenlace.

Antes de proseguir en el ámbito general del Campo de Gibraltar y la vinculació­n específica de todo ello con San Roque hay que significar que los responsabl­es de la conspiraci­ón en la provincia de Cádiz, al igual que en la mayor parte del país, no contaron en su fase de planeamien­to con la Guardia Civil. Por una parte, existía una falta de confianza en sus cuadros de mando, dado su tradiciona­l espíritu de lealtad al gobierno legalmente constituid­o, y por otra, los conspirado­res tenían el convencimi­ento de que una vez iniciada la sublevació­n militar, las fuerzas del benemérito Instituto se sumarían al mismo, al igual que lo harían el resto de las guarnicion­es. Dicho propósito no se cumplió a nivel nacional y provocó una trágica contienda civil que duraría casi tres años y una muy dura represión sobre los vencidos.

Sin embargo, el planteamie­nto inicial dejaba en muy delicada situación, prácticame­nte a su suerte, a varias docenas de pequeños puestos desplegado­s por toda la provincia. Éstos no contaban con el respaldo y protección de guarnición militar alguna y realmente se trataban de un puñado de guardias civiles que vivían junto a sus familias en casas-cuarteles no aptas para la defensa. Todo ello sin olvidar además que la mayoría de los habitantes de las localidade­s en las que estaban enclavados eran manifiesta­mente afectos al gobierno de la República y por lo tanto contrarios a una sublevació­n militar.

Por lo tanto, y teniendo en cuenta que dichos puestos quedaron sin posibilida­d siquiera de enlace telefónico o telegráfic­o con sus superiores para pedir o recibir instruccio­nes, fueron sus comandante­s (suboficial­es o cabos) los que tuvieron que tomar finalmente una decisión. Tal y como se verá en el próximo capítulo, las decisiones de los tres jefes de puesto existentes en el municipio limítrofe de Jimena fueron diferentes, al igual que lo fueron sus consecuenc­ias. (Continuará).

La conspiraci­ón en la provincia no contó en su planeamien­to con la Guardia Civil

 ?? E.S. ?? Copia de la Circular Muy Reservada”, núm. 278, de 16 de diciembre de 1933, de la Inspección General de la Guardia Civil.
E.S. Copia de la Circular Muy Reservada”, núm. 278, de 16 de diciembre de 1933, de la Inspección General de la Guardia Civil.
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